terrorismo 

El atentado del Pilar cumple diez años: La Basílica multiplica la seguridad con 100 cámaras y vigilantes 

Los anarquistas chilenos que colocaron la bomba en el templo de Zaragoza en 2013 han sido acusados de tres atentados en Chile y les piden 150 años de cárcel.  

El atentado en la Basílica del Pilar afectó a cuatro bancos y el órgano, así como a una víctima.
El atentado en la Basílica del Pilar afectó a cuatro bancos y el órgano, así como a una víctima.
g. mestre

A las 13.45 del 2 de octubre de 2013, un grupo anarquista de Chile integrado por Francisco Solar y Mónica Caballero atentó en la Basílica del Pilar e hirió a la zaragozana Marta García Simón, de 37 años, que estaba rezando en el altar de San Juan Tadeo para conseguir un trabajo. Se pudieron salvar un grupo de 50 turistas de Estados Unidos que acababan de visitar el templo y cuatro trabajadores. Hace diez años apenas había una cámara en la catedral, mientras que hoy en día hay más de un centenar de vigilancia situadas la mayoría en la Basílica por la afluencia de visitantes, y en La Seo, que suele estar más cerrada salvo en horario de visitas con entrada. En 2013, la plantilla tenía celadores nocturnos y ahora se contrata a vigilantes de seguridad durante todo el día.

Los autores del atentado, que fueron condenados a cuatro años por el Supremo tras rebajar la pena impuesta en la Audiencia Nacional (doce años), han sido juzgados en Chile por cometer otros atentados al volver a su país después de cumplir la condena en España. Se trata del intento de asesinato al exministro de Interior, un atentado en una comisaría de Policía y otro en un barrio de Santiago de Chile. La Fiscalía solicitó una pena de 150 años para los autores del atentado de la Basílica, que regresaron a su país en 2017, y la sentencia se conocerá en los próximos días.   

“La seguridad de la Basílica del Pilar es una obligación legal, que exigen el Ministerio del Interior, la Policía Nacional y el subdelegado del Gobierno, y una obligación moral porque este templo religioso está homologado y tiene una infraestructura crítica”, precisa el director de Seguridad del Cabildo Metropolitano de Zaragoza, Pascual Ballester, un puesto que se creó tres días después del atentado del Pilar por iniciativa del entonces deán, Manuel Amor, y el secretario capitular Luis Antonio Gracia. 

A consecuencia de la explosión se constituyó un departamento de seguridad, algo que ya existía en el Monasterio de Montserrat en Barcelona que evitó que los anarquistas realizaran allí el atentado (había imágenes suyas visitándo la Moreneta), y la contratación de vigilantes de seguridad, que se han mantenido casi los mismos en la década aunque hayan cambiado de empresas adjudicatarias.

Los anarquistas implicados en la explosión del Pilar
Los anarquistas implicados en la explosión del Pilar

Hay imágenes casi en directo que se pueden contemplar, después de que se haya avisado de algún suceso que haya ocurrido dentro”, precisa Pascual Ballester, buen conocedor de la colocación que se hizo en marzo de 2014 tras haber cableado todo el Pilar con fibra óptica. “La Policía Nacional puede revisar las imágenes grabadas durante un mes que se guardan”.

El Cabildo encargó a una empresa colocar las cámaras y las alarmas, así como los aparatos de detección y extinción de incendios, mientras buscó una empresa de seguridad para seleccionar los primeros vigilantes que ya cubren 24 horas la Basílica. “El día del Pilar llegan a ampliarse hasta seis vigilantes por la avalancha de visitantes”, apunta el director de Seguridad del Cabildo.

En esta década, el Cabildo apostó por la seguridad después del atentado y esas imágenes han servido para frenar los robos habituales en el Pilar a feligreses que van a misa por parte de descuideros. Sus víctimas suelen ser sobre todo personas mayores, quienes hasta se dejan los bolsos cuando comulgan, o bien sustraen el dinero de los cepillos, las tiendas o los confesionarios.

Salvado por un desfibrilador y un vigilante  

Pascual Ballester recuerda haber vivido un suceso que les marcó hace tres años, cuando un cliente de la cafetería Santiago sufrió un ataque al corazón y los gritos de los clientes en la plaza del Pilar llevaron al vigilante de seguridad de la Basílica a utilizar el desfibrilador instalado en la Sacristía del templo.

El vigilante dejó su puesto y salió al bar para salvarle la vida. Llegó muy poco después la ambulancia porque al mover el desfibrilador se mueve la tarjeta Sim y eso supone que se moviliza la urgencia sanitaria”, detalla el director de Seguridad.

Al llevar juntos diez años los vigilantes y los celadores suelen trabajar de la mano ante una urgencia, aunque cada uno lleva su función. “El 90% de los vigilantes de seguridad se han mantenido aunque hayan cambiado las empresas, son conocidos por los feligreses que van a misa diaria (hasta les llevan magdalenas) y los curas, que confían en ellos”, cuenta.

Esta década también ha supuesto que se puedan modificar los aparatos que utilizan con las grabaciones para actualizarlos. Además, la seguridad del Cabildo recibió una recomendación de que se instalaran “unos pivotes o bolardos” en la calle Echegaray y Caballero, en la salida de la Basílica del Pilar, al ver la actuación del yihadismo en el atentado de Cambrils y Barcelona en agosto de 2017. Al colocarlos se impide que se puedan aparcar allí coches o autobuses, como hacían antes, y deben aparcar en Macanaz.

“Además de los pivotes nuevos, desde entonces se cierran las puertas de esa salida norte que dan al Ebro para que no sea una vía de salida para los eventuales terroristas (como hicieron los anarquistas) y evitar que empotren un vehículo”, reconoce Pascual Ballester, un policía experto en terrorismo, quien recuerda que España está todavía en el nivel 4 de alerta por amenaza terrorista.

La víctima del atentado. Marta García Simón, esta semana ante la Basílica del Pilar.
La víctima del atentado. Marta García Simón, esta semana ante la Basílica del Pilar.
Oliver Duch

Una víctima de terrorismo de "segunda clase" 

Dos policías nacionales que declararon en el juicio contra los anarquistas chilenos en la Audiencia Nacional señalaron que el atentado de la Basílica del Pilar con una bomba, que hirió a una mujer, “pudo haber matado a muchas personas”. Habían realizado un informe del artefacto y destacaron que puso en peligro la vida y la integridad de los visitantes del templo, y al ser un lugar cerrado, los efectos se multiplicaban y eran imprevisibles.

La víctima del atentado, Marta García Simón, a quien le cogió la explosión a diez metros, todavía tiene miedo de salir a la calle, según el día, y evita entrar a la Basílica del Pilar para no recordarlo (la última vez fue en 2022) o visitar la iglesia de la Magdalena desde la puerta sin franquear la entrada.

En los diez años pasados, ella relata que ha perdido mucho de cotización a la Seguridad Social porque ha pasado “mucho tiempo de baja” y “sin encontrar trabajo porque no superaba las entrevistas”. Ha pasado mucho tiempo con subsidios o sin nada porque le presentaron la petición de ayudas a la DGA fuera de tiempo y la indemnización del juicio sirvió para pagar a la procuradora en Madrid, su abogado defensor en Zaragoza y un perito. Apenas le quedaron 5.000 euros.

“Fue un desastre. Menos mal que no perdí algún miembro del cuerpo, aunque tengo afectado el pecho y las cervicales , además de los oídos, por la explosión”, recuerda. “Hablaba con los de la AVT, las de Interior o los de la Iglesia, a pesar de que me crie con ellos porque soy  huérfana, pero al final todo salió bastante mal”.

El atentado de la Basílica del Pilar afectó a cuatro bancos con un artefacto casero de dos kilos.
El atentado de la Basílica del Pilar afectó a cuatro bancos con un artefacto casero de dos kilos.
José M. Marco

Cuando entró al Pilar su objetivo era llegar al altar de San Judas Tadeo, el patrón de los imposibles, situado en la salida de Echegaray y Caballero porque había realizado ese día (2 de octubre de 2013) una entrevista de trabajo una frutería en el barrio de las Fuentes y quería que la cogieran.

Uno de los anarquistas me chistó para que me fuera de allí, cuando ya habían puesto la bomba. No había nadie en El Pilar. Me fui (hacia la salida principal) y lo vi todo raro”, señala. “Se vive con miedo para toda la vida. Antes no había cámaras en el Pilar. Hacía calor y ellos llevaban mucha ropa encima. Con el ataque de asma que sufrí no quería que me atendiera uno con barba porque se parecía al del atentado”.

Diez años después del atentado del anarquismo, Marta García asume: “Soy víctima de terrorismo, pero como si fuera de segunda clase. Así lo dijo el que sufrió el atentado de la T4 (de ETA) y pudo sobrevivir porque no estaba en el coche. Todos nosotros vivimos con miedo para siempre, sobre todo con los ruidos y vives sobresaltos, aunque hagas terapia. Es para toda la vida”.

En los últimos dos años ha conseguido tener un trabajo relacionado con la limpieza, junto a su actual jefa, Carmen Pescador, con quien trabajó en el Banzo Zaragozano cuando era administrativa. La vida dio la vuelta y su compañera que limpiaba montó una empresa y ahora la contrata a ella. “No he tenido padres y he sido huérfana absoluta. Trabajaba desde los 18 años en 1994, pero he perdido años de cotización por haber sufrido el atentado”, denuncia. “Ojalá ahora no se vuelva a repetir. He sobrevivido con la constancia para seguir adelante”.

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