Subdirector de HERALDO DE ARAGÓN

Canal Roya electoral

Unión de estaciones
Unión de estaciones
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Hubo un político en Pamplona que pasó a la posteridad con el apodo de ‘cerovotos’. Como gran promesa electoral para coronarse como alcalde propuso una idea magnífica, singular: conducir el agua de la playa de La Concha de San Sebastián por tuberías hasta la capital navarra. En realidad, recogía el espíritu de un proyecto ilustrado del siglo XVIII para conseguir la unión entre el Mediterráeo y el Cantábrico a través del Ebro y el Bidasoa, sobre el que los navarros pidieron opinión incluso a Ramón de Pignatelli. El personal se lo tomó a broma, lo castigó en las urnas y rio su ‘boutade’ para siempre.

En Aragón, hay políticos que se empeñan en el espíritu de ‘cerovotos’ y otros cuyas acciones basadas en los cálculos electorales corren el riesgo de sufrir un serio varapalo. La última, la del aún vicepresidente del Gobierno de Aragón, Arturo Aliaga, que dio un impulso imprescindible para la captación de los fondos europeos para la unión de estaciones. Sin embargo, como si quisiera esculpir su último epitafio político ha soltado un mensaje inquietante: el Gobierno de Aragón no hará una unión si no la quiere el territorio. ¿A quién se refiere el hasta anteayer presidente del PAR? ¿Quién compone el territorio? ¿Cuál es su peso?

Desde hace veinte años, las Cortes de Aragón han aprobado un sinfín de resoluciones, todas por amplia mayoría, en favor de la unión de las estaciones de esquí aragonesas. PP y PSOE, tan distantes en lo cosmético y tan cercanos en lo esencial, siempre han entendido la capacidad de vertebración de un proyecto que solo puede generar beneficios en un mercado turístico muy competitivo.

¿Por qué entonces peligra ahora de forma tan sorprendente como abrupta la unión de estaciones? ¿Quién la ha incluido en el catálogo de proyectos muertos cuando está más vivo que nunca? ¿De verdad la legítima oposición ecologista tiene el fuste y la razón suficientes como para detener la unión? ¿Va a perder Aragón una oportunidad histórica para unir su dominio esquiable?

Aduce el presidente de la Diputación de Huesca que no hay margen temporal, que se ha empezado tarde con la tramitación administrativa (se precisa de un PIGA y de los permisos ambientales) y que se corre el riesgo de perder los fondos europeos adjudicados por lo que propone derivar los más de 26 millones de ayudas solo para la unión Astún-Formigal en otros proyectos para la dinamización del territorio. Todo ello es cierto y todo admite matices: desde la posibilidad de cumplir con los plazos hasta la más que probable cesión de Europa para ampliar el tiempo de ejecución, ya que existen precedentes.

No se trata de una cuestión técnica, ni siquiera medioambiental en el ámbito de las decisiones, salvo que se quiera defender la imposibilidad de una unión por Canal Roya mientras reverdecen otros proyectos, empezando por Canfranc. Es, sencillamente, una cuestión electoral.

Si no, tampoco se entendería la nebulosa declaración del nuevo ministro de Industria, que bracea en la nada para sembrar más dudas sobre un proyecto que hace escasos meses el propio Gobierno central defendió y apostó. ¿Qué sucede? La doble cita electoral. Ni más ni menos. Ni Miguel Gracia quiere una presión añadida en el PSOE de Huesca ni Javier Lambán va a seguir impulsando una obra mientras observa la falta de respaldo de Moncloa. 

Mención aparte merecen los consejeros de Podemos y Chunta, cuya oposición a la unión de estaciones crece de manera directamente proporcional a la cercanía de los periplos electorales. Uno de ellos suele caracterizarse por respaldar con generosos aplausos a Javier Lambán en los debates del estado de la Comunidad. Ahora se impone la disidencia hasta la siguiente composición de gobierno. Allí, si toca, adoptarán de nuevo una postura dulce y maleable. Todo lo demás, literatura, digan lo que digan nuestros próceres.

También se ha deslizado por la pista Jorge Azcón, con una declaración casi electoral, en la que sostiene que la unión se realizará con o sin fondos europeos. No se trata de dudar de intenciones sino de cuestionar lo que parece improbable: las exigencias presupuestarias y la expectativa macroeconómica a medio plazo no van a permitir -como ha sucedido hasta ahora- una completa unión sin el respaldo comunitario.

Por primera vez, el dinero está sobre la mesa en una oportunidad magnífica y, tal vez, única para acometer una infraestructura necesaria. Vuelve a fallar, como tantas veces, la gallardía de unos representantes con la mirada sostenida en las encuestas electorales más que en las verdaderas necesidades de los ciudadanos. Convendría que los políticos tacticistas y exageradamente demoscópicos -un grupo nutrido- repasaran la triste historia de `cerovotos’: le sobraba ambición y le faltaba el proyecto. Aquí sucede lo contrario.

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