Heraldo del Campo

agricultura

El reto de salvar la huerta de Zaragoza

La creación de una marca que identifica los productos cultivados en las tierras de la capital aragonesa
pretende ser un revulsivo para un terreno que ha visto reducida su superficie en un 90% en los últimos años.

El Mercado agrolimentario del campus San Francisco ofrece todos los viernes productos locales y de proximidad, algunos de ellos procedentes de la huerta de Zaragoza.
El Mercado agrolimentario del campus San Francisco ofrece todos los viernes productos locales y de proximidad, algunos de ellos procedentes de la huerta de Zaragoza.
Rubén Losada.

A pesar de contar con 12.000 hectáreas de tierra de regadío productivas, unas condiciones propicias en lo relativo al agua y de que llegó a tener cientos de explotaciones en los años 70, la huerta de Zaragoza atraviesa un momento delicado, al disponer de solo 50 agricultores en estos momentos y haber visto reducida su superficie ocupada en un 90% en los últimos años.

Aspectos como la falta de relevo generacional o las dificultades que tienen los agricultores para recibir precios justos por sus productos son algunas de las razones que están detrás de esta situación. Proteger e impulsar la huerta zaragozana lleva años siendo una de las principales reivindicaciones del sector, una meta que acarrea notables beneficios en cuestiones tan importantes como la salud, el medioambiente o la soberanía alimentaria.

La huerta de Zaragoza incluye tanto a agricultores convencionales como a ecológicos. La Muestra agroecológica de la plaza del Pilar, los mercados agroalimentarios de Parque Venecia y el campus San Francisco, el Mercado Central y el resto de los mercados municipales son algunos de los puntos en los que se pueden adquirir los productos de estas tierras, cuyos campos se encuentran en lugares como Movera, Las Fuentes, Miraflores, Montañana, La Cartuja, Utebo, Juslibol, Garrapinillos o Cogullada.

Recuperar el cultivo de proximidad, apoyar a los hortelanos, defender precios dignos, potenciar las variedades locales que se han ido perdiendo y valorar el patrimonio cultural y paisajístico en torno a la huerta son algunas de las metas de los agentes implicados. Pero, aunque en los últimos años se han impulsado desde las instituciones diversos proyectos, no se ha logrado revertir la tendencia y acabar con esta situación.

Precisamente, con el fin de impulsar la huerta, el pasado mes de marzo el Ayuntamiento de la capital aragonesa y la Unión de Agricultores y Ganaderos de Aragón (UAGA) firmaron un convenio por el que se creaba la marca ‘Huerta de Zaragoza’. Un distintivo que permite que los usuarios puedan reconocer aquellos alimentos que se han producido en el entorno de la ciudad con la garantía de ser de productores locales y de proximidad. Tras diferentes reuniones con los colectivos implicados, como la Plataforma de la Huerta de Zaragoza, la Asociación de Hortelanos o la Asociación de Detallistas, se logró impulsar esta nueva marca –creada en 2017 y aprobada por el pleno del Consistorio, pero que hasta ahora no se había puesto en funcionamiento–, que ya identifica productos en trece puestos de venta de diferentes puntos de la ciudad y con origen en diez explotaciones hortícolas.

Unas cifras que desde las entidades organizadoras esperan que aumenten próximamente con el fin de revalorizar unas tierras fundamentales para la conservación del medio natural, la disminución de la huella ecológica, la existencia de productos de calidad y la potenciación de la economía local. Factores, todos ellos, cada vez más importantes para buena parte de los consumidores pero para cuya consecución son necesarios cambios profundos en el modelo alimentario y de consumo para los cuales queda camino por recorrer.

Huerta del barrio de Las Fuentes de la capital aragonesa.
Huerta del barrio de Las Fuentes de la capital aragonesa.
Francisco Jiménez.

"Zaragoza tiene el privilegio de contar con una tierra fértil, pero se dedica fundamentalmente a la alfalfa. Apenas un 4% de las frutas y verduras que comemos se produce en la huerta zaragozana. Su situación es muy delicada porque la mayoría de los hortelanos no tienen relevo generacional y los nuevos tienen muchas dificultades para producir. Están los mercados pero hay que ampliarlo y acercarlo a la ciudadanía para facilitar que la gente lo pueda tener en su vida cotidiana y favorecer su consumo", explica sobre el proyecto del distintivo Olga Conde, integrante de la Plataforma en Defensa de la Huerta Zaragozana y extécnica del Servicio de Medio Ambiente del Ayuntamiento de la ciudad.

También fue la coordinadora del proyecto municipal europeo ‘Huertas Life km 0’, impulsado en 2012 con el fin de desarrollar una experiencia que abordase la soberanía alimentaria y la recuperación del suelo fértil periurbano de Zaragoza. "Además de la globalización de los mercados y de que no se paga lo que se debería pagar a los hortelanos, tampoco en el Ayuntamiento ha habido un apoyo real a lo largo de la historia. Apostar por la huerta es apoyar a los agricultores, además de contribuir a reducir las emisiones que se generan en el transporte de los productos, a reducir energía, a luchar contra el cambio climático y a potenciar la salud, pues son productos recién cosechados. Zaragoza podría ser una ciudad referente en su modelo de alimentación por la tierra fértil que tiene y por eso también se explica nuestra lucha para intentar recuperar esta huerta", apunta Conde.

La creciente sensibilización de la población ante cuestiones medioambientales y relativas a los hábitos de vida saludable son elementos que pueden favorecer el consumo de los productos locales y de proximidad. Pero, para Conde, han de ir acompañados de campañas de difusión impulsadas por el Ayuntamiento que digan por qué hay que apostar por comprar producto de la huerta.

En cuanto a los diversos proyectos municipales desarrollados en torno a esta, señala que se han quedado en suspenso, porque tendría que haber medidas con técnicos que las respalden. "Se ha constituido el Consejo Alimentario, pero hay un déficit de personal técnico encargado del tema, de forma que puede quedar todo en papel mojado. Por ello, desde la plataforma hemos planteado una serie de propuestas a los grupos políticos para impulsar iniciativas a este respecto", explica Conde.

Por su parte, el presidente de la Asociación de Hortelanos de Zaragoza, Cristóbal Omedes, coincide en la idea de la falta de relevo tras las jubilaciones de los agricultores: "Antes había muchos más hortelanos, llegamos a ser unos 300, pero había explotaciones mucho más pequeñas. Ahora tienen que ser grandes y nos tenemos que dedicar todo el año a estar produciendo. Son oficios muy duros y no encuentras trabajadores. Además, el clima de la ciudad es muy difícil. Este invierno, por ejemplo, ha sido un desastre, y el verano se plantea sin agua. Entonces, mucha gente no quiere complicarse la vida".

En cuanto a la iniciativa del distintivo de la huerta, considera que puede ser muy positiva tanto para el sector como para que el ciudadano se mentalice sobre la procedencia de lo que come, pues a menudo no lo sabe. "Hay mucho engaño con eso. A veces pone tomate de Zaragoza o sandía originaria de España y no es así, viene de Senegal, por ejemplo. Así que es bueno que se distinga", apunta.

No obstante, considera que a los profesionales del ámbito se les deberían conceder ayudas directas para que puedan desarrollar su labor. "Nos dicen que las explotaciones son inviables por su coste, pero no nos ayudan. Y si esto sigue así desapareceremos. Somos el único sector que no ha recibido fondos europeos y estamos fuera de la PAC. Somos solo 35 explotaciones, y hay algunas que si tienen el verano flojo cerrarán", añade Omedes.

Control y adaptación

Para la creación del distintivo ‘Huerta de Zaragoza’, el papel de UAGA fue fundamental. La entidad trabajó en la elaboración de la ordenanza para el uso de la marca y con su presencia asegura la labor de control para garantizar la correcta identificación de los productos. "Lo que hacemos es llevar la gestión del control y la adaptación de la marca a la realidad de la huerta. Sobre todo queremos proteger la huerta, lograr que los agricultores puedan vivir de ella y que sea apreciada. Iniciativas como esta son claves y hay que tener en cuenta que estamos en un punto límite: o hacemos algo o nos quedamos sin hortelanos", explica Carlos Polo, técnico de UAGA.

Proteger estas tierras a nivel medioambiental, por lo que aporta en materia de biodiversidad, es otro de los objetivos, al igual que defender lo local. Polo reconoce que la sociedad está cada vez más familiarizada con este concepto, pero que aún hace falta entenderlo mejor. "Tenemos que proteger al agricultor y mantener este tejido, pues si se pierde no lo recuperas. El tejido agrícola no es como una fábrica, pues para volver a producir en él se necesitan años", resume.

Otro de los caballos de batalla de UAGA a este respecto son las ayudas directas al sector. Por ello, han alertado en varias ocasiones de que la actividad de la huerta corre el riesgo de desaparecer por la escasa rentabilidad que arrastra el sector, agravada en el último año por la considerable alza que han experimentado los costes de producción y los efectos de la meteorología adversa, que ha mermado las cosechas. "El ciudadano tiene que entender por qué vale lo que vale un producto. Lleva mucho trabajo, entonces hay que tener presente lo que hay detrás de esos precios. Habría que desarrollar más campañas divulgativas que explicasen que el producto es mejor y que por eso tiene esa diferencia en el precio. Precisamente, en el marco de la iniciativa del distintivo una de las patas de basa en la información al consumidor, en trasladarle aspectos como la importancia de contar con un tejido productivo que asegure la producción de alimentos. Porque hay personas que dicen que compran las cosas vengan de donde vengan, pero lo cierto es que si pasa algo en esos países aquí podemos quedarnos sin comer. Además de proteger la agricultura local tenemos que aspirar a tener soberanía alimentaria", indica el técnico.

Desde el Consistorio, su consejera de Economía, Innovación y Empleo, Carmen Herrarte, pone en valor el "compromiso" de UAGA como garante del control del proyecto, ante la "dificultad" con la que se encontraron en el equipo de gobierno para asumir esta labor: "No hay competencias ni del Ayuntamiento ni de la DGA para controlarlo. Y vendemos confianza, entonces teníamos que tener un sistema muy robusto de control, por lo que su papel es vital".

La edil destaca la medida como una más de la estrategia que tiene el equipo de gobierno desde el inicio del mandato sobre impulsar el tejido local. En este sentido y en cuanto al producto agroalimentario, subraya que se ha triplicado la superficie de los mercados ambulantes, así como la puesta en marcha de los mercados de Parque Venecia y el campus San Francisco y la venta de producto fresco en el mercado ambulante de La Almozara. "Hemos potenciado la formación en agroecología, que está funcionando muy bien. Además, apostamos por un cambio cultural sobre el tema, y hay muchas personas con inquietud sobre este tipo de consumo. Es algo que forma parte igualmente de la estrategia global que tenemos por ser una de las ‘100 ciudades climáticamente neutras’ y, por ello, era también muy importante impulsar la marca de la huerta, para que todo el mundo sepa cuando llegue a un puesto qué productos son nuestros", expone la consejera, quien confía en que próximamente se irán ampliando los establecimientos adheridos.

Cabe destacar asimismo que desde el pasado marzo, el Mercado Central, la Muestra agroecológica de la plaza del Pilar y el mercado de Valdespartera cuentan con la ‘app’ Mercadeando Zaragoza, impulsada por el Consistorio y la Universidad de Zaragoza –a través de la empresa GeosLab– y con la colaboración Asociación de Detallistas del Mercado Central, que está destinada a la compra ‘online’ del producto fresco y tiene registrados un total de 55 puestos de estos espacios.

Zona de la huerta de Zaragoza próxima a Juslibol en el año 2002.
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Una historia ligada estrechamente a la de la capital aragonesa

La historia de Zaragoza ha estado desde sus orígenes ligada a su huerta. Su ubicación en la confluencia del Ebro y sus afluentes contribuyeron a ello. El Ebro, en su divagar por su llanura de inundación, aportó tierra fértil, hecho que, unido a la existencia de canales de irrigación desde la época prerromana, permitió el establecimiento de una fértil huerta. De ahí que las crónicas de la época musulmana generaran descripciones como la de ‘Al-Qalqasaudi’: "Zaragoza parece una motita blanca en el centro de una gran esmeralda sobre la que se desliza el agua de cuatro ríos, transformándola en un mosaico de piedras preciosas".

"Así se hacía alusión a las huertas, jardines y vergeles que rodeaban la ciudad, en cuyo centro destacaba la trama urbana, de casas y murallas blancas fabricadas con el yeso de los montes próximos. En la Zaragoza musulmana, la agricultura fue uno de los principales sectores productivos, pues sus pobladores supieron reutilizar y poner en marcha la infraestructura hídrica romana", explica Olga Conde.

Asimismo, destaca que la puesta en marcha del Canal Imperial de Aragón, en 1784, supuso una gran revolución agrícola, recordando que, durante el siglo XX, comenzó un lento pero progresivo retroceso de los espacios de huerta. Posteriormente, la declaración de Zaragoza como polo de desarrollo industrial en 1964 duplicó su población en un corto periodo de tiempo, lo que dio lugar a que el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de 1968 recalificara suelos para la construcción de viviendas y generación de infraestructuras que se asentaron en zonas de huerta altamente productivas. Y, si bien el PGOU de 2001 reconocía los valores de los espacios agrícolas del entorno urbano, "este también recalificó una gran cantidad de suelo y se aprobaron desarrollos urbanísticos en tierras de regadío agrícola tradicional del término municipal", agrega.

Entrevista a Javier Sopesens agricultor e ingeniero agrónomo

"El acceso a tierras de cultivo es el principal problema"
Sopesens, responsable de Ecosope, en su puesto del mercado del campus San Francisco.
Sopesens, responsable de Ecosope, en su puesto del mercado del campus San Francisco.
Rubén Losada.

¿Dónde se cultivan y distribuyen los productos de Ecosope?

Tenemos la huerta principalmente en La Almozara, aunque también contamos con una parte pequeña en Movera, otra en Miraflores y otra cerca de Cuarte. Vendemos en los mercados agroalimentarios de San Francisco, Parque Venecia y plaza del Pilar y tenemos algún distribuidor más en Aragón y Navarra.

¿Cómo cree que puede beneficiarles la marca ‘Huerta de Zaragoza’ a los agricultores?

Nos puede ayudar mucho. Sobre todo porque así la gente podrá saber cuándo un producto es de aquí, de su ciudad, algo que no es nada frecuente. Y espero que sirva también para poner en valor a la huerta de Zaragoza, que ha sido muy próspera desde los tiempos de los musulmanes, porque la riegan tres ríos, el Gállego, el Ebro y el Huerva, con lo que su capacidad siempre ha sido muy importante. Nunca se llegó a explotar como la de Navarra, por ejemplo, porque a Zaragoza se le destinó a la logística, pero si se hubiese hecho ahora sería espectacular. Los árabes canalizaron todas las acequias porque vieron ese potencial, lo que se sumaba a las condiciones relativas al agua y al clima. El problema ahora es que cada vez quedan menos hortelanos y la tierra se destina a otros cultivos, de forma que la huerta se está perdiendo porque Almería o Marruecos venden más barato.

¿Considera que la sociedad valora cada vez más los productos locales y de proximidad?

Eso depende de la persona. Muchas veces la gente no mira de dónde viene el producto, pero sí que es cierto que llevar una etiqueta que indique que es de Zaragoza puede dar qué pensar. Lo importante es que llegue a muchos sitios para que se entienda que es kilómetro 0 y que las ciudades apuesten por su huerta, porque sino no comen.

¿Qué beneficios tiene hacerlo?

El hecho de consumir algo fresco y de temporada. Porque no es lo mismo coger un tomate verde en Almería para que se ponga rojo aquí, que comprar directamente uno rojo de Zaragoza. Con eso ganas un sabor y unas vitaminas que no se pierden. También se fomentan aspectos como que se dé trabajo a personas de tu ciudad o la economía circular. Y, en nuestro caso, además, somos ecológicos, de forma que te quitas todos los químicos que dañan tu cuerpo.

¿Qué dificultades encuentra a la hora de desarrollar su labor?

El problema principal que tiene la agricultura en la ciudad es la falta de acceso a tierras de cultivo. Mucha gente piensa que tiene un valor comercial como las viviendas, pero el suelo agrícola es diferente. En La Almozara, por ejemplo, hay tierra inundable que es imposible comprar porque la venden al precio de la edificable, y no se debería poder especular con la tierra, porque si te alejas 20 kilómetros de Zaragoza esa misma baja su valor hasta 12 veces. Creo que los ayuntamientos y el Gobierno de Aragón deberían protegerse en este sentido y fijar unos precios estándar para el valor de estas tierras, porque sino es una locura.

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