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Niños geolocalizados por relojes inteligentes: "Puede que no sea bueno pero nos da tranquilidad"

Cada vez hay más más niños de entre 7 y 10 años que llevan en su muñeca estos dispositivos con GPS y posibilidad de hacer llamadas. Los expertos advierten de que les “genera ansiedad” y algunos colegios ya han tomado la decisión de que no se lleven a clase.

Cada vez más niños llevan relojes inteligentes con GPS en sus muñecas.
Cada vez más niños llevan relojes inteligentes con GPS en sus muñecas.
S.F.

Quién no ha disfrutado de la libertad que dan las vacaciones de verano durante la infancia. De esos días interminables recorriendo en bicicleta las calles del pueblo, de los campamentos en la montaña o de las jornadas intensivas de playa y piscina con los amigos y sin apenas supervisión paterna.

Esos tiempos en los que no había móviles y tu madre te pedía que volvieras a casa con la excusa de la merienda para verte la cara. La libertad de no tener ningún tipo de atadura ni control por parte de los adultos, de aprender por ti mismo a gestionar tu tiempo, tus actividades y de saberte seguro, responsable y autónomo.

Sin embargo, los niños del siglo XXI tienen cada vez más difícil disfrutar de ese tipo de sensaciones. Los relojes inteligentes han llegado con fuerza y cada vez son más los menores de 10 años que llevan uno en su muñeca. Se trata de dispositivos tecnológicos de última generación con conexión a Internet, GPS y tarjeta SIM con la que pueden hacer y recibir llamadas y mensajes. Algunos disponen también de juegos, música, cámara y grabadora. “Es el preludio a tener móvil”, informan los expertos.

"Son dispositivos con conexión a Internet, GPS, tarjeta SIM, juegos, cámara y grabadora de voz".

La mayoría de ellos proporcionan la posibilidad de restringir las llamadas y mensajes solamente a determinados números y de inhabilitar el acceso a Internet para que los niños no puedan navegar y solamente puedan comunicarse con sus familiares, lo que ofrece muchas ventajas a sus defensores. “Se lo han regalado por su noveno cumpleaños y, aunque al principio éramos reacios a que lo llevase, al final hemos visto su lado bueno”, dice Santiago Fernández, padre de una niña de 9 años. 

“El reloj lo guardamos nosotros y se lo damos solo en momentos puntuales, cuando vamos a pasar el día fuera con más gente y sabemos que va a darse vida sola, en el pueblo, la piscina o si sabemos que va a estar con sus amigos al aire libre, sin la supervisión de un adulto”, explica este progenitor. “A nosotros nos da tranquilidad porque la podemos llamar en un momento determinado para saber dónde está o avisarle de que vuelva porque es la hora de comer”, continua. 

"Nos da tranquilidad porque la podemos llamar para saber dónde está o avisarle de que vuelva porque es la hora de comer"

“Somos conscientes de que no es lo ideal, pero saber que lo lleva, y que en caso de necesidad nos puede llamar y nosotros localizarla por GPS, nos da seguridad”, afirma este padre zaragozano. Esas son, precisamente sus ventajas y la razón de que sea una herramienta muy demandada entre niños de entre 7 y 10 años: la seguridad de que, si pasa algo, el niño puede ser localizado y que puede llamar a sus padres si lo necesita, si se cae, sufre un accidente o se pierde, sin la necesidad de tener que proveerlos de teléfono móvil.

Solo para momentos puntuales

“Está bien para verano porque las funciones están muy limitadas, pero sí que es un elemento muy distractor porque muchos mandan notificaciones. Algunos tienen cámara, les miden las pulsaciones y los niños están todo el rato pendientes”, señala la psicopedagoga Olga Lázaro. Aunque reconoce que “están bien por seguridad y para que estén localizados en un momento dado, o tengan oportunidad de llamar en un momento determinado”, asevera. “Si están en el pueblo o si salen solos de casa puede estar justificado, pero para la ciudad o cuando están con sus padres no es necesario”, añade Lázaro.

Reloj inteligente para niños, a la venta en Amazon.
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“Entiendo que los padres tengan miedo y que el reloj les de esa sensación de seguridad y de tranquilidad de saber dónde están sus hijos, pero tenemos que procurar que desarrollen esa parte de autonomía y responsabilidad que necesitan conforme van creciendo”, argumenta la psicopedagoga. “Hay niños de 9 años que no saben dónde se encuentran, si están cerca o lejos de su casa o no saben ni donde viven. Necesitan tener un conocimiento de su entorno, una visión más amplia de su situación y esos relojes no favorecen ese aprendizaje”, critica Lázaro.

“Además, tener a los hijos tan vigilados genera inseguridad en los propios niños. No aprenden a controlarse porque saben que les controlan otros y dice muy poco del mensaje que los adultos les damos: Te tengo que vigilar porque no me fio de ti”, apunta. Y avisa de que “se los dan a edades muy tempranas, a veces desde los 5 años y hasta los 10 porque a los 11 se lo cambian por el móvil”, asegura Lázaro.

"Los adultos les trasladamos el mensaje de que les tenemos que controlar porque no nos fiamos de ellos".

“En el pueblo lo llevan muchísimos niños, algunos con apenas 6 años”, confirma Leyre Oliván, que no se ha planteado comprárselo a su hijo de 4 años. “Creo que es todavía muy pequeño para eso”, señala. 

“Las amigas de mi hija tienen todas y lo llevan cuando van al club deportivo y en el pueblo. Así, pueden ir y venir sin sus padres. Suelen ir todas juntas y cuando los padres necesitan decirles algo, las llaman. Solo faltaba nuestra hija y este verano hemos sucumbido también”, constata María Martínez que tiene una niña de 9 años.

“En nuestra urbanización lo llevan muchos niños mientras juegan en las zonas comunes. Así los padres pueden llamarles para que suban a casa en lugar de bajar a por ellos o gritar desde la ventana”, explica Berta Cebrián, madre de un niño y una niña, pero que no se ha animado a comprar este dispositivo.

El peligro de grabar conversaciones privadas

Sin embargo, algunas de las posibilidades que ofrecen estos relojes pueden ser problemáticas. Al fin y al cabo, estamos proporcionando una herramienta tecnológica con muchas aplicaciones a unos niños muy pequeños sin enseñarles los límites de su uso a nivel legal. Es el caso de la utilización de la cámara de fotos o de la grabadora de voz.

“En un cumpleaños que celebramos en el parque, uno de los niños grabó con el reloj una conversación entre otros dos amigos en la que se criticaba de una manera muy fea a un tercer niño y luego lo escucharon todos, también el niño afectado y todos los padres”, recuerda Cebrián. 

"Al final, se adelanta la utilización de las nuevas tecnologías para el acoso escolar que vemos que ocurre en el instituto con los móviles. Son temas para los que los niños tan pequeños no están preparados ni suficientemente maduros"

“El cumpleaños acabó con muchos lloros entre los pequeños y malestar entre los progenitores que tuvieron que intervenir y explicarles que no puede grabarse una conversación privada, además de lidiar con lo que decían los niños en ese audio, que no dejaba de ser una situación de bulliyng”, afirma esta progenitora zaragozana. 

“Al final, se adelanta la utilización de las nuevas tecnologías para el acoso escolar que vemos que ocurre en el instituto con los móviles. Son temas para los que los niños tan pequeños no están preparados ni suficientemente maduros como para entender que no se puede grabar las conversaciones ajenas y menos, utilizarlas para acosar a un compañero”, añade Cebrián.

Un foco de distracción

De hecho, esta situación genera conflictos también en el aula. En Alemania se han prohibido estos relojes en los colegios para evitar que se grabe a los profesores dando clase. En Aragón, no existe una normativa al respecto, pero algunos colegios ya han tomado la decisión de que no se lleven a clase. “En el colegio de mi hija nos han pedido que los dejen en casa porque se distraen con los juegos y no paran de tocarlos”, confirma Berta Cebrián. 

Desde el departamento de Educación del Gobierno de Aragón explican que la decisión depende de cada centro educativo y del Reglamento de Régimen Interno (RRI), “que es el documento que regula el funcionamiento y organización en un centro escolar, así como las relaciones de este con otros sectores de la comunidad educativa”.

A parte de ello, tampoco favorece el aprendizaje. “Es un elemento de distracción bestial”, asegura Ólga Lázaro. “Están pendientes de todo menos de lo que tienen que estar y les genera ansiedad. Es como el móvil,”, añade la psicopedaga. 

Pero no solo los relojes inteligentes deberían estar fuera del aula para esta experta. “También los digitales porque les mandan avisos y notificaciones. No tienen ninguna necesidad de llevarlos ni ninguna utilidad en el aula. Si quieren saber la hora, en clase tienen reloj”, concluye Lázaro.

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