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Lorenzo corta una oreja y Roca Rey se salva del petardo ganadero

El comportamiento de las reses de Rocío de la Cámara y Fernando Sampedro desechó cualquier atisbo de triunfo en la primera corrida de la Feria del Ángel.

Álvaro Lorenzo, en un muletazo con la mano izquierda al primero de su lote.
Álvaro Lorenzo, en un muletazo con la mano izquierda al primero de su lote.
Antonio García/Bykofoto

La entrada de la primera corrida de abono de la Feria del Ángel no acusó la ausencia de última hora de Roca Rey tanto como se pudiera esperar. Y el espectáculo, visto lo visto, tampoco. El previsible lleno en los tendidos quedó en “casi”. El transcurso de la tarde, ni eso. El mayúsculo petardo ganadero, compartido por los hierros de Rocío de la Cámara y Fernando Sampedro, desechó cualquier atisbo de triunfo.

Tan solo Álvaro Lorenzo fue capaz de arrancar una oreja al segundo de la tarde, muy justo de presentación y fuerzas pero manejable. El inicio de rodillas con el toro arrancándose de lejos fue un espejismo. Las embestidas se apagaron pronto, y el toledano tuvo que hacerle tragar los muletazos de uno en uno. Lentos, bien trazados, pero de escasa emoción. Suficiente como para puntuar tras pinchazo y estocada.

Menos fácil lo tuvo frente al quinto, descarado de cara y manso hasta decir basta. Ya en el primer encuentro con el caballo cantó la gallina. Y no dejó de protestar durante una lidia en la que Lorenzo no terminó de poderle. El toro pasaba sin entregarse, con los andares de un palomo, y ganó terrenos hasta alcanzar las proximidades de toriles. Un espadazo trasero y tendido no evitó la fuerte petición de oreja que se saldó con vuelta al ruedo.

Miguel Ángel Perera tuvo que conformarse con la ovación que escuchó tras dar muerte al cuarto, blando de salida que sufrió un volteretón que hizo incrementar las precauciones. El extremeño lo hizo todo por alto, aliviándolo. Y cuando trató de someterlo por bajo, perdió las malos con idéntica facilidad que el que abrió plaza, otro bobalicón que llevó al extremeño a excederse en confianza y recibir una voltereta sin trascendencia.

Sí la tuvo la ineptitud del palco al devolver al bello sardo que hizo de tercero por manso. Todos teníamos ganas de ver a Pablo Aguado con un oponente de mejor condición, pero el pañuelo verde no debe juzgar el comportamiento del toro.

En su lugar saltó otro de Sampedro que empujó bien el caballo pero no permitió excesivo lucimiento. Apenas unos destellos sueltos de muleta, antes de brindar lo más destacado del encierro con un ramillete de verónicas reposadas al que cerró plaza, tan dócil y descastado como los dos primeros. Este no es el toro que necesita Aguado. Ni sus compañeros, tampoco. Es preferible que el debut de Roca Rey en Teruel se haya hecho esperar...

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