Encuentro entre adolescentes y personas sin hogar: “No creía que fuese tan fácil quedarse sin nada”

Algunos residentes de la Hermandad del Refugio han explicado a estudiantes de secundaria qué circunstancias vitales les han hecho perderlo todo y acabar viviendo en la calle.

Daniel de la Rosa, Liliana Ríos y Jospeh Raymond, residentes de la Hermandad del Refugio, explican a estudiantes de secundaria cómo lo perdieron todo.
Daniel de la Rosa, Liliana Ríos y Jospeh Raymond, residentes de la Hermandad del Refugio, explican a estudiantes de secundaria cómo lo perdieron todo.
M.O.

Los 60 alumnos de 4º de la ESO del colegio Sagrado Corazón Moncayo de Zaragoza esperaban este martes, junto a sus profesores, a las puertas de la Hermandad del Refugio, en la calle de Tomás Crespo Agüero para asistir a una charla impartida por algunos de los residentes de la entidad.

En la acera de enfrente de la pequeña vía peatonal, decenas de personas hacían fila a las puertas del edificio por un motivo bien diferente. Cargados de carros de la compra vacíos, aguardaban, pacientes, para recibir los alimentos que proporciona el Refugio cada día a cientos de personas en dificultades de toda la ciudad.

El baño de realidad comenzaba pronto para estos adolescentes. Tras subir las escaleras, se sentaban en una sala de conferencias para recibir, sobre el estrado, a tres personas: Joseph Raymond, José Daniel de la Rosa y Liliana Ríos. Cada uno de ellos con historias muy diferentes pero todas con un mismo denominador común: por diferentes circunstancias vitales se han quedado sin nada. Sin hogar, sin dinero y sin trabajo. Alguno de ellos ha vivido incluso en la calle. Y los tres se encuentran acogidos por la Hermandad porque no tienen otro sitio al que puedan acudir.

Algunos residentes de la Hermandad del Refugio han explicado a estudiantes de secundaria qué circunstancias vitales les han hecho perderlo todo y tener que volver a comenzar su vida desde cero.

La entidad ha organizado durante todo el mes de diciembre diferentes charlas con estudiantes de secundaria de colegios zaragozanos en las que los residentes de la Hermandad les cuentas sus experiencias, las trágicas historias que les han llevado a perderlo todo. 

“Los objetivos son tres: que conozcan a la Hermandad del Refugio, quienes somos y lo que hacemos; que los jóvenes, que son nuestro futuro, vean que hay otras realidades pegadas a la nuestra; y por ultimo que sientan que el de al lado es igual que nosotros, independientemente del color de su piel, de sus creencias y de su ideología”, enumera Ernesto Millán, gerente de la Hermandad del Refugio.

Un ingeniero que perdió su pasaporte

Sus historias son conmovedoras, inexplicables y llenas de mala suerte. Jospeh Raymond, por ejemplo, es un ingeniero agrícola guineano de 49 años que trabajaba y estudiaba, gracias a una beca, ingeniería de sistemas informáticos en España. Sin embargo la suerte no estuvo de su lado y perdió su pasaporte. “La embajada de mi país no emitía nuevos y sin él, no pude renovar mi permiso de trabajo ni obtener una nueva documentación, por lo que perdí mi la beca y mi empleo. Desde entonces todo fue fatal”, reconoce este residente. 

Joseph Raymond es uno de los residentes del Refugio que cuenta sus experiencias vitales en las charlas a estudiantes de secundaria.
Joseph Raymond es uno de los residentes del Refugio que cuenta sus experiencias vitales en las charlas a estudiantes de secundaria.
M.O.

Tuve que dejar el piso en el que vivía por no poder pagarlo y me vi en la calle”, recuerda. “Estuve dando clases en una parroquia y a veces dormía en alguna de las salas parroquiales pero cuando llegó la Covid se suspendieron y no tuve posibilidad de ganar dinero, por lo que volví a dormir al raso”, continua Raymond. “Durante tres meses estuve así, en un descampado que hay junto a la estación de Delicias, o dentro de la misma estación, pero los vigilantes de seguridad siempre acababan echándome porque no te puedes quedar por la noche si no tienes billete”, reconoce Joseph. 

"Dormí durante tres meses en un descampado junto a la estación Delicias hasta que acudí al Refugio".

Durmiendo en ese descampado es donde le encontraron unos voluntarios de Cruz Roja. “Me preguntaron por mis circunstancias y me hablaron del Refugio. Al día siguiente acudí, me acogieron y llevo con ellos casi 2 años”, señala. 

Durante este tiempo está acabando la carrera y, este mismo mes de agosto, ha recibido su nuevo pasaporte con el que espera poder recuperar pronto su documentación para poder volver a su país “donde se necesitan muchos ingenieros y seguro que puedo aportar algo”, asevera.

Preguntadme lo que queráis”, interpela a los jóvenes. “Porque seguro que normalmente no tenéis la oportunidad de hablar con una persona que haya pasado por lo que os acabo de contar”, añade. Los alumnos no se cortan y levantan la mano. Sienten curiosidad por dónde dormía, por si sentía miedo o por si le gustaría quedarse a vivir en nuestro país.

Joseph Raymond es uno de los residentes del Refugio que cuenta sus experiencias vitales en las charlas a estudiantes de secundaria.
Joseph Raymond es uno de los residentes del Refugio que cuenta sus experiencias vitales en las charlas a estudiantes de secundaria.
M.O.

En la calle por no tener aval

Tras Joseph, le toca el turno José Daniel de la Rosa, de 30 años. Este joven canario emigró a Irlanda para buscar trabajo y permaneció allí durante 3 años. Al volver, “con 2.000 euros en el bolsillo”, le fue imposible encontrar una habitación en un piso compartido.

“Nadie me quería alquilar porque no tenía ni trabajo ni avales”, asegura. “Dormí una noche en la calle y acudí al Albergue Municipal durante dos semanas. Desayunaba y cenaba en el centro de San Blas y fue allí donde me hablaron del Refugio”, añade de la Rosa.

Daniel de la Rosa, residente del Refugio, explica a estudiantes de secundaria cómo lo perdió todo y se vio en la calle.
Daniel de la Rosa, residente del Refugio, explica a estudiantes de secundaria cómo lo perdió todo y se vio en la calle.
M.O.

Tras contar su historia, no duda en abrirse de nuevo ante los adolescentes y sus preguntas. Les cuenta la difícil situación familiar que vivió en su Canarias natal que le hizo huir de casa en cuanto pudo y las dificultades que tiene para conservar un empleo ante “problemas de concentración que he tenido siempre y que creo que se deben a algún tipo de trastorno psicológico que no me han diagnosticado”, afirma.

Los adolescentes, sorprendidos

La última en hablar es Liliana Ríos, la más joven de los 3. Con tan solo 24 años ha dejado hace apenas 10 días su Colombia natal para buscar un futuro mejor para su familia. “Yo soy el único sustento en mi casa y tengo que pagar diferentes créditos que hemos pedido. Una amiga me dijo que viniera a España, que ella me iba a ayudar a encontrar trabajo y llegué con la ilusión de salir adelante. Sin embargo, al aterrizar, su amiga nunca apareció. "Me dio la espalda y me tocó empezar desde cero, sola y sin papeles”, reconoce. 

Liliana Ríos es una de las residentes del Refugio que cuenta a estudiantes de secundaria cómo se ha visto sola y sin hogar.
Liliana Ríos es una de las residentes del Refugio que cuenta a estudiantes de secundaria cómo se ha visto sola y sin hogar.
M.O.

“No sabía qué hacer y un conocido que vive en Zaragoza me habló del Refugio. Llegué hace solo 8 días y me están ayudando a conseguir los papeles para poder trabajar. Tengo que mandar dinero a casa para pagar las deudas de mi familia”, insiste la joven.

"Tengo que mandar dinero a casa para pagar las deudas de mi familia. Soy su único sustento".

La sesión termina con aplausos para los residentes, que se han abierto en canal contando sus peores experiencias y dejando a la luz su vulnerabilidad. Los estudiantes salen sorprendidos tras la charla. “Me ha llamado mucho la atención cómo en un momento te puede cambiar la vida completamente”, dice Carmen Alcaine, de 14 años, una de las alumnas del colegio Corazonistas Moncayo. “No creía que fuese tan fácil quedarte sin nada y acabar en la calle”, añade. 

“Sus historias son sorprendentes. Son muy distintas entre sí pero todas tienen algo en común y los tres han acabado aquí”, reflexiona, por su parte, Pablo García de Cortázar, de 15 años. “No podemos dar por seguro lo que tenemos ni tener la seguridad de que nos va a ir bien en la vida porque en un momento dado nos puede ir mal. Tenemos que estar preparados”, concluye el estudiante de 4º de la ESO.

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