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Belén Luque: "Jaca es una ciudad a la que no puedes evitar querer"

La directora del Museo Diocesano de Jaca será también Hija Predilecta de la ciudad desde el miércoles.

Belén Luque en la Sala Bagüés, la joya del Museo Diocesano de Jaca por sus pinturas murales.
Belén Luque en la Sala Bagüés, la joya del Museo Diocesano de Jaca por sus pinturas murales.
L. Zamborain

El Ayuntamiento de Jaca celebrará el miércoles un pleno para conceder el título de Hija Predilecta a Belén Luque, directora del Museo Diocesano, por sus servicios en beneficio del municipio. Hace menos de un año recibió de la asociación Sancho Ramírez la Vara Jaquesa, por proteger y preservar el patrimonio.

¿Se va a jubilar pronto?

Tuve esa sensación cuando desde el Ayuntamiento me comunicaron la posibilidad de concederme el título de hija predilecta. Me sorprendió mucho, entre otras cosas porque parece que estos reconocimientos se reciben con un poco más de edad. Estoy muy agradecida solo por el hecho de que hubieran pensado en mí.

¿Qué implica este honor?

Desde que se ha sabido, lo que noto es un cariño tremendo por parte de toda la gente. Es una gran responsabilidad porque representas a tu ciudad y que en ese acto se reconozca como hijo adoptivo a David Simon, a quien admiro profundamente, me llena de ilusión. Siempre llevo a Jaca por bandera, porque es una ciudad a la que no puedes evitar querer, y más si eres de aquí.

¿Qué tiene de especial el Museo Diocesano de Jaca?

Es una puerta abierta a la historia, al arte medieval. Es un referente en el arte románico y la pintura mural, un lugar maravilloso por su colección y su emplazamiento, en el corazón de la catedral de Jaca. El museo te traslada mil años atrás para conocer cómo eran esos templos, pintados, llenos de vida y color; una imagen muy alejada de la que tenemos hoy porque las policromías se han perdido.

Está claro que le apasionan su trabajo y el Museo...

Hace que me sienta una privilegiada y cuando, además, recibes una distinción así, lo único que puedes es agradecer la suerte enorme que has tenido y la oportunidad que en su día me dio el Obispado de Jaca de dirigirlo.

¿Qué hace, más allá de tu trabajo, para obtener este título?

Cuando te apasiona lo que haces, cuando tenemos una colección como esta, cuando puedes enseñarla y transmitir su valor… venir a trabajar es maravilloso. Además, la gente de Jaca se ha convertido en nuestra mejor embajadora. Si viene un amigo o un familiar le dicen que visite el museo, que participe en las visitas guiadas… Todo esto hace que la dedicación sea máxima, y más si tienes un equipo que comparte tu apasionamiento.

Cuando camina por su interior, ¿qué piensa? ¿qué cree que puede transmitir al visitante?

Una gran sensación de paz y serenidad, al contemplar salas como la Bagüés, el mayor conjunto de pintura románica de España. A veces, me siento ahí para ver la reacción de quien que entra por primera vez porque, cuando miras obras como estas todos los días, se puede tener la tentación de caer en la monotonía. Pero ver la sorpresa de quien las descubre te hace pensar que estás en un lugar muy especial

¿Se ha planteado alguna vez cambiar de trabajo o escenario?

La verdad, no. Conseguir este trabajo fue el culmen de mi carrera. Nunca había imaginado dirigir este museo, que visitaba y admiraba. Mientras el Obispado quiera no imagino otra cosa que estar aquí, en este puesto o en el que sea. Me gusta viajar, conocer otros centros, estar en contacto con colegas de fuera... pero no me movería de aquí. Para mí, vivir en Jaca es lo más.

¿Podría elegir una obra entre todas las de la colección?

No. Muchas de estas piezas son testimonio de pueblos desaparecidos y somos su testigo y su memoria. Es algo de lo que somos conscientes quienes trabajamos aquí. Tenemos que preservar las obras de arte y también la memoria de esas personas.

De haber nacido o vivido en otro sitio ¿se hubiera dedicado a la historia del arte?

No lo sé pero creo que estos más de 2.000 años de historia pesan mucho. Además tuve la gran suerte de que en el instituto Domingo Miral, donde estudié, dos profesores, Marisa Bailo y Javier Lagunilla, me hicieron amar la historia de Jaca. Eso y los libros de Domingo Buesa. Aquí, es inevitable que te guste la historia porque se respira en la calle.

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