Los científicos certifican la desaparición de uno de los últimos glaciares del Pirineo

La Paúl, en el macizo del Poset, el segundo más alto del Pirineo, se ha fragmentado y ha dejado de tener movimiento.

La imagen superior muestra el glaciar de La Paúl en el año 2000 y la inferior, en el 2022.
La imagen de la izquierda muestra el glaciar de La Paúl en el año 2000 y la de la derecha, en el 2022.
Enrique Segura

Cuando hace 12 años un grupo de investigadores estudiaba el glaciar de La Paúl, no podía presuponer un final tan cercano, teniendo en cuenta sus 40 metros de espesor. Sin embargo, tras la última campaña de control realizada este otoño, esos mismos científicos han certificado su desaparición. Se cae así de la lista una de las últimas 19 masas de hielo del Pirineo aragonés, reconocidas como Monumento Natural. El resto seguirá el mismo camino, a causa del cambio climático, algunos sin tardar muchos años.

La ‘muerte’ del glaciar de La Paúl, situado en el macizo de Posets y el segundo a mayor altitud de los Pirineos, la han certificado investigadores de la Universidad de Valladolid en un estudio sobre el terreno realizado en colaboración con un grupo de la Universidad de Extremadura, que hacen un seguimiento de la masa de hielo desde 2008.

Enrique Serrano, catedrático de Geografía Física de la primera universidad y coordinador del grupo científico, explica desde Chile, donde participa en una investigación sobre los hielos patagónicos, que en los vuelos de dron realizados en el año 2021 en La Paúl aparecían grietas y conexión entre bloques de hielo. Esto permitió constatar que seguía comportándose como un glaciar. Sin embargo, en la última campaña, en octubre pasado, ya vieron una división en tres pequeñas porciones, sin grietas ni huellas de flujo que denotaran el movimiento que los caracteriza. Dadas las olas de calor del verano, señala, "ha pasado de ser un pequeño glaciar a tres masas de hielo relicto, es decir, sin flujo, lo que permite decir que ha desaparecido".

Con él ha colaborado José Juan Sanjosé, catedrático de Ingeniería en Geodexia, Cartografía y Fotogrametría de la Universidad de Extremadura. De las 11 hectáreas que ocupaba La Paúl en 1984, pasó a 6 en 2016. La pérdida de espesor era cada vez más acusada y en 2018 se partió en dos, acelerando su retroceso. Entre 2021 y 2022 se separó en distintas porciones, dispersándose los restos de hielo por el circo glaciar de la cara norte del Posets.

De 52 masas de hielo a 19

Serrano recuerda que en las últimas décadas se ha visto desaparecer el de Coronas, en la cara sur del Aneto, Posets, Frondellas o Marboré. En 1850 había 52 en Aragón con una superficie de más de 2.000 hectáreas y en 2008 solo quedaban 22 con 310 hectáreas. La última medición, en 2016, reducía la superficie a 242 ha, con 19 masas.

En un futuro cercano se espera que corran la misma suerte y se descataloguen los del Infierno, Barrancs, Tempestades, Portillón o Boum. "Están al límite entre su consideración como glaciar o como helero, tienen una desaparición inmediata, aunque su disposición en los circos hace difícil establecer su final", precisa.

Para Enrique Serrano es una pérdida "irreversible y absoluta" para la naturaleza y la cultura del Pirineo. No supone, como en el caso de los grandes glaciares, la desaparición de recursos hídricos o cambios en los regímenes de los ríos, pero sí un perjuicio cultural y en el paisaje de la alta montaña. "Solo debemos pensar en la ascensión al Aneto cuando desaparezca el glaciar. Será otra ascensión", señala.

Un año catastrófico por las olas de calor

Las olas de calor vividas este verano han convertido el 2022 en un año catastrófico para los hielos del Pirineo. No solo han reducido el espesor y la superficie de todos ellos sino que en el de Monte Perdido han provocado además su fragmentación, acelerando el proceso de desaparición.

No le ha ido mejor al Aneto. La fusión de la nieve se anticipó un mes y medio y dejó al descubierto el hielo fósil ya a finales de junio. Incluso la Guardia Civil tuvo que alertar a los montañeros de la peligrosidad de la ascensión a la cumbre y aconsejar una ruta alternativa para evitar el paso por el suelo helado.

En la Maladeta, el tercero en superficie, "ha sido el peor año de los 31 que llevamos midiéndolo, tanto en pérdida de superficie como de espesor", afirman los técnicos que realiza el seguimiento por encargo de la Confederación Hidrográfica del Ebro. Calculan que la capa de hielo se ha reducido unos 3 metros en la parte superior.

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