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Pedro Ruiz: "Las redes sociales mandan constantemente mensajes poco saludables"

Nacido en Zaragoza (1967), este psiquiatra especializado en los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) dirige la unidad de psiquiatría infanto-juvenil del Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa.

El doctor Pedro Ruiz, en el centro de especialidades Inocencio Jiménez de Zaragoza.
El doctor Pedro Ruiz, en el centro de especialidades Inocencio Jiménez de Zaragoza.
Francisco Jiménez

¿Cómo logra que las situaciones que vive a diario no hagan mella en su propia salud mental? 

Es un aprendizaje que se hace desde el principio de la especialidad. Tienes que aprender a implicarte mucho en el horario laboral, pero a desconectar fuera. Creo que nos ayuda mucho compartir con los compañeros las emociones que experimentamos.

¿Cuesta llegar a ese punto de separar lo vivido en la consulta?

Sí. Muchas veces, al principio, te llevas los pacientes a casa. Estás pensando en ello, sobre todo pacientes complicados que has visto en guardias o aquellos que están muy graves hospitalizados. Pero hay que saber desconectar porque tu familia, tus amigos, tu entorno... no tienen que pagar las consecuencias de tu trabajo.

¿Por qué decidió dedicarse a la salud mental? 

Porque me gustó mucho psicología médica, que es una asignatura que se daba en mi época en segundo. Empecé Medicina pensando que me iba dedicar a la investigación criminal, pero después descubrí mi vocación.

Y más tarde, en la tesis, se especializó en trastornos de la conducta alimentaria (TCA). 

Sí, desde segundo de Medicina tenía claro que quería hacer Psiquiatría y que me quería dedicar a la infantil. Mi maestro, que era el jefe de psiquiatría infantil, Mariano Velilla, se dedicaba a los TCA.

¿Cómo han evolucionado los TCA desde que empezó?

Hay cambios en la imagen corporal. Las pacientes de los años 90, por ejemplo, no querían tener pecho. Incluso hubo una muy grave que consiguió convencer a un cirujano para que le extirparse las mamas. Sin embargo, ahora tener pecho está bien visto estéticamente. La preocupación por el abdomen sí que se mantiene. Desde el punto de vista de género es muy interesante cómo el cuerpo de la mujer experimenta muchas más modificaciones estéticas cuando, por tema biológico, es siempre el mismo. Además, hace años, dentro de las comorbilidades de los trastornos asociados, eran excepcionales las autolesiones de cortes para combatir el dolor emocional. Ahora, sin patología previa y si hablamos de TCA, hasta un 40% de los pacientes llegan a hacerlo. 

¿A qué se deben estos cambios?

Si antes teníamos que pelear contra determinadas páginas, ahora tenemos que hacerlo contra todas las redes sociales. Están mandando continuamente mensajes poco saludables, con un culto a la imagen muy superficial. Entonces, se va modificando la patoplastia, que es la manifestación de la enfermedad, aunque la base sigue siendo un mal manejo de emociones negativas. El control y la identidad también están muy implicados.

¿Cómo se gestiona esto con el paciente y la familia?

La base del tratamiento es la psicoterapia. Hay que establecer una buena relación terapeuta-paciente. Además, tenemos que conseguir que haya conciencia de enfermedad y luego motivación para el cambio. Y a partir de ahí, ir acompañando en el proceso. Estamos hablando de entre 2 y 5 años. Suele ser un tratamiento lento, con altibajos, con recaídas y en el que hay que implicar a pacientes y familias. De hecho, el tratamiento que ha demostrado más eficacia en menores de 18 años es la terapia basada en la familia.

¿Cuesta que la familia reconozca el problema?

En esto también ha habido un cambio importante. Se ha notado mucho el papel de las asociaciones como Arbada, que lleva más de 25 años. Hay más divulgación y la gente viene más preparada a las consultas, pero hay que seguir trabajando mucho los temas de manejo de la culpa, cómo comportarse a la hora de las comidas, los comentarios que hay que hacer acerca del cuerpo...

¿Cuál es el perfil más común de paciente?

En menores de 18 años, con TCA, lo primero es la anorexia restrictiva y lo segundo, lo que conocemos como trastornos atípicos, que son aquellos que no llegan a cumplir todos los criterios diagnósticos. Si pasamos de los 18 años, va subiendo cada vez más la bulimia nerviosa y los atracones.

Desde Educación también alertan del incremento de autolesiones y de la ideación suicida.  

A veces hablamos de suicidios y mezclamos conceptos. Esta tasa creció en la pandemia, pero está volviendo a su cauce. También ha subido la expresión de ideas de suicidio en los adolescentes, pero eso no significa que tengamos que alarmarnos. Hay un protocolo estupendo de Educación, al que llamaría de malestar emocional, porque muchas veces lo que hay detrás no son ideas de suicidio. En estos momentos, entre un 10% y 15% de la población sana se autolesiona, con intenciones no suicidas, en algún momento de la adolescencia para combatir la tristeza, el enfado o la irritabilidad.

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