Al zaragozano Benito Ortiz le sale barata la fuga que lo convirtió durante 35 días en el delincuente más buscado de España

A sus 60 años y recién operado, el histórico atracador de bancos saltó tres vallas de la prisión de Zuera y permaneció oculto en el monte más de un mes. La huida le ha costado 9 meses de prisión, que se sumarán a los casi 25 años que le restan por cumplir.

Benito Ortiz Perea, este lunes, en la Ciudad de la Justicia.
Benito Ortiz Perea, este lunes, en la Ciudad de la Justicia.
Francisco Jiménez

Una supuesta fuga “improvisada” que hubiera firmado cualquier cineasta de renombre convirtió durante 35 días a Benito Ortiz Perea en el delincuente más buscado de España. A sus 60 años, más de la mitad entre rejas, y recién operado de una fístula, el veterano atracador de bancos zaragozano encontró la forma de quitarse las esposas, saltar de la ambulancia que lo devolvía a prisión y sortear las tres vallas de seguridad del centro penitenciario de Zuera. Su huida se produjo en la madrugada del 29 de agosto de 2018 y se prolongó hasta el 3 de octubre, cuando, agotado y acuciado por la presión policial, Benito bajó la guardia y acabó detenido en Zaragoza a punto de subirse a un autobús con destino a Valencia. El eco mediático de su huida fue tal que no hubo ojos que no trataran de reconocerlo en cualquier rincón del país durante aquel largo mes. Este lunes, 25 de enero, su presencia ha pasado prácticamente desapercibida en los juzgados de la capital aragonesa, a donde ha acudido para rendir cuentas por una temeraria aventura.

Para cualquier lego en derecho, una condena de nueve meses de prisión por una fuga que obligó a movilizar a cientos de agentes de la Guardia Civil y la Policía Nacional durante semanas puede resultar barata. Sin embargo, ese es el castigo que ha aceptado Benito Ortiz tras dar por bueno el acuerdo que ha cerrado su abogada, Carmen Sánchez Herrero, con la Fiscalía, que pedía inicialmente un año de cárcel. De esta manera, el reo se ha evitado rememorar una huida en la que pasó los días “enterrado” -metido dentro de tuberías, para evitar ser cazado por el helicóptero- y aprovechó las noches para remar por el río Gállego subido en un neumático. “Iba desnudo y me venía muy bien para la fístula que me habían operado, porque el agua estaba bastante fresca”, recordaba sin tapujos cuando relató su odisea a HERALDO desde la cárcel de Zuera. El delincuente aseguraba entonces que los momentos más angustiosos los vivió a las puertas de la capital aragonesa, cuando al cruzar al río Ebro a nado estuvo a punto de ser arrastrado por la corriente.

La declaración de Benito Ortiz Perea en este juicio por quebrantamiento de condena podría haber servido para escribir el perfecto manual de supervivencia, pero el acuerdo ha permitido al acusado responder a una única pregunta. La que le ha hecho la magistrada para saber si confesaba los hechos y aceptaba la condena, que se ha dictado in voce y se añadirá a los casi 25 años que todavía le quedan por cumplir. Porque el histórico atracador arrastra a sus espaldas más de 40 causas criminales por delitos de tentativa de homicidio, detención ilegal, robos con violencia e intimidación o falsificación documental.

Al hacer balance de una vida de violencia en el seno de una familia que ha causado muerte, sufrimientos y miedo a muchas personas, Benito se mostraba arrepentido y reconocía a este diario que no había merecido la pena. A su edad y sabedor de que acabará sus días en una celda, parece que su única preocupación ahora es pasar el mayor tiempo posible con sus dos hermanos y compañero de fechorías, que pagan también por sus delitos en Zuera. Sin embargo, tras poner en evidencia las vergüenzas del sistema penitenciario, las autoridades decidieron trasladar al zaragozano a la prisión de Aranjuez. El juicio celebrado hoy en la Ciudad de la Justicia -que tuvo que suspenderse hace unos meses, cuando renunció a su entonces abogado, posiblemente, para tener otra oportunidad de ver a sus hermanos- ha puesto ahora fin a sus andanzas. Y será muy difícil que vuelva a reunirse alguna vez con su familia.

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