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Gustavo Santamaría, del multiservicio de El Pobo: “Estoy dando servicio a pérdidas”

Hace un año que este colombiano, asentado en Teruel desde hace dos décadas, tomó las riendas del negocio de tienda y bar que no termina de funcionar.

Gustavo y Tatiana Santamaría, en el Restaurante y Multiservicio de El Pobo
Gustavo y su hija Tatiana Santamaría, en el Restaurante y Multiservicio de El Pobo.
Laura Uranga

Hace poco más de un año que Gustavo Santamaría cogió las riendas del multiservicio de El Pobo, un pueblo a 30 minutos de la capital turolense donde apenas viven 50 personas. El establecimiento es municipal y este colombiano asentado en Teruel desde hace 22 años ganó el concurso para explotarlo. El negocio cuenta con bar-restaurante y una pequeña tienda con lo básico pero lo que realmente hace caja es la parte de hostelería. 

En la tienda trabajo a pérdidas para dar el servicio pero no funciona. Me compran una botella de aceite o una caja de leche y se me han dañado muchos productos que ya están caducados y las tengo que tirar. Por eso, ahora solo vendo cosas por encargo, incluido el pan, que lo traigo tres veces por semana de Cedrillas”, explica Gustavo, que el año pasado hizo un pedido de 4.000 euros que todavía va pagando mes a mes.

Con el bar reconoce que tampoco se está haciendo rico pero al menos cubre gastos. Actualmente tiene a tres personas contratadas para hacer frente al verano, una temporada alta que dura dos meses y en la que tiene que sacar el suficiente beneficio como para sobrevivir el resto del año. 

"Doy almuerzos, comidas, cenas, tapas, bocadillos... Todo lo que se puede ofrecer en el único bar del pueblo"

Gustavo llegó hasta El Pobo tras haber llevado un negocio similar en El Vallecillo y cuenta con muchos años de experiencia en hostelería. Su familia (tiene mujer, tres hijos y una nieta) está en Teruel y él vive actualmente en el pueblo, porque abre su establecimiento todos los días. “Doy almuerzos, comidas, cenas, tapas, bocadillos… Todo lo que se puede ofrecer en el único bar del pueblo”, explica.

Los inviernos allí son complicados y apenas tiene a una decena de clientes que son vecinos de El Pobo que van a tomar café. En verano, en cambio, la población (habitualmente son unos 50 habitantes) se multiplica y la localidad recibe con los brazos abiertos a los veraneantes. Esas personas con segunda residencia en el pueblo y que son la alegría del medio rural en los meses estivales. 

Aun así, Gustavo no las tiene todas consigo de poder seguir adelante con este proyecto laboral en el que se embarcó en junio de 2021. “El invierno ha sido muy duro y quiero hacer balance después del verano para ver si me compensa seguir aquí o no. Estoy sacrificando mi familia, mi tiempo y mis cosas para trabajar a pérdidas”, lamenta.

Además, con su experiencia en el sector hostelero de Teruel y alrededores, asegura que trabajo por cuenta ajena no le faltaría. “Incluso me han hecho ofertas ya, pero yo me niego porque ahora tengo mi propio bar”. Un bar por el que va a luchar al menos hasta que pasen las fiestas de El Pobo, que son a finales de agosto y durante las que espera hacer negocio. “Los vecinos están contentos conmigo. Creen que me estoy haciendo millonario pero, no. Esto tiene muchos gastos mensuales, las facturas, los autónomos, los impuestos, los salarios… Si tuviera que pagar alquiler, al segundo mes lo hubiera dejado”, asegura.

El establecimiento tiene un comedor para 70 personas pero, dice Gustavo, la cocina de la que dispone no da para cocinar para tantos comensales. “Es pequeña y hay otra más grande pero habría que acondicionarla”, explica. Mientras tanto, vive buscando el equilibrio entre tener muchos clientes pero no demasiados, para poder darles el mejor servicio. Los platos que cocina son los tradicionales de la zona: migas, delicias, huevos rotos, ternasco de Aragón, trufa… “No he querido introducir la cocina colombiana porque no veo que haya demanda”, puntualiza.

Su primera experiencia en el sector hostelero fue en Albarracín, en 2001. “Vine a España para trabajar en la campaña de la fruta en Cataluña, con los payeses. Después estuve rondando un poco por Zaragoza, Gerona y Valencia”, recuerda. Fue en este último destino, a través del consulado de Colombia, donde le pusieron en contacto con un restaurante de Albarracín y, desde entonces, está en Teruel, metido de lleno en la hostelería. 

"Ahora lo estoy sacrificando todo por nada. Si al menos fuera por un sueldo medianamente bueno, sería otra cosa"

Llevar el multiservicio de El Pobo es su última aventura pero no es la primera vez que está al frente de su propio negocio. Anteriormente regentó un establecimiento similar en El Vallecillo pero lo dejó, dice, “porque no encontraba a gente para trabajar”. Cuando se le pregunta si ahora preferiría trabajar por cuenta ajena, la respuesta es clara: “Sí, porque ahora lo estoy sacrificando todo por nada. Si al menos fuera por un sueldo medianamente bueno, sería otra cosa. Trabajar para uno está bien si compensa pero si no, nada”, confiesa.

Gustavo lo tiene claro y cambiar de vida no le asusta en absoluto. “No tengo miedo a nada, porque cuando uno es bueno en lo que hace sabe que tiene trabajo aquí o allí”, defiende. Además, reconoce que cuando cogió el negocio pensó que recibiría más ayuda por parte del Ayuntamiento pero de momento no ha sido así. “Ellos ya saben que si después de fiestas no me salen las cuentas, les devolveré las llaves”. Aunque no quiere tirar la toalla ya, uno de los puntos álgidos del año en El Pobo acaba de pasar y él apenas se ha visto beneficiado económicamente. Se trata del Festival Poborina Folk, un acontecimiento que a finales de junio llevó hasta este pequeño pueblo a centenares de personas. Un importante número de público que, lamentablemente para Gustavo, apenas consumió en su bar. “Se instalaron barras en el sitio del escenario y otras justo al lado de mi negocio y la gente bebía ahí. Sí que di alguna comida más, pero poca cosa”, explica. La próxima cita clave serán las fiestas de agosto. De aquí a entonces quedan dos meses que serán cruciales para que Gustavo tome una decisión sobre su futuro. Una decisión que no solo le afectará a él, sino también a los vecinos de El Pobo, que podrían perder su único bar.

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