Tercer Milenio

En colaboración con ITA

¿Inventaron la herradura los pastores trashumantes celtíberos de Bronchales?

La herradura, una protección vital para el casco del caballo, nació, de acuerdo a los últimos hallazgos, en comunidades celtíberas trashumantes como la del Castillejo de Bronchales.

Encierro a caballo en Griegos, ejemplo de un tipo de festejo muy extendido en la Sierra de Albarracín que podría ser una reminiscencia de las escoltas del ganado trashumante.
Encierro a caballo en Griegos, ejemplo de un tipo de festejo muy extendido en la Sierra de Albarracín que podría ser una reminiscencia de las escoltas del ganado trashumante.
Sevi

El enigma sobre la invención de la herradura podría quedar resuelto gracias al hallazgo en el yacimiento celtibérico del Castillejo del Vallejo del Sordo de Bronchales de dos legras, instrumentos utilizados para preparar la pezuña del caballo para el herraje. El descubrimiento, realizado por un equipo de arqueólogos dirigido por Francisco Burillo, Raúl Ibáñez y Jesús Picazo, apunta a que las primeras herraduras de la historia fueron utilizadas por los celtíberos trashumantes, que, en el siglo V antes de Cristo, montaban a caballo para conducir sus rebaños de ganado vacuno desde los pastos de verano en los Montes Universales hasta la cabecera del Guadalquivir en Andalucía para pasar el invierno y que hacían la ruta inversa al llegar el periodo estival.

Las primeras excavaciones de la extensa necrópolis celtibérica de Bronchales se limitaron a seis enterramientos, en la mitad de los cuales aparecieron bocados metálicos de caballo, un indicio de la importancia de este animal para los ganaderos trashumantes así como de la riqueza acumulada por estos celtíberos, que, además de poseer equinos en abundancia, se permitían el lujo de enterrar sus arreos como ajuar funerario en unos tiempos en los que el hierro era un bien escaso y preciado. En ninguna otra necrópolis de la Celtiberia las tumbas presentan el mismo porcentaje de bocados enterrados –nunca supera el 1%, muy lejos del 50% de las tumbas del Castillejo–.

Dos objetos desconcertantes

Entre los numerosos objetos metálicos desenterrados en las seis tumbas de Bronchales, destacan dos objetos que desconcertaron desde el principio a los investigadores. Inicialmente, los arqueólogos apuntaron a que podría tratarse de pujavantes –una herramienta utilizada para cortar las pezuñas del ovino–, pero, finalmente, los análisis de las piezas han concluido que se trata de legras cuya finalidad era adecuar los cascos de los caballos para recibir las herraduras.

Legras celtíberas descubiertas en Bronchales para preparar el herraje.
Legras celtíberas descubiertas en Bronchales para preparar el herraje.
Francisco Burillo

La excavación parcial de la necrópolis del Castillejo aportó numerosas piezas metálicas que revelan la pujanza económica y el refinamiento del pueblo que habitó Bronchales hace 2.500 años, pero también su estrecha vinculación cultural con las tierras íberas de Andalucía, confirmada por la presencia de broches y corazas de indudable fabricación andaluza, una circunstancia que confirma la práctica de la trashumancia desde el siglo V antes de Cristo con los mismos destinos geográficos que mantiene actualmente. Francisco Burillo señala que el yacimiento es el "primer lugar" del sur de Europa en el que se ha constatado "con argumentos arqueológicos" una trashumancia de larga distancia.

La intervención arqueológica, llevada a cabo en 2021 y 2022, aportó también una lanza metálica de 2,2 metros de longitud, una punta de jabalina, una funda de espada de antenas, dos tijeras para esquilar ovejas y, sobre todo, arreos para caballos, lo que incluye tres bocados y dos carrilleras de hierro. Todos los materiales destacan por su excepcional buen estado de conservación, derivado de su localización en una zona que nunca se cultivó y de las características geológicas del terreno.

Las legras de Bronchales, unidas a otros referentes de herraduras en enterramientos celtíberos de Aguilar de Anguita (Guadalajara), Requijada de Gormaz (Soria) –ambos excavado por el Marqués de Cerrablo en 1916– y Luzón (Guadalajara), apuntan, según Francisco Burillo, a que fue este pueblo y, más concretamente, sus pastores trashumantes los primeros en utilizar de forma habitual las herraduras en sus caballos. Burillo, que presentó sus conclusiones recientemente en la Real Academia de Ciencias Veterinarias de Valencia, señala que la utilización de este elemento de protección no está constatado, sin embargo, en la posterior cultura romana, donde se utilizaban técnicas de endurecimiento de las pezuñas como alternativa al herraje y que consideraba "un comportamiento bárbaro" clavar estas piezas metálicas en los cascos.

Herradura celtíbera descubierta en Aguilar de Anguita (Guadalajara).
Herradura celtíbera descubierta en Aguilar de Anguita (Guadalajara).
Francisco Burillo

Dominio de los caballos

Los trashumantes celtíberos de Bronchales cumplen, según el investigador, todos los requisitos para descubrir la herradura, empezando por su "dominio de los caballos", atestiguado por los bocados y carrilleras metálicas exhumadas. Además eran excelentes metalúrgicos y precisaban de una protección duradera para las pezuñas de sus equinos durante los largos desplazamientos trashumantes. El descubrimiento de las dos legras, procedentes de ajuares funerarios y que "necesariamente" se utilizaron para "acondicionar el casco para herrar", certifica esta práctica.

El arqueólogo destaca la variedad de piezas de hierro extraídas de los enterramientos de Bronchales, elaboradas "por un herrero del siglo V antes de Cristo" que residía en el poblado. La comunidad relacionada con la necrópolis sobresale por la gran cantidad de hierro empleado en sus ajuares funerarios, incluidas las carrilleras de caballo, que, "usualmente", se confeccionaban con cuero, como en la actualidad. Esta característica podría responder a la aplicación bélica de los equinos como protección del ganado durante sus desplazamientos.

El caballo era imprescindible para el traslado de los rebaños vacunos desde la Sierra de Albarracín hasta los pastos de invernada de Jaén, Córdoba y Ciudad Real, un recorrido de unos 400 kilómetros a través de la Cañada Real de Cuenca que, tres milenios después, se sigue utilizando para hacer el mismo desplazamiento con ganado ovino y bovino. El viaje, de un mes de duración en cada sentido, obligaba a los pastores a emplear jinetes para el manejo de los animales y también para su protección armada, porque la acción de cuatreros estaba muy extendida en la Antigüedad.

La utilización del caballo para la conducción de los toros y vacas se mantiene plenamente vigente. El mayoral de la ganadería de Alicia Chico, Tomás González, que desde hace nueve años acompaña a un rebaño de 350 cabezas desde Frías de Albarracín hasta Vilches (Jaén), afirma que sin la utilización de caballos "sería imposible" manejar el ganado debido a su peligrosidad, a su envergadura y a la velocidad a la que avanza. El equipo de jinetes encargado de dirigir al rebaño está formado por cuatro hombres: uno que va en cabeza, dos a los costados y otro a la zaga que se encarga de vigilar a los animales que puedan quedar rezagados.

González agrega que el desgaste de las herraduras es muy intenso durante el desplazamiento, aunque está condicionado por la dureza del suelo. Relata que una de las últimas labores que hacen los pastores antes de partir hacia Vilches –y a la vuelta, camino de Frías– es herrar a sus caballos. Aún así, es habitual que durante el desplazamiento, que se prolonga durante un mes y a lo largo de 480 kilómetros, haya que reponer herraduras, una labor de la que se encargan los propios jinetes.

El mayoral está convencido de que los dos instrumentos de hierro desenterrados en el Castillejo y que inicialmente despistaron a los arqueólogos son las herramientas que se utilizan para preparar las pezuñas del caballo para el herraje. "Cuando vi las fotos, pensé de inmediato que eran legras", recuerda González.

Toros en las monedas

La cría de ganado vacuno era, junto a la producción ovina, una de las principales fuentes de riqueza de los celtíberos de Bronchales. Las reses bovinas eran muy apreciadas como fuente de carne y pieles, además de como animales de tiro para la agricultura. Burillo señala que la prueba de la relevancia que la cría de toros tenía para los pueblos íberos con los que comerciaban los pastores celtibéricos son "las representaciones de vacas o toros en el reverso de las monedas acuñadas en época ibérica en el alto Guadalquivir".

A juicio de este investigador, la utilización de herraduras no reapareció en la historia hasta la Edad Media porque ni los griegos ni los romanos utilizaron esta fórmula de protección del casco de los caballos. La "aculturación" de los celtíberos hizo desaparecer su descubrimiento durante siglos. Señala la cita del historiador griego Jenofonte que cuenta cómo los caballos eran obligados a trotar sobre "piedras redondas" para que sus cascos se endurecieran.

Los romanos, que posiblemente aplicaran la misma técnica, utilizaban, excepcionalmente, unas "sandalias" metálicas denominadas ‘hiposoleae’ que favorecían las labores de tiro, aunque su diseño es muy distinto de la herradura y podían ser metálicas pero también de otros materiales. En ningún caso contemplaban la utilización de clavos para adherirlas al casco del animal.

La presencia de numerosas armas en el Castillejo confirma que los celtíberos trashumantes iban armados en sus desplazamientos. Burillo considera que, dada la reducida población del poblado que dio lugar al recinto funerario –en torno a una veintena de familias–, debía de contar con el apoyo de jinetes "mercenarios" para proteger su valioso ganado.

De escoltas a encierros

Sostiene que las cabalgatas de escolta no han desaparecido en la actualidad, reconvertidas en un sucedáneo festivo. A su juicio, los tradicionales encierros a caballo que se celebran en numerosas localidades de los Montes Universales, tanto en su vertiente turolense como en la correspondiente a las provincias de Cuenca y Guadalajara, son una reminiscencia de los desplazamientos de los rebaños entre los pastos de verano y los invernales, pasando de lugares situados a más de 1.500 metros de altitud a tierras por debajo de los 600.

Las investigaciones señalan que los Montes Universales eran –y son– un lugar "privilegiado" por sus pastos debido a un régimen de lluvias mucho más abundante que la mitad sur de la Península. La climatología privilegiada comportaba una pujanza económica que posibilitaba la contratación de guerreros para contener a los ladrones de ganado. Francisco Burillo señala la "importancia antropológica" que conlleva mantener viva una práctica de hace tres milenios, aunque sea en formato lúdico.

Francisco Burillo –izquierda– y Raúl Ibáñez, con un bocado de caballo y unas carrilleras descubiertas en el Castillejo.
Francisco Burillo –izquierda– y Raúl Ibáñez, con un bocado de caballo y unas carrilleras descubiertas en el Castillejo.
A. Garcia / Bykofoto

Trashumantes armados que viajaban de Teruel a Jaén hace 2.500 años

El depósito anónimo de una bolsa con varias piezas metálicas a las puertas del Ayuntamiento de Bronchales en mayo de 2021 aportó la pista fundamental para encontrar el yacimiento celtíbero más productivo de las últimas décadas en la provincia de Teruel, el Castillejo del Vallejo del Sordo. 

Las averiguaciones arqueológicas para localizar el origen del los instrumentos entregados por un expoliador arrepentido condujeron a un enclave que, en las campañas de excavación de 2021 y 2022, aportó una extensa colección de armas, objetos personales y arreos para los caballos de singular interés y en un estado de conservación excepcional. Entre las piezas aparecidas, destacan dos tijeras de esquilar ovejas, una lanza de hierro de 2,2 metros de longitud, una punta de jabalina, una funda de espada, fíbulas para sujetar la ropa, bocados y carrilleras para caballos, corazas pectorales y dos refinados broche de bronce.

La factura de los broches, las fíbulas y las corazas apunta a su indudable fabricación en talleres íberos del norte de Andalucía, un dato que confirmó la práctica de la trashumancia entre los Montes Universales, donde el ganado pasta en verano, y Jaén y Ciudad Real para la invernada. Quedó demostrado que los pastores del siglo V antes de Cristo seguían las rutas que siguen, tres milenios después, los actuales pastores trashumantes. La calidad y dimensiones de los objetos indicaban, además, que el potencial económico de los ganaderos del Castillejo era, gracias a la cría de ovino y vacuno, muy superior al de sus coetáneos íberos.

Las excavaciones quedaron detenidas en 2022 tras la extracción de los materiales depositados como ajuares fúnebres en seis enterramientos. El equipo arqueológico responsable del proyecto, formado por Francisco Burillo, Raúl Ibáñez y Jesús Picazo, prevé retomar la excavación en la primavera de 2024, según indica Burillo. Adelanta que el proceso empezará con la realización de una prospección geomagnética para detectar las tumbas con mayor presencia de piezas metálicas. El investigador apunta a que, previsiblemente, la sepultura con más materiales metálicos corresponda con el herrero del poblado, que alcanzó una gran destreza en la producción metalúrgica.

El proyecto de excavación y su aprovechamiento como reclamo turístico y cultural, bautizado como 'Centro Museo: Sociedad Celtibérica y Trashumancia', recibió una aportación de 800.000 euros en los presupuestos del Estado de 2023 gracias a una enmienda de Teruel Existe. La colaboración del Ministerio de Cultura ha hecho posible la investigación de los materiales y permitirá el aprovechamiento como reclamo para el turismo, un objetivo que podría hacerse realidad en 2024.

El alcalde, David Hernández, anuncia que el Ayuntamiento ha adquirido un inmueble de interés arquitectónico para su adecuación como museo de los celtíberos trashumantes. Afirma que tras la compra del inmueble, construido en los años 30 del siglo pasado, se ha encargado a un arquitecto el proyecto de rehabilitación y adecuación museística. Hernández está convencido de que se podrá agotar la partida asignada en los presupuestos. Considera que el volumen de piezas arqueológicas aportado por la excavación del Castillejo, su calidad y su valor como acreditadoras de la trashumancia más antigua del país constituyen un recurso "muy atractivo" para el visitante.

Entre las piezas más destacadas de la excavación parcial del yacimiento, destacan las corazas pectorales de un guerrero celtibérico con un diseño idéntico a las que aparecen en las esculturas de los guerreros de Porcuna (Jaén) o un broche de bronce de 15 por 15 centímetros de diseño íbero que presenta una rica decoración con tres soles troquelados rodeados de una corona de finas líneas grabadas y espirales. Otro broche de la misma procedencia, conserva su esmalte de plata. Los arqueólogos señalan que este grado de sofisticación decorativa apunta a la existencia de una sociedad ganadera con alto poder económico y con estrechos vínculos culturales con el mundo íbero del norte de Andalucía, una conexión que solo se explica con la trashumancia de larga distancia.

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