"No hacer nada con los maltratadores implica que van a reproducir sus conductas"

El experto en relaciones de género Santiago Boira afirma que no hay un perfil de agresor, sino que son sus creencias machistas las que le llevan a la violencia.

El psicólogo clínico y profesor universitario Santiago Boira.
El psicólogo clínico y profesor universitario Santiago Boira.
Guillermo Mestre

El asesinato de la abogada Rebeca Santamalia a manos de Javier Salvador Calvo, el hombre al que defendió durante el juicio por haber matado a tiros a su esposa en 2003, ha reavivado el debate sobre la posible reeducación de un maltratador y acerca del fin rehabilitador de las instituciones penitenciarias.

Salvador pasó 14 años en la cárcel –los últimos tres saliendo con permisos– y desde enero de 2017 estaba en libertad condicional, un beneficio que le consiguió su propia abogada, puesto que la junta de tratamiento de la prisión se opuso. En la cárcel, según sus allegados, mantuvo una larga relación con una trabajadora, que a punto estuvo de terminar en boda, y alguna más corta con otras. Pero, al salir en libertad condicional, la relación profesional con su abogada se transformó en personal y tormentosa y el pasado 18 de enero la mató.

Santiago Boira es psicólogo clínico, doctor por la Universidad de Zaragoza y primer responsable del programa Espacio, puesto en marcha en 1999 por el Instituto Aragonés de la Mujer (IAM) y dirigido a maltratadores. Recuerda que una de las conclusiones que sacó de aquellos años de trabajo fue que solo entre el 20% y el 23% de los hombres que pasaban por allí había experimentado algún "cambio clínico" en su sistema de creencias machistas y misóginas, base fundamental de su conducta violenta contra las mujeres.

El profesor de la Facultad de Ciencias Sociales cree necesario combatir ciertos tópicos como que existe un perfil de maltratador o que todos son iracundos y no controlan sus impulsos. "No hay perfiles. Uno puede pensar que tendría que tratarse de un tipo de hombre con determinadas características y no es así", dice.

En el caso de Javier Salvador, conocido como Javi el Pájaro en La Puebla de Híjar, sus vecinos lo definen como una persona embaucadora, conquistadora y con mucha labia. Su forma de ser encajaría dentro de lo que los psicólogos, como indica Boira, llaman una doble fachada. "Es decir –explica–, pueden ser personas con ciertas habilidades sociales y perfiles psicopáticos relacionados con mostrar hacia el exterior confianza y actitudes positivas. Eso no quiere decir que no tengan interiorizadas un conjunto de creencias patriarcales y machistas que son las que realmente pueden impulsar comportamientos de violencia o de asesinato".

Sin un perfil definido

Insiste en que no es posible generalizar, aunque subraya que sí es cierto que en la base de los perfiles están las ideas distorsionadas de género. "Pero ni todos son celosos, ni todos son psicópatas en el sentido clínico de la palabra, ni todos tienen problemas con el alcohol. Es decir, no hay un perfil".

Durante el juicio contra Salvador, su letrada mantuvo que mató a su esposa en un arrebato, en una pérdida del control de sus impulsos. Para Boira, experto en relaciones de género, su trabajo le lleva a la conclusión de que decir que todos los maltratadores tienen ira y descontrol de los impulsos es otro tópico. "Claro que puede suceder en unos casos, pero no es habitual porque la violencia siempre es intencional sea la que sea", afirma.

Pero alerta de que una de las claves de la violencia machista es infundir miedo y temor. "Muchas veces el descontrol es como un aviso a navegantes. Es como un modo de decir: ‘cuidado, ahora le estoy pegando a la pared pero la siguiente puedo estar pegándote a ti’", ilustra. Al plantearle si los maltratadores son reeducables cita el convenio de Estambul contra la violencia de género: "Lo que deja claro es que lo único que no podemos hacer con los maltratadores es no hacer nada".

"No hacer nada implica que se va a reproducir la conducta", afirma. El caso de Salvador lo ve como un perfil más "psicopático" y más "difícil" de intervenir. "Pero en otros –señala– si logras ese cambio de actitud hacia las mujeres, si se hace un pelín más empático y empieza a entender que lo que hace no es porque tenga derecho a hacerlo sino que genera consecuencias negativas en la otra persona y que puede llegar a ser feliz sin necesidad de acudir a este tipo de comportamientos, al menos estás frenando que lo vuelva a hacer".

Reconoce que uno de los momentos de riesgo para una mujer que convive con un agresor es el de la separación. "Básicamente, el maltratador busca mantener una relación de poder sobre la otra persona. Cuando la mujer pretende reconvertir la relación, hacerla simétrica o escapar es cuando se produce una violencia muy severa o el asesinato", dice.

"’No puedo vivir sin ella o mi vida no tiene sentido’, son cosas que me han dicho. Y es entonces cuando se disparan las agresiones", afirma.

Programas con víctimas y maltratadores

Santiago Boira apuesta por coordinar los programas de tratamiento a maltratadores y maltratadas y hacerlos complementarios. "Si se trabaja con una víctima en el IAM o la Casa de la Mujer y tienes cerca a alguien que está trabajando con el hombre, puedes coordinarte o ganar tiempo para que ella pueda empezar a tomar más consciencia, o separarse o ganar independencia económica y salir fuera o salvaguardar a los niños para que no sufran violencia", explica.

Según dice, hay muchas veces en las que no se logra ningún éxito pero, añade, la "cura" o los cambios en el sistema de creencias del varón no son los únicos objetivos posibles. Para el psicólogo y profesor de la Universidad de Zaragoza, en casos como el sufrido por Rebeca Santamalia, la víctima para el maltratador es "secundaria" y si no es una mujer va a ser otra, como ya demostró con su esposa y luego con su abogada.

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