La excavación e investigación arqueológica de una fosa común de la Guerra Civil con más de 400 cadáveres de soldados bloquea la ampliación del cementerio de San Blas, un barrio rural de la capital turolense, desde hace más de cinco años. Cuando, en 2018, se iba a llevar a cabo un proyecto para construir 24 nichos, se localizó un enterramiento colectivo de víctimas de la batalla librada en Teruel entre finales de 1937 y principios de 1938 que paralizó la obra y puso en marcha el proceso de exhumación y estudio arqueológico.

La primera excavación permitió extraer 17 cadáveres de soldados muertos durante la batalla de Teruel. Los restos permanecen depositados en el camposanto de San Blas a la espera de cruzar sus ADN con los de las familias que buscan a familiares desaparecidos durante la contienda, un trabajo que correspondería al Gobierno aragonés, pero que no se ha llegado a realizar. Como consecuencia de la intervención arqueológica, afloraron también algunos objetos personales, como restos de indumentarias, zapatos o hebillas, que también se almacenaron.

Desde el Departamento de Presidencia, Interior y Cultura, que contrató la excavación arqueológica, informaron de que la intervención sigue en marcha. La empresa encargada del proyecto, Carpetania Integra, indicó que mantiene contactos con el Ayuntamiento y con el Gobierno aragonés para continuar con la actuación al disponer de documentación que indica que en la fosa hay sepultados más de 400 cadáveres de militares. El proyecto, codirigido por Chema López y Domingo Martínez, pretende completar la exhumación de todos los restos.

Peligro de caídas

Mientras se completa la intervención arqueológica, el cementerio permanece recorrido por una zanja de decenas de metros y más de medio metro de profundidad que supone un peligro de caída en un camposanto que sigue operativo en el barrio rural más poblado de Teruel, con 750 habitantes.

El alcalde pedáneo de San Blas, Javier Cañete, afirma que "da grima" ver cómo está el cementerio, surcado por la zanjas abiertas para la excavación de la fosa común. Señala que en la fiesta de Todos los Santos de 2022 comunicó a la concejala delegada de Cementerios la situación del camposanto y le remitió unas fotos en las que quedaba patente la "peligrosidad" que entraña el estado actual, "sobre todo para las personas mayores que visitan el lugar".

Añade que, aunque hasta ahora no ha habido problemas para llevar a cabo los enterramientos que precisa el barrio, si la ampliación tiene que esperar a que se termine la excavación completa de la fosa y a que se realicen los análisis de ADN y a su cruce con los perfiles genéticos de las familias que buscan a parientes desaparecidos durante la Guerra Civil "puede haber problemas".

Desde el Ayuntamiento de Teruel manifiestan su voluntad de acometer la ampliación del camposanto "lo más pronto posible". Añaden que, aunque el proyecto para construir los nichos está disponible, falta por concretar la financiación, que podría proceder de los remanentes de 2022.

Una batalla decisiva

La aparición de la fosa común de San Blas pone de relieve una vez más el trágico impacto de la batalla de Teruel, una de las más sangrientas de toda la Guerra Civil y que se disputó en medio de un crudo invierno. Se enfrentaron 200.000 soldados de los dos ejércitos con un balance de cerca de 40.000 fallecidos.

Fue la única ocasión durante todo el conflicto en que una capital de provincia, Teruel, fue reconquistada por las tropas gubernamentales, aunque efímera mente. Los enterramientos derivados de aquel conflicto salpican el municipio, en algunos casos controlados –como en caso del cementerio de San Blas– y en otros de forma improvisada y sin referencias documentales.