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Eso que une a Pedro Sánchez y Sonia Monroy

Pocos símbolos hay más pasionales y más ‘instrumentalizables’ que una bandera. Esta campaña se cuentan por cientos, como las que aún cuelgan contra cierzo y marea en los balcones zaragozanos.

Las banderas españolas son uno de los productos estrella en los bazares chinos.
Las banderas españolas son uno de los productos estrella en los bazares chinos.
C. P. B.

En la película ‘Fe de etarras’, los integrantes de un comando tratan de pasar inadvertidos descolgando de su balcón una gran bandera de España. Son unos diez metros de enseña nacional –la tienen que desenroscar por el pasillo– y al desplegarla descubren que va decorada con el toro de Osborne. Es una escena boba, pero simpática. Es un ejemplo de comunicación no verbal y de cómo hay pocos símbolos más efectivos que una bandera.

El mandato de Santisteve en Zaragoza empezó hace cuatro años con muchos golpes de efecto. De hecho, en apenas un semestre ya habían asomado hasta cuatro banderas por el balcón del Ayuntamiento. Unas con consenso, otras por cuenta y riesgo de los comunes. Que si la del Frente Polisario, que si la griega por ser solidarios con la «deuda criminal», que si la francesa por los atentados de París... También se descolgó la bandera republicana, la de Estados Unidos tras la matanza de Orlando y las de los colectivos que representan la diversidad sexual.

Tanto izar y bajar banderas no auguraba nada bueno. De hecho, solo anticipaba la guerra de trapos que se desató en el verano de 2017. Entonces comenzaba la incertidumbre sobre la ‘cuestión catalana’, y el rechazo al ‘procés’ se exhibió en muchos balcones de la ciudad con banderas de España. Muchas de las cuales, oigan, aún resisten 30 meses después, aunque rajadas, vapuleadas por el cierzo, empapadas de lluvia y con los colores raídos. Ahí siguen, todo lo enhiestas que pueden, entre geranios, tendederos y esqueletos de oxidadas bicicletas estáticas.

"Vendimos muchas. Pero ahora, a pesal de la delota en Champions, vendemos más del Leal Madrid", dice la dependienta de un bazar chino, donde no ocultan entre maliciosas sonrisas que la bandera española, bien plegadita y a 5 euros, es ‘made in Taiwán’.

Otro sitio donde encontrar un buen repertorio de enseñas es uno de los clásicos comercios zaragozanos, El Pequeño Catalán. No deja de ser paradójico, con ese nombre, que despache a destajo banderas españolas. En su escaparate se exhiben estandartes de todas las comunidades y, con la Feria de Abril y el Rocío, comentan que la andaluza también tiene su clientela.

Hay politólogos que apuntan que la culpa de este patriotismo exacerbado la tiene el presidente Sánchez, cuando en junio de 2016 sorprendió a propios y extraños frente a una bandera digital gigante en el apogeo de un mitin. Casi tan chocante como que Iglesias se convierta en los debates en fiel escudero y adalid de la Constitución...

Sin embargo, la imagen grabada a fuego en la retina de los electores en lo que a orgullo patrio se refiere no es la de Sánchez, ni siquiera la de Abascal: es la de Sonia Monroy cuando se enrolló en una rojigualda fingiendo que la invitaban a la ceremonia de los Óscar. Tan icónica fue la imagen, que a las pocas semanas le surgió su versión catalanista: Karmele Marchante, sin miedo al ridículo, se atavió con una estelada. Se ve que ya no solo se recurre a la política de banderas para enmascarar la incapacidad de gestión de un gobierno, sino que hay trapos capaces de tapar muchas otras carencias.

Cantaba Bunbury en su ‘Extranjero’ aquello de "los nacionalismos qué miedo me dan". La letra parecía premonitoria. A buen seguro que al artista le estremecería ver llenos de símbolos muchos balcones de la ciudad, si bien, también fueron ‘contestados’ con vecinos que echaron mano del ingenio y colocaron en sus terrazas que si la bandera blanca, que si la pirata o, incluso, una con el rostro de Antonio ‘idem’, suponemos que por hacer la gracia con el apellido.

También florecen en las ventanas en las últimas semanas algunas enseñas de ‘Juego de tronos’, acaso, porque son las únicas que logran el consenso en la reunión de vecinos... Al menos, hasta este fin de semana cuando se desvele quién se toma posesión del trono de hierro. Las banderas televisivas siempre son más entretenidas que las reales. Que se lo pregunten a Sheldon Cooper, siempre al pie del cañón de su ‘Fun with flags’.

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