coronavirus en aragón

Un oasis de tensa calma en plena pandemia

Ni uno de los 120 residentes de la Casa de Amparo, en Zaragoza, se ha infectado de coronavirus. Se están siguiendo estrictamente los protocolos, pero hay que seguir ojo avizor

Varios trabajadores y residentes de la Casa de Amparo, ayer, en uno de los dos patios del centro.
Varios trabajadores y residentes de la Casa de Amparo, ayer, en uno de los dos patios del centro.
José Miguel Marco

Por muy bien que se haga todo, el coronavirus ya ha demostrado con creces que puede llegar a colarse, en un descuido, por cualquier recoveco. Sin embargo, en el corazón de la capital aragonesa, tan afectada ahora por los rebrotes, siguen quedando pequeños oasis de calma donde el virus no ha llegado a hacer presencia. De momento, así ha sido en la Casa de Amparo: la covid-19 no ha alcanzado a ninguno de sus 120 residentes. No obstante, todas las precauciones son pocas. "Estamos siguiendo todos los protocolos muy estrictamente, pero eso no quita que pueda pasar", explica Rosa Ledesma, responsable de la atención sociosanitaria de este centro para personas la tercera edad dependiente del Ayuntamiento de Zaragoza. Con todo, incide, la plantilla tiene claro que hay que seguir ojo avizor porque la pandemia parece estar todavía lejos de llegar a su fin. "El miedo no se nos va", asume.

A pesar del casi milagro que suponen los cero contagios, no creen que haya nada que les diferencie especialmente de otras residencias. "Estamos haciendo un trabajo muy intenso. Hay mucha vigilancia, los auxiliares están muy encima de que los residentes cumplan las normas y el centro se limpia y desinfecta continuamente. Pero no quiere decir nada. Creo que no hacemos nada distinto", asegura Ledesma. Con todo, echando la vista atrás, sí que fueron previsores. En marzo, una semana antes de la declaración del estado de alarma, la Casa de Amparo se blindó contra el ataque del virus: se cerró el centro de mayores, la cafetería y la iglesia, y se prohibieron las visitas de familiares y voluntarios.

Ahora, desde que la Comarca Central retrocedió a la fase 2 por orden del Gobierno de Aragón ante el descontrolado aumento de casos, tampoco está permitido el acceso de nadie de fuera. Mientras se podía, explica, las visitas se llevaban a cabo bajo un firme protocolo de seguridad. Era obligatorio acudir con cita previa y el encuentro no podía alargarse más de 45 minutos. Después, se utilizaban otros 15 para desinfectar a fondo la sala. Además, había que guardar en todo momento la obligatoria distancia de seguridad. "Al no poder tocarse, a muchos les sabía a poco, pero al menos se iban con otra sensación", recuerda Ledesma.

El día a día de los residentes

Entre los residentes, como pasa con el resto de la población, hay quienes llevan el confinamiento mejor y quienes lo pasan peor. "Hay días que están más agobiados o preguntan cuándo van a salir", indica Ledesma, que detalla que el centro, ubicado en el Casco Histórico, cuenta con dos patios al aire libre donde se llevan a cabo buena parte de las actividades y que ayudan a hacer más llevadero el encierro.

Además, el hecho de que no haya habido ningún caso es por ahora motivo de "tranquilidad". Así lo cuenta Cándida De la Cueva en una conversación telemática a través de un teléfono que ha sido previamente desinfectado. "Estamos muy bien cuidados y orgullosos del personal, que es maravilloso", asegura esta residente de 82 años, los dos últimos en la Casa de Amparo. "Nos horrorizamos con todo lo que se ve por la televisión, pero aquí nos tranquilizan", añade satisfecha. "Tenemos dos hermosos patios donde hacemos gimnasia, bicicleta... Gracias a Dios de momento estamos todos bien", sentencia.

Las nuevas tecnologías, que hacen posible el contacto diario de los usuarios con sus familiares a través de videollamadas, también están siendo esenciales para sobrellevar esta extraordinaria situación ya que, según dice Ledesma, "les gusta verles las caras". De la Cueva, por ejemplo, habla cada día con su sobrina María Pilar. "Me llama diariamente y se preocupa por cualquier cosa", relata.

Por lo demás, dejando a un lado el uso obligatorio de mascarillas y la necesidad de guardar la distancia interpersonal, el día a día de los usuarios tampoco ha cambiado mucho. "Tienen libertad de movimiento, de salir por los pasillos, pero intentamos que se mezclen lo menos posible", resume Ledesma. Las comidas, añade, deben hacerlas por grupos, cada uno en un comedor y siempre en el mismo.

Aislamiento preventivo

En total, la Casa de Amparo cuenta con 120 residentes. Según explica el médico del centro, Miguel Blasco, durante los primeros meses del confinamiento algunos tuvieron que ser aislados del resto por mostrar síntomas similares a los del coronavirus, pero finalmente todos arrojaron resultados negativos en las pruebas PCR.

No obstante, para mantener los cero contagios, ya sean fruto de la previsión, de un buen trabajo o de la pura casualidad, hace falta un esfuerzo colectivo. Por eso, para no ir "a peor", Blasco pide "responsabilidad y solidaridad" a toda la población. 

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