Boda y cotillón: así es casarse la última noche del año en Zaragoza

Los protagonistas de esta historia, Shelley Sánchez (34 años) y Víctor Gregorio (38), lo han bautizado como ‘bodillón’.

Shelley Sánchez y Víctor Gregorio, en la ceremonia de su boda
Shelley Sánchez y Víctor Gregorio, en la ceremonia de su boda
H. A.

¿Celebraría su boda un 31 de diciembre por la noche? O mejor aún: ¿asistiría si le invitasen? Este fin de semana ha ocurrido en Zaragoza. Los protagonistas de esta historia, Shelley Sánchez (34 años) y Víctor Gregorio (38), lo han bautizado como ‘bodillón’ haciendo un juego de palabras entre la boda que protagonizan y el típico cotillón de fin de año que en esta ocasión de típico no tiene nada de nada. Una cita convertida en uno de los eventos más especiales de sus vidas y de los 150 invitados presentes.

El enlace fue este domingo, 31 de diciembre, a las 19.00, en la finca Torre del Pino de San Juan de Mozarrifar. En un principio iba a ser una boda normal, tipo cóctel -por comodidad, explican-, oficiada por dos primas del novio, Isabel y Elena. Pero también se convirtió en un concurrido cotillón en el que las campanadas, eso sí, fueron conducidas por los novios.

“Elegimos este día porque teníamos muy claro que no queríamos casarnos en verano; la Navidad  -y todo lo que rodea estas fechas- siempre nos ha encantado a los dos”, explica Shelley Sánchez, peluquera vecina del barrio de San José de toda la vida. “Al principio lo propuse un poco en broma, pero la Nochevieja era perfecta porque se juntan lo que más quieres en un mismo día: tu familia y tus amigos”, prosigue Víctor Gregorio, visitador médico original del barrio de La Jota. Ambos viven con sus dos hijos, Ángel (7) y Nahia (1) en Parque Venecia.

“Elegimos este día porque teníamos muy claro que no queríamos casarnos en verano; la Navidad -y todo lo que rodea estas fechas- siempre nos ha encantado a los dos”

Esta pareja se conoció hace más de una década en la cofradía en la que ambos tocan el tambor, La Eucaristía de Zaragoza. Hace un año, el 15 de noviembre, coincidiendo con la celebración del cumpleaños del hijo de ambos, “Víctor hincó la rodilla”, relata ella. “Yo estaba embarazada de la niña. Era algo que teníamos en mente y que ya teníamos hablado, pero no me esperaba que fuese así”, admite, emocionada.

Sobre lo de casarse en Nochevieja, el zaragozano admite que siempre había sido una idea que le había rondando la cabeza desde hacía mucho tiempo, pero que no sabía si sucedería. “¿Y por qué no?”, continúa. Ambos rememoran el momento del anuncio a familiares y amigos. Perplejidad, sorpresa e incluso la pregunta ¿es una inocentada? La respuesta de los invitados fue, admiten, otra aventura verdaderamente divertida. “Al principio mucha gente pensó que era una broma. Luego, enseguida se vinieron todos arriba”, admite ella.

Una Nochevieja muy distinta

“Muchos nos han dicho que les hacíamos un favor porque no tienen que preparar nada en casa, que se ahorran todo el curro, que va a ser una Nochevieja original y muy distinta o que gracias a nosotros se ahorran el tener que pasarla con la suegra”, asegura esta pareja, entre carcajadas.

También el equipo de la finca Torre del Pino y el servicio de cáterin de La Cocina de José Fernández se tomaron la noticia algo incrédulos, aunque no tardaron en quedarse prendados de la idea y hacer todo lo posible porque sea una noche inolvidable y genuina para todos. “Al final esto es algo que pasa pocas veces en la vida. Tan locos no estaremos, que casi nadie de los que han sido invitados a subirse al barco se han bajado. Y los que lo han hecho ha sido por motivos de causa mayor”, concluyen.

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