"Al médico le digo: quítame lo que sea menos la actividad y la compañía"

Evina Gil Asensio, de 80 años, recibe a una trabajadora de ayuda a domicilio una vez por semana. Solicitó el servicio al Ayuntamiento al fallecer su marido, y aunque está "encantada" con él, reclama "a los jefes" más horas. Según datos oficiales, 5.904 personas se benefician de este servicio en Zaragoza.

Evina Gil Asensio, de 80 años, conversa con Laura, la auxiliar de ayuda a domicilio que desde hace diez años la visita una vez a la semana.
Evina Gil Asensio, de 80 años, conversa con Laura, la auxiliar de ayuda a domicilio que desde hace diez años la visita una vez a la semana.
P. Berné

A Evina Gil Asensio, de 80 años y vecina del barrio de San José de Zaragoza, pocas cosas le hacen más ilusión que la visita semanal de Laura, la auxiliar de ayuda a domicilio del Ayuntamiento de Zaragoza que le limpia la casa, la saca a pasear y le sube la compra una vez por semana. "No sabéis la compañía que me hace... Yo le cuento mis cosas, todo lo que me pasa, las cosas que hago... Esta mañana ya le he bailado dos bailes. La compañía, quizás, es lo que más valoro. Le digo que no se jubile antes de morirme yo, porque es que no pienso morirme tan pronto", bromea esta octogenaria.

Ella es una de las 5.904 personas que se benefician del programa de ayuda a domicilio del Ayuntamiento de Zaragoza, un "servicio preventivo" que, según fuentes municipales, está pensado para que puedan permanecer el máximo tiempo posible en sus casas, pues reforzar su autonomía personal les ayuda a envejecer mejor, recalcan.

Video:Al mdico le digo qutame lo que sea menos la compaa

A cierre de este último año, 5.904 personas se beneficiaron de este servicio, que registró 408 usuarios más que en 2016; y buena parte de ellos, como en el caso de Evina, son también usuarios de teleasistencia, un servicio del que se valieron 11.340 zaragozanos en 2017, 1.189 más que el año anterior. Evina Gil recurrió a él hace diez años, cuando se quedó viuda y sin hijos en el domicilio de ambos. Con 21 años -cuenta- se casó y se marchó del pueblo, donde todavía viven sus hermanos (uno en Mesones de Isuela, y otro en Calatayud). Después residió en Madrid y finalmente se vino con su marido a Zaragoza. "Ahora vivo sola del todo, pero ya no estoy sola porque cogí teleasistencia. Cuando murió mi marido estuve muy mal y les tenía que llamar casi todas las noches. Fue en el año 2.000, lo vi en la tele y lo solicité sin saber bien qué era. A los tres días me lo pusieron y estoy muy agradecida. Lo pasamos bien, y a veces vamos a La Aljafería", cuenta con una sonrisa.

 

Nada más cruzar la puerta de casa, se cuelga el pulsador del cuello a modo de colgante y no se lo quita hasta que se acuesta. "Llevo el botón conmigo y pienso que no estoy sola, porque lo aprieto y están aquí", confiesa la anciana. Mientras conversa con Laura y Jorge, la auxiliar y el trabajador social que le han visitado este martes, recibe una llamada.

- Evina, ¿cómo está hoy? ¿Qué nos cuenta?, le preguntan al otro lado de la línea telefónica.

- ¡Estoy de maravilla! Con tres periodistas, Laura y Jorge. ¡Rodeada de jóvenes!, presume ella.

Su vitalidad y alegría también se contagian entre los presentes. Laura, la trabajadora que la ayuda dos horas a la semana, la define como una persona "muy alegre, abierta y humanitaria", porque ayuda a todo el mundo. "Es una persona que transmite alegría porque es muy activa y realiza un montón de actividades. Tan pronto te baila que te recita un poema... Hay gente sola que si no les hicieras la comida, por ejemplo, no comerían. Pero en su caso es distinto. Ya que están solicas, tienes que ir conociéndolas y ayudarles sobre todo a que les sea más ameno el día e intentar facilitarles las cosas", recalca esta auxiliar del Ayuntamiento, que visita tres domicilios cada día, y un total de 15 a la semana.

Evina, que no puede estar más contenta con ella, asegura que si algún día ha ido "otra chica" en su lugar a hacerle las cosas la echa de menos, porque con Laura es como estar en familia. "Hago muchas actividades, y ella lo sabe. Cuando tengo que actuar en el teatro antes de que llegue el día se lo bailo a ella o le digo los poemas. La comida no me la hace porque puedo o como por ahí, pero si no también me la haría... La compra me la trae siempre, que quiere llevar el carro porque si no me riñe que cojo muchas cosas (risas). Eso sí, no me tiene que llevar de la mano ni nada, ¿eh?", añade orgullosa.

Del conjunto del servicio que le presta desde hace diez años el Ayuntamiento resume que lo que más valora es la compañía, pues tanto Laura como los trabajadores del servicio de teleasistencia le proporcionan un rato "genial" en esos momentos en los que está sola. No obstante, y pese a estar jubilada, esta diseñadora octogenaria -que en tiempos trabajó para El Corte Inglés y confeccionó trajes de piel para la Campana de Oro- asegura tener una agenda muy apretada. "Me acuesto a las 23.00 pero me levanto a las 5.00 porque tengo que aprenderme las cosas de memoria...", subraya aplicada. Así, a lo largo de la semana esta octogenaria hace yoga, taichí, danza, teatro y gimnasia. "Ayer acabé ya la danza -danza clásica, nada de tonterías- y el día 16 de este mes haré teatro en la Biblioteca General, a las 19.00. Si queréis venir me veréis recitar los poemas y bailar. No cobramos, pero si tuvierais que pagar os pagaría la entrada. Os lo digo de todo corazón, venid, que os gustará", comenta animando a todos a disfrutar de su obra. Laura, entre risas, cuenta que la visto prepararse más de una vez. "Se lleva una maleta que para qué cada vez que actúa... A veces le digo: chica, ¿adónde te vas?", cuenta con una sonrisa.

Video:Poema recitado por Evinia Gil

Precisamente esa vitalidad que la caracteriza la mantiene gracias al conjunto de actividades que realiza y la ayudan a estar entretenida, alegre y en compañía la mayor parte del día. "¿Qué si me ayuda? -se pregunta-. El día que deje de hacer todo eso, no sé... De verdad no quiero ni pensarlo. Cuando voy al médico le digo: hágame lo que sea, pero que no me quiten las cosas que estoy haciendo. Laura podrá venir aún, pienso...", dice guiñándole un ojo a su más fiel compañera del Ayuntamiento. Así, su único reclamo, es el poder pasar más tiempo con ella, en compañía, recitando poemas, haciendo la compra o simplemente dando un paseo por el barrio. "Laura viene un día solo, pero me hace falta más... no para limpiar, pero sí para estar un ratico… Aunque hago muchas cosas, me gustaría que viniera más veces y ya se lo he dicho a 'los jefes'", bromea.

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