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La presa que cambió la historia de El Grado

Se cumplen cincuenta años de la construcción de un embalse que supuso un gran crecimiento socioeconómico para el municipio y el entorno.

Una revolución del paisaje, en la economía y en la demografía. La imponente presa de El Grado, inaugurada el 21 de octubre de 1969, tras once años de construcción, fue el hito que marcó la vida y el desarrollo de este municipio, a caballo de tres comarcas, Somontano, Ribagorza y Sobrarbe. Unos 2.000 trabajadores participaron en la construcción de este embalse ‘de herradura’, (de bóveda o de gravedad) de 130 metros de altura sobre cimientos, casi un kilómetro de longitud de coronación que la hacen fácilmente visible desde la distancia y una capacidad de almacenaje de 400 hm3.

El franquismo continuaba los planes de política hidráulica que el Estado había contemplado para esta zona con la construcción, décadas atrás, del embalse de Mediano. La red de canales del Cinca permitió llevar agua para consumo de boca y regadío a las comarcas del Somontano y Los Monegros, propiciando la aparición de nuevos cultivos que moldearon el paisaje y generaron una oportunidad económica a muchos agricultores.

De la importancia de esta infraestructura dan una idea las 136.000 hectáreas del Sistema de Riegos del Alto Aragón regadas con las aguas de Mediano-El Grado (transportadas desde este último por el Canal del Cinca) y de La Sotonera-Búbal-Lanuza (Canal de Monegros). La presa de El Grado también abastece además a 113 núcleos de población y lamina las crecidas del río Cinca.

En el plano social, la construcción de este embalse contribuyó a la modernización y al «despegue» de este municipio somontanés. Algunos de esos 2.000 trabajadores que llegaron de varios puntos de España se casaron y echaron raíces en esta población, en Barbastro o en localidades de alrededor y periódicamente se encuentran.

Es el caso del gallego José Luis Roibal, de 79 años y del sevillano Juan Pulido, de 72; trabajadores de Auxini, empresa creada por el Instituto Nacional de Industria, y de la Jefatura de Sondeo de Obras Públicas, respectivamente. Roibal, a sus veinte años, era el jefe de equipo y responsable de una de las tres plantas de hormigón que se tuvieron que levantar. Mientras que Pulido, con 18 años, se encargaba de realizar los sondeos de reconocimiento para buscar el firme.

Los trabajos comenzaron en 1958 y contaron en sus inicios con la supervisión sobre el terreno del jefe del Estado, Francisco Franco. «Las condiciones de trabajo eran maravillosas, teníamos una hostería preciosa donde a partir de oficial de primera podías dormir. Luego se hicieron albergues para 400 personas, con aseos, duchas de plato… Los ingenieros de CHE y de Auxini vivían en casas aparte… Comparado con las aldeas, esto era una maravilla», comenta Roibal.

El Poblado 

Para albergar a tantos trabajadores se construyó El Poblado, a los pies de la presa, mientras que los chalés de los ingenieros hoy acogen el centro de visitantes de la CHE para visitar este embalse. Se crearon economatos –mercados de abastos con precios fijados por el Estado– un nuevo colegio y llegó a haber hasta dos cines para el disfrute de los trabajadores y sus familias los fines de semana.

La hostelería también vivió una gran oportunidad puesto que es en ese momento cuando surgen algunos de los emblemáticos establecimientos como Tres Caminos. El hijo del fundador, Luis Puyal, cuenta como su padre supo aprovechar el momento para reconvertir en 1958 el antiguo mesón de caballería en el primer hostal y restaurante del municipio. «Era una oportunidad para todo el mundo. Se establecieron comercios, tiendas de ropa, de ultramarinos …», explica.

La alcaldesa, Mari Carmen Obis, apunta que por aquel entonces en El Grado llegó a haber «tres tiendas de comestibles y tres carnicerías». El municipio pasó de tener cerca de 700 habitantes a unos 1.700. «Hubo que habilitar pajares para que pudieran vivir», cuenta Pulido. «En El Grado, Enate, Artasona, La Puebla de Castro, Barbastro y hasta a Monzón había trabajadores viviendo», señala.

Todo cambio con esta presa, como cuenta Pulido, que recuerda cómo era El Grado cuando él llegó en 1958: «Era un pueblo muy pobre, no había apenas actividad económica. Solo las maderas que bajaban por el río. Entonces desaparecieron las navatas. Se aceleró el desarrollo socioeconómico con tres importantes obras: la presa, la central hidroeléctrica El Grado II y el Canal del Cinca. Y a continuación llegó la construcción de Torreciudad. Cuando terminaron todas estas obras, todo había cambiado».

La parte más trágica fueron los 19 muertos que hubo por accidentes laborales, aunque según comentan los exempleados, acostumbrados a construir varias presas a lo largo de España, «fueron pocos en comparación con los que hubo en otros embalses de menor envergadura».

Oportunidad perdida

No cabe duda de que su impacto en la población fue notable, aunque podría haber originado mayores beneficios en modo de contraprestaciones del Estado a este municipio por las afecciones causadas (se anegaron los núcleos de Mipanas y Puy de Cinca así como muchas zonas de cultivo).

El mayor beneficio se encuentra en la agricultura, aunque «de El Grado para abajo» como matiza la alcaldesa con la melancolía de no haber sabido aprovechar una oportunidad histórica. «No ha habido mantenimiento y la agricultura ha ido en decadencia. Ahora que quisiéramos recuperar ese regadío, como tenemos pocas hectáreas no somos rentables para Riegos del Alto Aragón o el Canal del Cinca. Estamos luchando para revertir eso desde el Ayuntamiento. Los pueblos aguas debajo de El Grado son muy prósperos a costa de nuestra presa», señala Obis.

El empresario Puyal rafitica estas consideraciones: «Las obras que se hicieron de regadío por debajo del canal no se han empleado nunca y han pasado los años y se han echado a perder. Fue una ocasión perdida para generar más beneficios económicos». «Por otro lado se planteó en El Grado hacer una concentración parcelaria que sirviera de modelo para otros territorios donde se iba a construir una presa y vieran los beneficios del agua cuando se gestiona con criterios racionales. Ese proyecto maravilloso hubiera hecho de esta localidad un pueblo próspero pero no hubo común acuerdo. Una minoría impuso su criterio y no tuvo visión de futuro ni del interés general», lamenta el hostelero.

La oportunidad de desarrollo en torno a la presa pasa ahora, según el Ayuntamiento, por su promoción turística. En este sentido, la CHE ofrece visitas gratuitas los martes, viernes y sábado, a partir de las 10.30. Tienen unas dos horas de duración y se precisa establecer al menos grupos de entre 7 y 10 personas (si algún grupo solicita ver la presa otro día, también es posible).

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