La explosión del turismo de aventura en una tierra de montañas

El montañismo se ha ido popularizando en estas últimas décadas, y más desde la pandemia, compartiendo espacio con actividades como el rafting o el barranquismo, sin olvidar el último ‘boom’, el de las trail. 

La ascensión al Aneto refleja la creciente afición por el montañismo.
La ascensión al Aneto refleja la creciente afición por el montañismo.
Manuel Yera

Del pantalón de pana y el jersey de lana a las modernas prendas aislantes de Gore-Tex; del mapa al GPS o el teléfono por satélite; y del espíritu aventurero heredado de los primeros pirineístas, ansiosos por descubrir nuevos lugares, a carreras extremas como la ultratrail Aneto-Posets de 105 km y 6.760 de desnivel. El mundo del montañismo de hace 40 años se parece al actual como la noche al día. Y sin embargo, existe un denominador común en el afán por seguir explorando y ascendiendo a las agrestes cumbres.

A finales de los años 80, la Federación Aragonesa de Montaña (FAM) tenía 3.303 asociados, mientras que cerró 2021 con 13.755. Y esto solo representa la punta del iceberg de la afición por las actividades al aire libre, que viene de lejos, pero se ha acentuado con la pandemia. Además, desde hace un tiempo ya no se circunscriben al alpinismo o al senderismo sino que se extienden a otras disciplinas.

El actual presidente de la FAM empezó justo hace cuatro décadas su afición. "Invertíamos mucho tiempo en los desplazamientos hasta el Pirineo, el material estaba lejos de ser tan ligero y funcional como ahora y en la montaña te encontrabas con poca gente, casi eras un bicho raro", explica Javier Franco. Cree que antes tenía un mayor componente de romanticismo y aventura y ahora prima la actividad deportiva, con muchas variantes. "Ibas a descubrir y a conocer, porque no había mucha información sobre las rutas, hoy ya vas con planes prefijados", señala.

Otro cambio significativo afecta a la presencia de la mujer. Solo el 32% de los encuestados en el verano de 2021 en la alta montaña eran mujeres; pero ya se acercan en porcentaje al hombre en otros deportes como el senderismo, donde apenas se nota la diferencia: 46% frente a 54%.

Atasco en la cumbre

El aumento del número de practicantes ha abierto un debate en los últimos años sobre la masificación de determinadas cumbres míticas, como el Aneto o Monte Perdido, una situación que el Gobierno de Aragón no considera preocupante como para tomar medidas, a diferencia de lo que han hecho otras comunidades autónomas. Tampoco son partidarios los montañeros aragoneses, mientras que los municipios afectados ven difícil la aplicación.

La foto del atasco en el Everest, tomada por el alpinista Nirmal Purja el 22 de mayo de 2019, dio la vuelta al mundo y alertó sobre esta situación. Las colas en los tresmiles de los Pirineos son puntuales, pero cumbres como el Aneto reflejan cada año el creciente afán por ascender a lo más alto. A Monte Perdido –el techo del Parque Nacional de Ordesa– subieron entre junio y septiembre de 2020 más de 18.000 personas.

Del rafting al heliesquí

Pero no solo crece la afluencia a la montaña y a la naturaleza, también se diversifican las actividades, sumando nuevas disciplinas. Al rafting y el barranquismo, las primeras, su sumaron el parapente, las vías ferratas, la bicicleta de montaña, el puenting, el esquí de montaña, las excursiones con raquetas, el heliesquí o los quads. Y hasta en las ciudades han surgido rocódromos para poder seguir practicando.

Practicando rafting en el río Gállego
Practicando rafting en el río Gállego
Gustavo Ortas

Todas las actividades están reguladas en un decreto que en su día fue pionero en España. La normativa data de abril de 2008 y se actualizó recientemente al haber quedado obsoleta. En el anexo relaciona casi medio centenar de disciplinas diferentes, que en la práctica no paran de crecer. Existe además un listado donde deben inscribirse las empresas que realizan su actividad en Aragón. Su número ha ido en aumento, incluso con la pandemia. En 2021 crecieron un 18%. En estos momentos hay 533 compañías en la Comunidad, 82 más que el año anterior. Por provincias, Huesca es la reina del turismo activo y aglutina a la gran mayoría (78,6%), seguida de Zaragoza (13,7%) y Teruel (7,7%).

El riesgo se ha convertido en un recurso turístico. A la sombra del rafting o el barranquismo han surgido negocios turísticos en zonas como la sierra de Guara o en las localidades de Campo o Murillo de Gállego, que explotan los recursos de las aguas bravas. 

Más víctimas en montaña que en carretera

Y los accidentes en montaña se han disparado en paralelo al tirón de las actividades al aire libre, de manera que algún año las víctimas mortales incluso han superado a las de tráfico. Si en 1989 hubo 86 auxilios con 10 muertos, en 2019 se registraron 405 y 27 fallecidos. La incorporación del helicóptero de la Guardia Civil en 1986 revolucionó el rescate, que también se medicalizó. 

En 1999 se empezó a tomar conciencia del problema y nació lo que hoy conocemos como la campaña Montaña Segura, de prevención de accidentes en el medio natural, fruto de un convenio de colaboración entre Gobierno de Aragón, Aramón y la Federación Aragonesa de Montañismo. 

Rescate de un cadáver en un barranco de Guara en 1997.
Rescate de un cadáver en un barranco de Guara en 1997.
Javier Blasco

Juan Bazán, vicepresidente de la Asociación Española de Guías de Montaña (AEGM) y fundador y presidente de la Asociación Aragonesa de Empresas de Turismo Activo, lleva cuarenta años asistiendo a la imparable evolución del sector. Cuando vino de Madrid y se asentó en Biescas ni existía el rafting en Aragón. "Llegué con dos amigos y cuando dijimos que éramos guías de montaña nos miraron con recelo. Y la primera vez que hice una publicidad en un folleto como guía, en el que ofrecíamos subir a Monte Perdido o excursiones por Ordesa, la gente no sabía muy bien qué era eso", cuenta.

Puesta de sol en el refugio de alta montaña de Cap de Llauset.
Refugio de Cap de Llauset, el más alto del Pirineo aragonés y el último en construirse.
Guardas de Cap de Llauset

Una red de refugios ejemplar

La afición por la montaña en Aragón se ha plasmado en la creación de una red de refugios considerada ejemplar. El año anterior a la pandemia, 103.134 personas pernoctaron en los establecimientos amparados por la FAM, unos alojamientos que han experimentado un potente crecimiento si tenemos en cuenta que en 1985 la federación gestionaba cuatro guardados (Góriz, Estós, Casa de Piedra y el antiguo Ángel Orús) y hoy tiene 16. El más reciente (y el más alto del Pirineo aragonés), Cap de Llauset, abrió en 2016 con una arquitectura que cambió la piedra por el recubrimiento de chapa. 

Prueba de la importancia de los refugios es que Aragón aprobó el primero y hasta ahora único decreto existente para definir cómo debían ser y qué servicios debían dar, marcando unos estándares mínimos, por ejemplo, disponer una plaza de comedor por cada cama. "La esencia sigue siendo la misma: el valor de compartir mesa y habitación, pero se ha ido adaptando el alojamiento, para ser más cómodo y más sostenible, y se ha formado a los guardas", afirma Sergio Rivas, responsable de refugios de la FAM. 

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