Un porro a la salida de una discoteca acaba en otra presunta violación en Zaragoza

El acusado, que se enfrenta a diez años de prisión, admite que la chica «iba tomada y en su punto», pero niega la agresión.

El acusado, durante el juicio celebrado en la Audiencia de Zaragoza.
El acusado, durante el juicio celebrado en la Audiencia de Zaragoza.
M. A. C.

La Policía Nacional y la Guardia Civil, siguiendo la política que marca el Ministerio del Interior, hace días que no informan ni facilitan estadísticas sobre las denuncias contra la libertad sexual que se presentan en Zaragoza. El silencio se convierte en un velo y proyecta una imagen de la ciudad a veces equívoca, porque la Audiencia Provincial cada vez está señalando más juicios por abusos y agresiones sexuales. El último se celebró ayer y sentó en el banquillo a un joven de 22 años al que una chica de su misma edad acusa de violación. Procesado y denunciante ofrecieron una versión de lo sucedido en principio coherente, pero está claro que uno miente. Y el tribunal no debería equivocarse a la hora de decidir quién lo hace, porque sobrevuela una pena de diez años de prisión.

La agresión sexual –con uso de la fuerza y penetración– de la que habla la joven y que Romeo Ionut M. niega se habría producido en la madrugada del 12 de enero de 2020 en una vivienda del Arrabal. El acusado y la presunta víctima habían estado de fiesta en una conocida discoteca ubicada junto al puente de La Almozara, que acabaron abandonando juntos cuando estaba a punto de cerrar. En esto coinciden ambos, pero mientras él asegura que se fueron juntos a su casa porque la joven –a la que conocía porque había sido pareja de un conocido– le había pedido que le pasara cocaína,    la denunciante mantiene que fue el procesado quien le invitó a fumarse un porro a las puertas del local.

«Yo no le pedí ninguna raya ni pensaba ir a ningún lado. Ni siquiera me cogí el abrigo cuando salimos a la puerta de la discoteca", dice la denunciante

«Yo no le pedí ninguna raya ni pensaba ir a ningún lado. Ni siquiera me cogí el abrigo cuando salimos a la puerta de la discoteca. Pero cuando estábamos fuera me dijo que los porros los tenía en su casa y vivía cerca», declaró ayer la denunciante .«Cuando estábamos cerca –continuó–, yo le comenté que necesitaba ir al baño y él me dijo que subiera». La chica contó al tribunal que, tras tomar un vaso de agua, llamó a sus amigos para pasarles la ubicación del piso por Whatsapp y pedirles que fueran a recogerla. Según esta, fue durante la espera cuando el procesado la empujó contra la cama y mientras la sujetaba con una mano le bajó la ropa con la otra.

El presunto agresor, al que defiende la letrada Olga Oseira, reconoció ayer que aquella noche la chica «iba tomada y en su punto», pero insistió en que no le puso una mano encima. «Solo sé que cuando estábamos metiéndonos las rayas de cocaína, recibió una llamada telefónica y entró en estado de shock. Le temblaban hasta las piernas», declaró. Según este,    poco después se marchó de su casa –en la que dormían también sus padres– y no supo más de ella hasta que lo detuvieron.

Los forenses que examinaron a la supuesta víctima confirmaron ayer que presentaba un cuadro de estrés postraumático de grado medio. Sin embargo, no le apreciaron lesiones físicas. De ahí que la defensa solicite la absolución.

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