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Los aviones A400M multiplican por dos la capacidad de prestar apoyo en catástrofes

El Ala 31 de la Base de Zaragoza trasladó a 150 efectivos de la UME y bomberos para ayudar a las víctimas del siniestro ocurrido en marzo

El comandante Javier Ferrer (de pie) y el brigada Fernando Cuellas, ante el avión A400M en la Base de Zaragoza.
El comandante Javier Ferrer (de pie) y el brigada Fernando Cuellas, ante el avión A400M en la Base de Zaragoza.
Toni Galan

El comandante Javier Ferrer, piloto del Ala 31, es un valenciano que lleva 18 de sus 37 años implicado en el Ejército del Aire. Pasó los primeros cinco en la Academia General del Aire, en San Javier (Murcia), y los últimos 13 forma parte en la capital aragonesa de una unidad «muy especial», como él la define, que existe en la Base Aérea de Zaragoza.

Es uno de los pilotos de los trece aviones A400M del Ala que aterrizaron en 2016. Ahora se espera que llegue el catorce (en principio es el último, pero hay rumores de que podría ampliarse su número). Este aviador conoció el cambio del histórico Hércules C-130, sustituido definitivamente el 21 de diciembre de 2020. Tiene tres hijos y defiende que después de vivir tantos años en Zaragoza, los ha convertido en una conexión entre valencianos y aragoneses.

«El Ala 31 acoge a gente muy especial. No es una unidad normal debido a las misiones que hace», defiende el piloto, quien llegó desde la Academia del Aire hasta Zaragoza en 2013. Entonces todavía se utilizaban los aviones Hércules. «Cuando llegué de visita estaban haciendo misiones en Afganistán. Me interesaba mucho más que otras unidades porque era muy atractiva, aunque no quito lo que tenían las demás y sus méritos», señala, Así que se acostumbró a la cabina de una aeronave que ya es histórica.

Conoce bien que hay algunas unidades militares que solo se dedican a trasladar personas («meter o sacarlas del lugar», indica). Alude a la «flexibilidad» sobre lo que pueden trasladar –entre pasajeros, militares, bomberos, ayuda humanitaria o material y carga– y destaca que lo que antes hacía el Hércules, ahora el A400M, soporta mucha más capacidad. «Puede transportar casi el doble de carga que el anterior».

«Para ir a Turquía, por el terremoto, nos llegó un aviso de tener preparado un avión que iba a salir en cualquier momento, como en dos horas, y nos mandaron a las tripulaciones a casa para preparar las maletas y estar dispuestos para la activación», indica el comandante. «Se movilizó a todo el mundo: a la UME, los Bomberos de Madrid, a médicos... Conforme las distintas unidades van confirmando quien puede ir se iba modificando la hora de salida del vuelo. Al principio, en toda salida similar se vive este caos», reconoce el oficial.

A la tripulación que estaba dispuesta para subir en el A400M como cualquier día, entre los que estaba el comandante Javier Ferrer, de 37 años, y el brigada Fernando Cuellas, de 46, la  mandaron a su casa para hacer el equipaje y descansar un rato hasta que fueron activados definitivamente. El terremoto había sido por la noche, el aviso llegó a media mañana y a la hora de comer salían desde la Base de Zaragoza hacia la de Torrejón para recoger a los bomberos y la UME (que llegaban de Sevilla). Su aterrizaje en Turquía fue esa noche. Los militares del Ala 31 conocen bastante bien la base militar de Incerlik, que tiene EE. UU., situada cerca de la localidad de Adana.

«Nos mandaron a la parte civil (Adana Air Base) y estaba totalmente colapsada de tráfico aéreo, por lo que no nos dejaban aterrizar. Nos enviaron a otra ciudad al norte y llevábamos a 50 bomberos y 100 efectivos de la UME. Tras aterrizar allí a la una de la madrugada y hacer los planes A o B, al final nos llamaron del Mando Aéreo de Combate porque consiguieron un ‘slot’ para nosotros en la base militar americana de Incerlik, donde llegamos a las 11.00 del día siguiente», señala el comandante al recordar las incidencias que vivieron en varios aeropuertos turcos para poder ayudar al país colapsado.

El comandante Javier Ferrer, piloto del avión A400M.
El comandante Javier Ferrer, piloto del avión A400M.
Toni Galan

Para el traslado de los efectivos de ayuda a Turquía, con el Ala 31 y las unidades que desplegó España, les sorprendió a los militares la falta de vuelos civiles. «Cuando llegamos allí nos encontramos con el caos (del terremoto) y se retrasó todo unas doce horas. Quizás si hubiéramos salido más tarde no nos lo hubiéramos encontrado así», relata el comandante, un piloto valenciano que se siente medio aragonés.

Al día siguiente del terremoto vivieron varias réplicas estacionados en la base americana en Turquía. «Nos enseñaron un vídeo de cómo se movían los aviones que estaban aparcados entonces en el ‘parking’. A nosotros no nos pilla, por suerte, los efectos de los terremotos», señala.

Los miembros del Ala 31 hicieron el complicado traslado de las unidades y tres días después otros compañeros volvieron a acudir con otro A400M que llevó una segunda misión con ayuda humanitaria y recogieron a parte de los efectivos desplegados.

El Jefe del Estado Mayor del Aire, el general Javier Salto Martínez-Avial, preside en la Base aérea de Zaragoza la despedida de los aviones Hércules del Ala 31 a cambio de los A400M tras casi 50 años.
El Jefe del Estado Mayor del Aire, el general Javier Salto Martínez-Avial, preside en la Base aérea de Zaragoza la despedida de los aviones Hércules del Ala 31 a cambio de los A400M tras casi 50 años.

«El cambio del Hércules por un A400M fue un paradigma porque el primero exigía mucho la habilidad del piloto y su interacción con la máquina era muy fuerte. El A400M es mucho más moderno y la gestión de la cabina o el vuelo es más parecida a un avión de otras líneas», reconoce al relatar el cambio que se produjo. «Está todo mucho más automatizado –añade–, aunque hay también misiones tácticas en las que volamos a mano y es más parecido a lo que hacíamos con los aviones Hércules».

En el terremoto de Turquía el vuelo exige un avión como el A400M, pero los apoyos y los automatismos que ofrece la nave «liberan al piloto» de guiar el avión y «puede centrarse en información sobre la disponibilidad de los aeropuertos para aterrizar, las distancias, el combustible o cómo están los sistemas de la aviónica».

En el caso de que la misión sea larga y compleja, a los dos pilotos habituales se suma un tercero de apoyo. Cuando la operación requiere llevar mercancía, se incorporan los supervisores de carga, que no son necesarios cuando van vacíos. Según la carga y pasajeros, pueden ir dos y hasta tres tripulantes.

Traslado de evacuados de Kabul a Dubái en uno de los aviones A400M del Ejercito del Aire, aprovechando al máximo su capacidad
Traslado de evacuados de Kabul a Dubái en uno de los aviones A400M del Ejercito del Aire, aprovechando al máximo su capacidad
Ministerio de Defensa

Compararlo con Afganistán

Cuando se revisa la historia reciente del A400M siempre se recuerda el episodio histórico del vuelo de Afganistán, donde sufrieron el riesgo de ataque en el aeropuerto de Kabul. Evacuaron a más de 2.000 ciudadanos afganos que huían de su país en agosto de 2021 por la llegada de los talibanes al poder. «Liberaron a todos los presos radicales, tenían armamento y eran hostiles para atacar, pero al final no ocurrió, ya que la retirada de los afganos estaba pactada», relata el piloto.

Un peligro muy distinto al que corrieron en Turquía, donde la seguridad dependía del «caos que provoca el terremoto en unos aeropuertos colapsados por el tráfico». «Así nos pasó en febrero de 2019, con un huracán en Mozambique, a donde llevamos ayuda humanitaria. Nos tuvieron a muchos aviones volando a la espera, tal cantidad que se hizo peligroso. Se suele enviar a pilotos experimentados porque los controladores no dan abasto», incide.

El brigada Fernando Cuellas, ante el avión A400M.
El brigada Fernando Cuellas, ante el avión A400M.
Toni Galan

El brigada Fernando Cuellas, experimentado en Canarias en el Servicio Aéreo de Rescate y con los F-18, es un leonés de 46 años y padre de dos hijos. Se incorporó a la Base de Zaragoza en 2016, con la llegada de los A400M para mantenimiento y supervisión. Cuando llegó a Turquía se sorprendió al coincidir con «muchos aviones de distintos países descargando en la plataforma americana, mucha gente implicada y mucha locura». «Los turcos repartían gratis el combustible y cuando caía el sol todos los helicópteros se ponían a repartir la ayuda humanitaria», explica. «Miedo no pasamos aunque se notó algo de un temblor. Estábamos en un lugar seguro. El terremoto no te mata si no colapsa el edificio», detalla.

Al evaluar el avión A400M, el brigada considera que unos equipos tan nuevos «están por explotar». Cree que «necesitan tiempo de desarrollo, poco a poco», porque todavía no han llegado al cien por cien. «En Afganistán fue la prueba de fuego del avión y con todo lo grande que es se portó. Nunca había estado bajo esas condiciones tanto tiempo fuera de la base (nueve días). Necesita un mantenimiento mínimo para seguir volando con seguridad», indica al hablar de las cualidades de la aeronave.

Fernando Cuellas es uno de los 30 supervisores del Ala 31 y Javier Ferrer, uno de los 30 pilotos. Los militares confían en que la unidad crecerá con más misiones y más aviones A400M.

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