El tirón de la nieve: de la gesta de Paquito a la democratización del esquí

La nieve se ha convertido en estas cuatro décadas en el principal motor económico del Pirineo, que ahora mira hacia la unión de sus estaciones. 

La estación de esquí de Candanchú en 1990.
La estación de esquí de Candanchú en 1990.
Ángel de Castro

La nieve es la gran locomotora que mueve la economía de los valles del Pirineo, un recurso que no se puede deslocalizar. Apenas ha pasado medio siglo del nacimiento de la mayoría de las estaciones y hoy ya se piensa en su unión. A los cambios tecnológicos, como los cañones de innivación y los modernos remontes –capaces de mover 145.000 esquiadores/hora– se unen otros sociológicos que han hecho de las pistas lugares de ocio y no solo deportivos

Cuando Paquito Fernández Ochoa se coronó en Sapporo en 1972, el esquí era cosa de señoritos de ciudad, lejos del alcance incluso de los habitantes del Pirineo. Candanchú había estrenado 27 años antes el primer telesilla de España y Formigal llevaba siete de rodaje, fruto del entusiasmo de los vecinos del valle y del impulso de un abogado zaragozano. La década de los 70 fue la del nacimiento de Astún, Cerler y Panticosa, y el momento de los primeros pasos para explotar la nieve en Teruel. La última incorporación fue Javalambre, que vendió su primer forfait en 1996.

Aquella gesta deportiva contribuyó a popularizar un deporte que se democratizó en paralelo a la política. "Antes de los 80 solo esquiaba la gente bien. Venían de las ciudades quince días o un mes", cuenta Robert Puente, autor del libro ‘Historia de los deportes en España’ y director de la Escuela de Esquí de Candanchú. "La gente del valle apenas practicaba, solo el que se podía comprar esquís, entonces de unos materiales indomables", añade.

Hoy, Aragón recibe a más de un millón y medio de aficionados cada temporada, tiene el 30% del dominio del país, siete de las 30 estaciones de alpino, ocho circuitos de fondo, sumando 540 km de pistas, y una oferta hotelera de 45. 000 camas en un radio de 35 km. La nieve dejó de ser una inclemencia meteorológica para transformarse en un recurso económico que genera 1.300 empleos directos y 12.000 indirectos. De cada 100 euros que gasta un esquiador, 20 se quedan en las pistas y 80 en el territorio.

La estación de Aramón Formigal-Panticosa registró una gran ocupación este sábado en una nueva jornada soleada.
La estación de Aramón Formigal-Panticosa recibe algunas jornadas del fin de semana hasta 17.000 esquiadores.
Verónica Lacasa

Fue en la temporada 2002-2003 cuando el Gobierno de Aragón e Ibercaja unieron bajo una misma empresa las estaciones de Cerler, Formigal, Javalambre, Panticosa y Valdelinares. Nació así Aramón, el primer holding de la nieve en España.

El director general de Aramón cree que el sector en el último medio siglo ha pasado "de una actividad deportiva y económica incipiente, a ser un sector estratégico fundamental en las zonas de montaña". Para Antonio Gericó, se trata del recurso turístico más importante de Aragón. "Hubo un ‘boom’ en los 70 y hasta los 90, cuando incluso se captaba turismo internacional (británicos, holandeses…) y se democratizó la practica del esquí entre la población española. En los últimos años se ha convertido en una experiencia turística, que además de lo deportivo engloba muchas más cosas".

Las estaciones han aumentado de tamaño, han modernizado sus remontes, hoy más rápidos, seguros y con mayor capacidad. La potencia de la nieve aragonesa se refleja precisamente en la posibilidad de mover 144.597 esquiadores a la hora en sus 116 remontes de las pistas de alpino, que suman 395 km, de los cuales 132 cuentan con sistemas de innivación.

La introducción de los cañones de nieve artificial ha sido uno de los hitos importantes. Ocurrió en los 80 y, afirma Gericó, "supuso dar estabilidad a una actividad de la que ya depende mucha gente". Solo Formigal-Panticosa dispone de 565 y puede mover en sus remontes 53.497 esquiadores/hora. 

La cifra de esquiadores en las estaciones aragonesas experimentó un crecimiento sobre todo en los años 90. En el invierno 1989-1990 se contabilizaron 532.240 y ocho años más tarde se habían disparado hasta 1.498.727. Aunque fluctúa mucho de una temporada a otra, en los últimos años ronda 1,5 millones. Para encontrar el récord hay que retroceder a la temporada 2008-2009, el año de la Expo de Zaragoza, justo antes de la crisis, con 1.840.195, según fuentes de Nieve de Aragón. 

Gericó destaca entre los hitos de los 20 años de vida de Aramón la ampliación de Formigal, la unión con Panticosa, la renovación de Javalambre y Valdelinares o la expansión de Cerler hacia Castanesa, que permitirá acercar la nieve aragonesa a Cataluña y contribuir "a generar economía en un valle que realmente lo necesita".

A las estaciones ya no solo se va a esquiar, comenta Robert Puente. Los remontes no son el único medio de rentabilizar las pistas. Con él coincide Andrés Pita, subdirector general de Astún (junto a Candanchú forma el dominio 100K), que desde los inicios casi ha duplicado su superficie. Destaca la irrupción del snowboard y la revolución en los materiales, como los esquís carving. "Las estaciones se van pareciendo a parques temáticos de la nieve e incluso se han puesto actividades que ni se soñaba con tener, como circuitos de conducción", explica, sin olvidar el auge del esquí escolar, para hacer cantera de aficionados.

El futuro, coinciden todos, pasa por unir las estaciones de los valles del Aragón y de Tena, que respaldan los fondos europeos Next Generation. En una primera fase, Candanchú y Astún, con 8 millones de euros ya concedidos. Y en una segunda, Astún y Formigal, cuyo proyecto optará a la segunda convocatoria. Esto situará a la nieve aragonesa "en una escala totalmente diferente", coinciden todos, más cerca de los mercados internacionales, cuando se está negociando además la posible candidatura de los Pirineos a los Juegos Olímpicos de Invierno del 2030.

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