Heraldo del Campo

Una apuesta por la miel en un difícil momento

Alberto López ha tomado el testigo de su padre, Vicente, gestiona 500 colmenas en la Comunidad de Calatayud, cuya miel comercializan como El Mundo de Meli.

Vicente y Alberto López, trabajan con sus abejas en las colmenas que tienen en Calatayud.
Vicente y Alberto López, trabajan con sus abejas en las colmenas que tienen en Calatayud.
Macipe

Después de más de 30 años entre abejas, a Vicente López no le inquieta el zumbido de los centenares y centenares de los insectos que se agolpan en uno de sus colmenares. Empezó con siete cajas, a modo de pasatiempo pensando en la jubilación, ahora, a sus 68, ha decidido cederle el testigo a su hijo, Alberto, a quien le echa una mano. Hace dos años, Alberto, decidió ampliar la explotación y pasar de algo más de 300 colmenas a rondar las 500 en varios puntos de la comarca de la Comunidad de Calatayud.

"Tenía un trabajo muy estresante y necesitaba un cambio. Como quería quedarme a vivir aquí opté por hacerme agricultor. Llevo unas 30 hectáreas entre cerezo, melocotón y peral y mi padre me traspasó el negocio", cuenta. A eso se añaden las colmenas, repartidas (casi) por los cuatro puntos cardinales de la demarcación: el Ribota, el Perejiles, la sierra Vicor y el entorno del Monasterio de Piedra, que sus animales recorrer para alimentarse de romero, tomillo, espliego, salvia y ajedrea.

Al acercarse a observar los panales, Alberto y Vicente se enfundan sus trajes y el primero agarra un ahumador de fuelle para calmar los ánimos de los pequeños insectos. "Quise mantener la actividad de las abejas, porque, por encima de todo, son fundamentales para la agricultura y para la vida en general", argumenta Alberto.

Como apunta Vicente, tanto de ellas como de otros pequeños insectos polinizadores depende "el 70% de todo lo que comemos". "A pie de calle, la gente no es consciente de su valor", incide el veterano.

En su caso, cuentan con obrador propio, aunque su producción se ha visto mermada por el panorama actual. "Una producción normal suele estar sobre los 15 kilos por colmena. Este año, entre las heladas, la sequía y la alta mortandad, a ver si llegamos a que salga un kilo en cada una", comenta Alberto. Una vez sacan los cuadros con los panales, los llevan a su local, donde pasan por una centrifugadora y luego a un depósito para decantar las impurezas.

"Arriba se queda la cera y abajo otros restos. La cera se reutiliza. Y la miel se obtiene sin añadir absolutamente nada. Nada", insiste Alberto. Su modesta producción se etiqueta bajo el nombre El Mundo de Meli y la distribuyen entre varios comercios de Calatayud. "Está en panaderías, carnicerías, fruterías y también en el Monasterio de Piedra", explica Alberto. Además disponen de una página web y un correo electrónico de contacto: info@abejasmundi.com. a través del cual los consumidores pueden realizar los pedidos

De la ilusión a desesperanza

Alberto cuenta que se ha dado dos años de plazo para determinar si continúa con la actividad, tanto agrícola como apícola. "Es más fácil tener un cocodrilo que abejas", se lamenta. En esa frase resume lo que su padre detalla: "Te piden un sinfín de permisos, medidas, burocracia… Parece que sean el diablo y tenemos que saber que si no las molestas o las agredes, pasan de ti olímpicamente", incide Vicente.

Y a eso se suma la fragilidad económica: "Tienes que meter muchas horas, mano de obra, gasoil para echar mil viajes, seguros que son insostenibles… Cada vez más gastos y más caros, y los ingresos son mínimos o cero", añade. Por todo ello considera que "se te van las ganas por razones económicas y por el abandono del gobierno y las instituciones".

Sobre las medidas de trazabilidad y las sanitarias, Alberto se muestra "encantado". "Si nosotros, los productores locales, estamos de acuerdo y nos parecen lógicas. Pero si nos exigen a nosotros, que lo que llega de fuera y venden en los supermercados, que etiquetan como miel, es jarabe. Y así no se puede competir", insiste.

"Nunca se ha ganado dinero. Es por amor al campo y a la naturaleza, por la función que cumplen las abejas", ahonda Vicente, que recuerda que "la miel, o lo que llaman así, te la pueden traer de fuera, pero la polinización tiene que ser aquí".

"La mayoría de las abejas son de apicultores. Alguna habrá salvaje, pero el mayor peso lo lleva la apicultura", insiste. 

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