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El último rebaño de ganado bravo trashumante parte de Frías hacia Jaén

Cinco pastores conducen a 450 reses durante 32 días y a lo largo de 500 kilómetros en busca de pastos para el invierno.

El rebaño de reses bravas parte de Frías de Albarracín en dirección a Jaén.
El rebaño de reses bravas parte de Frías de Albarracín en dirección a Jaén.
Javier Escriche

Un rebaño de 450 reses bravas ha partido este sábado desde la finca del Valle del Cabriel, en Frías de Albarracín, para recorrer a pie los 500 kilómetros que lo separan de su destino de invernada, en El Pendoncillo de Vilches (Jaén). La vacada de la última ganadería trashumante de ganado bravo del país, la de Alicia Chico, iniciaba así un largo y exigente periplo de 32 días con el objetivo de asegurarse los pastos cuando el hielo y la nieve cubran la Sierra de Albarracín, donde permanecía desde el pasado mes de junio.

Cinco pastores –cuatro montados a caballo y uno, el «hatero»,    en un vehículo de apoyo– acompañan a los animales en su recorrido a través de cinco provincias por la Cañada Real Conquense hasta llegar al destino andaluz, el mismo camino que, según ha confirmado un reciente descubrimiento arqueológico en Bronchales, hacían ya los ganaderos celtíberos hace 2.500 años.

El último rebaño de ganado bravo trashumante parte de Frías
El último rebaño de ganado bravo trashumante parte de Frías

Cuatro vaqueros de Alicia Chico, encabezados por el mayoral Tomás González, escoltan a caballo al rebaño cuando, al amanecer, abandona el camino de acceso al Valle del Cabriel para entrar en la carretera A-1704 y encaminarse hacia la Cañada Honda, la primera parada ya en la provincia de Cuenca.

La escena es contemplada con expectación por decenas de vecinos de localidades cercanas que han madrugado para asistir al majestuoso paso del rebaño camino de Andalucía. El mayoral, nervioso, da algunas voces para que los curiosos demasiado entrometidos dejen paso a las vacas, encabezadas por una docena de bueyes que marcan el ritmo de toda la expedición.

La vacada de la ganadería de Alicia Chico incluye 450 reses.
La vacada de la ganadería de Alicia Chico incluye 450 reses.
Javier Escriche

Entre los espectadores, está José Luis García, de Villar del Cobo y que también fue ganadero trashumante hasta el año pasado, cuando liquidó sus vacas por jubilación. "Vengo a ver la salida por curiosidad, porque es la primera vez que puedo estar aquí", explica. Recuerda que durante 32 años él mismo viajó con un centenar de vacas hasta Córdoba, inicialmente, y en los últimos años hasta Cañada de Hoya (Cuenca), donde sus animales podían pastar a 900 metros de altitud frente a los 1.600 de su explotación en Villar.

Tomás González se pone al frente del rebaño montado a caballo, mientras que un compañero se sitúa a cada lado de la vacada y otro al final, para que ningún animal se quede rezagado. El mayoral explica que la salida "siempre es mala porque las vacas, sobre todo las jóvenes, y los machos no quieren dejar la finca. Se resisten a abandonarla. Los primeros días son complicados, hasta que el ganado se acostumbra a andar".

Como avanzadilla, el ganadero trasladó en camiones 130 ejemplares entre machos y crías, pero procura limitar al máximo esta fórmula de transporte por su elevado coste en beneficio del secular desplazamiento a pie.

Varias decenas de curiosos asistieron a la partida del rebaño desde Frías.
Varias decenas de curiosos asistieron a la partida del rebaño desde Frías.
Javier Escriche

Aunque encara en largo viaje en pleno invierno, no está preocupado por la meteorología sino por la escasez de pastos en la Cañada Real. "A los pocos días de salir, el tiempo mejora y la nieve, si cae, dura poco tiempo. Lo peor es que no hay comida en el camino porque llovió tarde y el campo está fatal", explica mientras camina y tira de las riendas de su caballo. Matiza que las expectativas son mejores en la finca de destino en Vilches, donde, "si llueve un poco, habrá buenos pastos y también bellotas para el ganado".

La vacada se alimenta del pasto que crece en la Cañada Real, que según la legislación debe medir 90 varas castellanas –75 metros– de anchura. Los trashumantes denuncian que estas medidas son teóricas, porque la realidad es que en algunos lugares el paso no mide más de 10 metros debido a las invasiones por cultivos, vertederos y hasta campos de golf.

González, con nueve trashumancias a las espaldas –en invierno hacia Vilches y en verano hacia Frías–, está preocupado por el futuro de esta práctica pecuaria. "Es difícil encontrar gente que sepa el oficio y no hay jóvenes interesados", explica. Los datos refuerzan su pesimismo, porque hace un siglo había 14 ganaderías de reses bravas trashumantes en los Montes Universales y, actualmente, solo queda la de Alicia Chico.

Durante el próximo mes los integrantes de la expedición dormirán en tiendas de campaña. El mayoral admite que el viaje "se hace duro". Un fotógrafo que acompaña desde hace varios años a la expedición cuenta que "los primeros días cuesta dormir en el suelo, pero te acostumbras hasta el punto de que, al llegar al destino, la primera noche no puedes pegar el ojo entre las sábanas".

Dos duchas en un mes

Durante un mes los pastores y el ganado viven a la intemperie, en ocasiones bajo la lluvia o con nieve. Se tienen que conformar con un par de duchas durante todo el viaje. Y su trabajo diario no termina al llegar a cada final de etapa, porque hay que acondicionar un cercado para encerrar al rebaño con seguridad.

El viaje no terminará hasta pasadas las Navidades con lo que es muy probable que los pastores pasen las próximas fiestas fuera de casa. Pero Tomás González le resta importancia a esta circunstancia porque, asegura: "El grupo de vaqueros formamos también una familia".

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