Carlos Colás: "Si experimentas, siempre hay una recompensa"

El fotógrafo (La Almunia de Doña Godina, 1963) es un especialista en captar la danza en movimiento. Expone parte de su producción hasta el día 22 en el Espacio Moos de Las Delicias.

Carlos Colás, retratado ayer en el centro de Zaragoza.
Carlos Colás, retratado ayer en el centro de Zaragoza.
José Miguel Marco

¿Cómo surge su interés por la fotografía?

De forma muy típica: en la primera Comunión me regalaron una cámara, una Kodak Instant, y desde entonces empecé a jugar.

No sabían lo que hacían.

De crío incluso llegué a fabricarme alguna cámara yo mismo, de aquellas estenopeicas, con una caja de luz y un pequeño orificio. La verdad es que el resultado no era muy allá y mis padres no querían pagar revelados por semejante experimento...

¿Y desde cuándo tiene por afán captar el movimiento?

Son imágenes que pueden parecer movidas pero tienen mucha capacidad expresiva. No es captar el instante congelado, sino dejar la huella de todo lo que se mueve alrededor.

No todos lo entienden así...

Al comienzo, cuando iba a revelar, no querían hacerme ampliaciones de las fotos porque decían que estaban movidas, pero poco a poco fui haciendo de aquello mi vía de expresión. Es curioso que antes la danza no me llamaba la atención, pero luego vi que era muy simbiótica con mis imágenes. La danza se vive en el presente y es lo que aspiro a captar con la cámara.

Sus fotos son raras, inquietantes, turbadoras...

En la larga exposición juega mucho el azar. No quiero congelar el movimiento, así que prolongo el tiempo en el que el obturador está abierto como en la fotografía estroboscópica. Pruebo distintas técnicas e investigo. Si experimentas, aunque haya que hacer descartes, siempre hay una recompensa o un hallazgo que te azuza a ir por otro camino.

¿Algún referente en el mundo de esta fotografía –llamémosla– cinética?

Cuando empecé no conocía a muchos, pero estudiando sí que me topé con Antoine d’Agata, que trabajó en Magnum, y –claro– con Eadweard Muybridge, que hacía fotos en paralelo de los movimientos por separado, aquellas tan populares de los caballos.

En otras disciplinas también ha habido siempre anhelo por captar lo efímero y la velocidad...

Pintores, cineastas, escultores... Pienso en Auguste Rodin o incluso Francis Bacon, que también utilizaba la fotografía como fuente de inspiración: hacía retratos movidos para luego pintarlos.

Por su objetivo ha pasado infinidad de artistas aragoneses, ¿tiene alguna musa o algún muso?

Me encanta el trabajo de la cuadrilla de ‘butoh’ con Noelia Marín o Gonzalo Catalinas a la cabeza. También es muy interesante todo lo que hace el ‘performer’ Alberto Monreal. Todos han sido siempre muy generosos: cuando he pedido voluntarios han acudido sin objeciones y ni siquiera les ha dado reparo hacer desnudos.

Pero a las redes sociales sí, que llenan su obra de píxeles censores...

Al final me he hartado. Últimamente ya no subo casi nada a Instagram (@colectivocubicodecolores). Pongo fotos de espectáculos, pero poco más.

¿A usted qué tal se le da bailar?

Mal.

¿Nunca le veremos al otro lado?

Bueno, en realidad, cuando trabajo bailo con los artistas mientras trato de seguir su movimiento con la cámara. También he hecho algún taller de danza con Paloma Marina, pero no me da para hacer un ‘demiplie’.

Al margen de la figura humana, ¿qué otros temas despiertan su interés?

Paisajes y ambientes que han sido intervenidos previamente por el hombre. Algunos son espacios industriales y otros más naturales, pero que se han desvirtuado completamente.

¿Ha encontrado buenos ejemplos en Aragón?

Ahora hay muchos de estos espacios cerrados y con el paso vetado, pero la Azucarera de Alagón es inspiradora, como también la Harinera de San José antes de la reforma o el recinto de la Estación del Norte antes de que borraran toda su huella industrial.

¿Qué expone actualmente en el Espacio Moos de Las Delicias?

Son casi 60 imágenes que empezamos a hacer antes de la pandemia. Juntamos a mucha gente creativa de la que frecuentaba el bar Interzona, de la Magdalena, y les invitamos a improvisar, moverse y desinhibirse. Hubo muchísima energía.

Acaba de descolgar las imágenes de otra interesante muestra en la galería Spectrum.

Ana Borobio vio las fotos que hacía y le gustaron mucho. Acababa de superar un cáncer de mama, atravesaba una depresión y me dijo que necesitaba expresar lo que llevaba dentro. Entre los dos creamos el proyecto visual y literario ‘Aletheia’, con luz, danza, música y poesía. Ha sido un viaje a lo emocional a través del arte: el arte como herramienta de recuperación de un trauma.

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