Heraldo del Campo

Luchar para no quedarse helados

Los expertos han analizado en una jornada celebrada en el campus de Huesca las últimas técnicas y estrategias contra unos hielos que están cambiando sus patrones.

Riego antihelada para proteger el fruto de las bajas temperaturas
Riego antihelada para proteger el fruto de las bajas temperaturas
HA

Las heladas suponen uno de los principales retos para la agricultura frutal en todo el mundo. Se estima que, en España en 2022, este fenómeno causó daños en unas 60.000 hectáreas de almendros y 32.000 de frutales, provocando unas pérdidas económicas de alrededor de 300 millones de euros.

Además del propio impacto de las heladas, hay que tener en cuenta que el patrón de fenómeno atmosférico está cambiando en los últimos años. "Empieza a haber fenómenos extraños. Por ejemplo, las heladas de abril, que hace una década eran esporádicas, van a ser cada vez más frecuentes", vaticina José Casanova, profesor de Producción Vegetal de la Escuela Politécnica Superior de Huesca.

Con el objetivo de analizar la evolución de las heladas y de dar a conocer experiencias, metodologías y prácticas innovadoras, la Escuela Politécnica ha celebrado diversas ponencias aglutinadas en una jornada que ha girado en torno a este asunto y que ha reunido a unas 30 personas entre agricultores, ingenieros, investigadores y empresas del sector.

En la primera parte de la jornada, coordinada por el propio José Casanova, diversos investigadores repasaron las causas y evolución de los grandes cambios de temperaturas y cómo pueden afectar a las explotaciones.

"Para luchar contra las heladas -desglosa el profesor Casanova- hay dos tipos de defensa: el primero son estrategias de tipo pasivo, por ejemplo, analizar la localización, el tipo de manejo, uso de cubierta vegetal… Cuando estos medios no funcionan es necesario utilizar medios activos como pueden ser los calefactores o ventiladores".

Sin embargo, la manera más efectiva de luchar contra las heladas es el manejo del agua. Consiste en la aplicación de agua en las explotaciones en momentos de bajas temperaturas para que, al congelarse, el agua genere un "efecto iglú" y proteja los árboles del frío exterior. El inconveniente de esta técnica es que requiere de mucho recurso ya que se aplican capas de agua de unos cuatro o cinco milímetros de espesor.

Actualmente se trabaja para tratar de reducir la cantidad de agua y tratar de que el espesor de las capas pueda ser de alrededor de dos milímetros. "Si se logra esto, se podría cubrir el doble de superficie con la misma cantidad de agua, rentabilizando el uso de este recurso", añade José Casanova.

Otro de los factores a la hora de decidir las estrategias a aplicar es el tipo de explotación: "No es lo mismo una explotación que lleva ya varios años funcionando que una de nueva creación", asevera el profesor Casanova, quien hace un llamamiento a quienes decidan poner en marcha una plantación "a tener en cuenta de manera prioritaria los criterios agronómicos como la ubicación, la climatología o el tipo de suelo, y no los de rentabilidad económica para decidir qué tipo de plantación van a desarrollar. Estos estudios suponen una parte ínfima del coste de la explotación y pueden reducir sensiblemente los costes de producción".

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