astronomia 

Estrellas, silencio y oscuridad, la fórmula que hace crecer el astroturismo en Aragón

Una veintena de pueblos de Teruel y Huesca apuestan por esta alternativa para atraer nuevos turistas.

Unos visitantes del Monasterio de El Olivar observan el cielo estrellado con un telescopio avanzado.
Unos visitantes del Monasterio de El Olivar observan el cielo estrellado con un telescopio avanzado.
Monasterio de El Olivar

Aragón tiene condiciones para desarrollar el astroturismo como la despoblación, el silencio y la escasa contaminación lumínica. Una veintena de pueblos de Teruel y Huesca apuestan por esta alternativa para atraer nuevos turistas que busquen la paz en escenarios muy singulares que les permitan contemplar el cielo con telescopios ad hoc.

Una docena de estos espacios (once turolenses y uno del Alto Aragón) ya han conseguido la certificación de la Fundación Starlight entre hoteles (5), casas rurales (3), monasterios (1), albergues (1) y parques estelares (2) mientras otros escenarios (en varias comarcas de Huesca) están de camino para lograr el sello que acreditan aquellos espacios que poseen "una excelente calidad de firmamento" y representan "un ejemplo de protección y conservación".

Un estudio sobre la contaminación lumínica realizado por la Agrupación Astronómica de Huesca con la colaboración de Tu Huesca pretende convertirse en la primera provincia española con la certificación internacional Starlight para potenciar el astroturismo.

También la provincia turolense se está especializando en este tipo de viajeros aficionados a la astronomía, ya que cuentan con Galáctica, el primer parque de Europa que combina la divulgación y la observación del cielo para todos los públicos. La capital oscense dispone del Planetario de Aragón, un centro astronómico que aúna en la instalación el entretenimiento y el aprendizaje, y es donde se suele ir a ver las estrellas de la noche de San Lorenzo (del 9 al 10 de agosto).

HERALDO ha elegido dos proyectos hosteleros relacionados con los eclipses, las fases de la luna o las perseidas que se han multiplicado desde la pandemia en 2020, según coinciden el prior Fernando Ruiz Valero de los mercedarios del Monasterio de El Olivar, en el Bajo Aragón, y el aparejador Humberto Mirador, que ha montado dos iglús o domos en las afueras de Bolea (Huesca) bajo el pico Gratal.

El Monasterio de El Olivar multiplica los visitantes

El prior explica que el Monasterio de El Olivar tenía “un buen cielo” porque está situados a 4 kilómetros de Estercuel, una localidad del Bajo Aragón. “Cuando hubo un eclipse de luna en 2018 ya estábamos muy interesados en compartirlo y fotografiarlo. Nos regalaron un telescopio ese verano para mirar Saturno y Júpiter que es lo más sencillo”, recuerda fray Fernando, así como conocen a este religioso catalán que lleva seis años al frente del monasterio de El Olivar.

Acudieron en 2019 a las Cuencas Mineras, donde hubo un curso de la Fundación Starlight, conocieron su metodología y lograron su calificación (el único monasterio que lo ha conseguido). Desde entonces se han multiplicado las observaciones del cielo nocturno, tras comprar el primer telescopio reflector y mejorar la fotografía.

El astroturismo lo compartimos con la gente de la zona y los huéspedes. Se ha convertido en otro recurso que dinamice nuestra vida rural”, detalla el prior, quien tiene claro que "el monasterio no pueden visitarlo cuatro especialistas sino que es un punto de referencia por arte, cultura y vivencia como sociedad económica y con valores”.

De hecho, el monasterio ofrece 40 habitaciones con 85 plazas. Garantiza “tranquilidad” y “concentración” a los habitantes de la comarca, y a los visitantes que hacen yoga, meditación, retiros cristianos y reuniones de empresa. “La gente viene a descansar, estudiar o escribir. Hacen turismo cultural o de estrellas”, enumera, “sobre todo desde la pandemia porque podían ver las estrellas con una distancia social y al aire libre”.

"La gente ha vuelto a la naturaleza de una manera reflexiva y profunda”, defiende el prior, “para contemplar el cielo y que alguien te guíe para saber el número de galaxias y verlas”. Ante esa búsqueda, el monasterio oferta a sus clientes mostrarles esa parte de la ciencia.

Seis telescopios y ya llegan extranjeros  

Montan dos telescopios para los asistentes a las actividades aunque ya disponen de seis tras adquirir el último que es robótico, con el fin de “ofrecer imágenes electrónicas con facilidad”. 

El aumento de visitantes coincide con la lluvia de las perseidas y la luna menguante de agosto, “las noches de oro”. En primavera se puede ver el centro galáctico o el orion, en invierno.

Preparamos un fin de semana de telescopios y estrellas para que la gente venga con los suyos y hagan fotografías de calidad", señala el mercedario. 

Un 50% de sus visitantes son gente de la zona o personas que regresan a su pueblo los fines de semana, los demás proceden de grandes ciudades como Zaragoza, Valencia, Barcelona o Madrid, y notan un aumento del turismo internacional que llega del norte y se para cuando pasan el invierno en el sur de España. “A veces damos charlas en inglés”, reconoce.

Entre sus actividades, destaca una observación para la que apagan todas las luces del monasterio y ven el cielo con un puntero láser, que permite distinguir las constelaciones, luego pasan a los telescopios y al final se hacen las fotografías de recuerdo.

“Desde la comarca están desarrollando el turismo de astroturismo. Empezaron a hacer cursos de monitores con la Fundación Starlight desde mayo de 2023 y ya tenemos gente certificada en la zona. Hasta están naciendo asociaciones...”, se despide el prior, encantado con este desarrollo cultural.

Dos iglús instalados en Bolea por manos gallegas

El aparejador Humberto Mirador, nacido en La Coruña, decidió venir con su entonces pareja a Bolea (Huesca) en 2013 y les surgió la posibilidad de crear un negocio turístico, pero no querían montar una casa rural sino algo distinto a lo que se veía en la zona. Pensaron en unas casa de paja muy ecológicas, pero al final se decidieron por los “domos” o “iglús”, que se los trajeron desde una empresa de Lituania. De momento hay dos y van a colocar un tercero por el éxito obtenido.

Empezaron a instalarlos en 2019 y abrieron poco antes de la llegada del covid, aunque como es un negocio sin lugares comunes ni recepción “se animó la gente a inaugurarlos” a pesar del confinamiento.

“Sabíamos que había mucho interés por el turismo astronómico y conocíamos a la Fundación Starlight”, detalla. De hecho, les reclamaron información y, al ver varios modelos de colaboración, aun no se han sumado porque tienen distintos requisitos y cree que lo harán más adelante. También quieren mantener contacto con el Planetario de Aragón, conocido como Espacio 42, para retroalimentarse.

Los pusieron en marcha entre el aparejador, su hermana Estíbaliz y su expareja Bebo. Pensaban que iba a funcionar muy bien en el prepirineo, en la sierra de Gratal, porque “apenas tiene contaminación lumínica”. Se llama Mirador de Pideago y se le califica en la web como un domo eco sostenible, donde cabe una pareja y dos niños.

“El domo geodésico es una esfera en la que cada vértice triangular está en la superficie y son acristalados, con una estructura de madera. Algunos triángulos puedes taparlos y otros dejarlos visibles”, detalla el aparejador, quien agrega que decidieron “dejar acristalados arriba para ver las estrellas por la noche”.

Mirador explica que hay unas estructuras de “burbujas hinchadas” que están de moda (hay algunas colocadas en Tudela) que se parecen a estos domos de Bolea para los amigos del cielo de las estrellas y otros colocados en Formigal para los esquiadores, aunque estos son más resistentes. Cuenta que la gente los llama “iglús”, “cabañas” o “cúpulas”.

Los clientes habituales son parejas, entre 27 y 40 años, que van a pasar una jornada por la montaña haciendo excursiones de senderismo u otras actividades, hasta que llega la noche y pueden ver el cielo con los telescopios que les dejan, ofreciéndoles explicaciones para usarlos. “Algunos traen los suyos”, precisa. “También vienen a realizar una experiencia distinta. En verano van antes a las pozas, al castillo de Loarre o a los mallos de Riglos y duermen en este lugar singular acristalado viendo las estrellas”.

Los aficionados a las estrellas proceden de Cataluña, Madrid, Valencia, Navarra, País Vasco y La Rioja, así como gente de Zaragoza capital y extranjeros porque lo comercializamos en las cajas de la experiencia que se venden en los comercios.

Acumulan 642 visitas y el incremento ha sido considerable (60 en 2020, el año de la pandemia, 134 en 2021, 182 en 2022 y 266 en 2023). En verano suelen estar llenos toda la semana y en invierno, sobre todo los fines de semana. 

En esa caja de la experiencia también les incluyen la cena, que está concertada con el restaurante Casa Rufino de Bolea, y colaboran con los negocios de la zona al dejarles una botella de vino de Ayerbe (Bodega Edra) y las pastas del desayuno de la Pastelería Loa de Huesca.

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