Las comarcas de montaña, las que más crecen en Aragón: "La pandemia se vive mejor en el campo"

Las cuatro del Pirineo y Gúdar aumentaron su población más del 2% el primer año del covid. Los confinamientos animaron a empadronarse en los pueblos, según expertos y responsables políticos.

Blanca Vizán, enfermera, cambió Huesca por Sarsa de Surta. En la foto, con el ganado de su vecina.
Blanca Vizán, enfermera, que cambió Huesca por Sarsa de Surta, ha contribuido a engrosar la lista de empadronados en la comarca del Sobrarbe. En la foto, con el ganado de su vecina.
Heraldo

Las comarcas de montaña son las que más población han ganado en Aragón, según el último padrón oficial de habitantes, y en buena medida debido al denominado ‘efecto covid’, que empujó a muchos residentes de zonas urbanas a trasladarse al campo. Las cuatro del Pirineo (Jacetania, Sobrarbe, Ribagorza y Alto Gállego) y la de Teruel (Gúdar-Javalambre) fueron las únicas de las 33 que crecieron por encima del 2%, mientras que 12 perdieron vecinos y otras 14 que sí tienen un balance positivo no alcanzaron el 1%.

Según los datos del Instituto Aragonés de Estadística (IAE) a 1 de enero de 2021 (los últimos disponibles), la comarca con mayor incremento demográfico respecto al padrón del año anterior fue la turolense de Gúdar-Javalambre, que pasó de 7.359 habitantes a 7.575, un 2,94%, por encima de la media de Aragón (-0,24%) y de su provincia (0,28).

Le siguen las cuatro del Pirineo, con un aumento muy similar. El Alto Gállego ganó un 2,52% (de 13.434 a 13.772); La Jacetania, un 2,47%, superando la barrera de los 18.000 (de 17.825 a 18.266); Ribagorza, un 2,43% (de 12.171 a 12.467); y Sobrarbe, un 2,23% (de 7.490 a 7.657). Por detrás, ninguna llega al 2% de subida.

La explicación está clara, coinciden especialistas y responsables políticos: los confinamientos por la pandemia animaron a personas con segundas residencias en pueblos de esas comarcas a empadronarse en ellos.

Vicente Pinilla, catedrático de Historia Económica de la Universidad de Zaragoza y director de la cátedra sobre Despoblación y Creatividad de la Diputación de Zaragoza, lo atribuye claramente a este fenómeno. Tras los estrictos confinamientos domiciliarios, llegaron los cierres perimetrales y la imposibilidad de moverse incluso entre provincias de la misma Comunidad. "El primer confinamiento cogió a la gente desprevenida y no creo que fueran a empadronarse, porque la propia administración estuvo parada. Pero luego sí lo veo probable", comenta. 

La pandemia ha distorsionado los datos, dice este experto, que cree que habrá que esperar a los de otros padrones para sacar conclusiones definitivas y ver si se produce un retroceso. En el caso del Pirineo sí se prolonga una clara tendencia de crecimiento por efecto del turismo. "Su comportamiento demográfico ha cambiado bastante. El impacto del turismo se está notando desde hace ya un par de décadas", afirma, sobre todo en Sobrarbe y Ribagorza, que se despoblaron de forma muy grave.

Los responsables políticos coinciden en la valoración. "El covid ha hecho que haya gente que deje la ciudad para instalarse en el campo, en las cabeceras de comarca pero también en pequeños pueblos, donde hay un goteo constante", opina la presidenta del Alto Gállego, Lourdes Arruebo, que ve una clara tendencia de salida de las grandes ciudades para acercarse a la naturaleza. Y si el crecimiento no es mayor, añade, es por los problemas para encontrar viviendas y el desorbitado precio de las pocas disponibles, "una gran dificultad para acoger a nuevos pobladores".

Con ella coincide el alcalde de Aínsa. Enrique Pueyo añade otro factor: el éxodo al campo no hubiera sido posible sin la extensión de la banda ancha. También la pujanza del turismo ha ayudado, y su desestacionalización. "Por los datos que tenemos del último año, los establecimientos permanecen abiertos más tiempo y por lo tanto hay contratos más largos". Él también menciona la "grave carencia" de vivienda, "un gran lastre que nos va a obligar a hacer algo urgentemente si queremos crecer".

Pueyo incide en otro inconveniente que frena la llegada de nuevos moradores, la proliferación de viviendas turísticas que no se alquilan a gente interesada en instalarse en el medio rural. En Aínsa se aprobó una moratoria hasta abril, pero que se quiere prolongar a través del PGOU para establecer un cupo máximo.

Una nueva familia para Sarsa de Surta 

Blanca Vizán es una de las personas que ha engrosado el padrón de habitantes de Sobrarbe durante la pandemia. Al inicio de la misma, en mayo de 2020, cambio Huesca por Sarsa de Surta, una localidad de apenas cuatro o cinco residentes fijos. Le surgió una oportunidad laboral, como enfermera en el centro de salud de Aínsa, y aprovechó que su familia tenía una segunda residencia para irse a ese pueblo, a media hora de la cabecera de la comarca. 

"No fue algo repentino, ya me rondaba la idea hace tiempo, pero con los confinamientos domiciliarios creí que no íbamos a aguantar encerrados. Teníamos la casa y pensé que era una oportunidad. Me sentí afortunada", dice esta madre de un niño de 5 años, al que pudo matricular en el colegio de Paúles de Sarsa, contribuyendo de paso a la supervivencia de esta emblemática escuela rural, a 3 kilómetros de Sarsa.

Las condiciones aquí no son fáciles, reconoce. "No tienes el supermercado debajo de casa, y el invierno es duro". Pero le compensa estar en plena naturaleza. "Me marcó ver confinado a mi hijo en un piso. La pandemia se vive mejor aquí", asegura Blanca, que notó un gran cambio en el niño. Pero si algo valora del medio rural es la solidaridad entre vecinos. "Somos muy poquita gente, pero aquí estás más conectado, porque sabes que si te pasa algo te van a ayudar, y eso es muy bonito. Esta sensación no la tienes en una ciudad". 

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