Refugiados sirios víctimas del terremoto de Turquía: "Hemos huído ya dos veces, si Dios quiere Aragón será nuestro hogar"

Cerca de cumplirse dos meses del seísmo de Turquía, dos familias que han  llegado a Zaragoza y Calatayud relatan su doble drama y sus ansias de estabilidad.

Idris Mohammed vive en Calatayud junto a sus padres y dos hermanos. En la foto habla con la traductora de la organización Accem.
Idris Mohammed vive en Calatayud junto a sus padres y dos hermanos. En la foto habla con la traductora de la organización Accem.
Macipe

Insha Allah (Si Dios quiere)". Es lo que contestan en árabe Cemal Sivici (57 años) y su hijo, Remi (21 años), cuando se les pregunta si esperan que Zaragoza se convierta en su hogar definitivo. La suya es la historia de un drama doble, como el de Idris Mohammed, de 24 años, que intenta rehacer su vida en Calatayud. Huyeron de sus hogares en Siria por una guerra que dura ya 12 años y cuyas secuelas siguen padeciendo. El terremoto de Turquía les obligó a desplazarse de nuevo, sin apenas nada más que una mínima documentación, pequeños recuerdos y algunos objetos de valor.

Las dos familias llegaron a Aragón el pasado 4 de marzo y forman parte del grupo de 17 refugiados sirios acogidos en la Comunidad de los 89 que ha recibido España. Cemal, su mujer Gefe (50 años) y sus dos hijos mayores, Remi y su hermana Reme (25 años) asisten a clases de español en la sede de Cruz Roja en la capital aragonesa. Los gemelos de 15 años, Iman y Ziya, han vuelto al colegio, ya que en Turquía empezaron a trabajar al terminar primaria.

Salieron de su hogar en 2012 dejando atrás su casa en Yarmuk, a siete kilómetros del centro de Damasco, hoy una ciudad fantasma muy castigada. Escaparon a un pueblo de Alepo, donde habitaron durante tres años en las escuelas hasta que los "continuos bombardeos y ataques por todas partes" les obligaron a huir a Turquía, relata Cemal, impresor de profesión, aunque una dolencia cardíaca por la que ha pasado tres veces por quirófano le impide trabajar.

Prefiere no hablar de política. Pero sí lo hace sin tapujos Kamel Rahme, que lleva desde la década de los 80 del siglo pasado afincado en Zaragoza y es traductor voluntario de Cruz Roja. Denuncia el régimen dictatorial de Bashar al-Assad y el sufrimiento de la población civil en "una de las guerras más sangrientas" del mundo.

"Todavía me da vueltas la cabeza alguna vez, como si estuviera en el seísmo, pero por fin puedo dormir tranquila bajo un techo" (Gefe Sivici)

El 6 de febrero a las 4.00, Cemal y su familia sintieron que todo temblaba a su alrededor y tuvieron el tiempo justo para salir con "la ropa de dormir" del piso en el que vivían en la ciudad turca de Gaziantep, ciudad situada a 33 kilómetros del epicentro. Nevaba y había temperaturas bajo cero. "Vimos cómo el edificio se agrietaba y se separaba del colindante", recuerda Remi. Un amigo les prestó una furgoneta en la que durmieron diez días.

Cuando Acnur (la agencia de la ONU para los refugiados) se interesó por su situación y les comentó la posibilidad de viajar a España lo tuvieron claro. "Todavía me da vueltas la cabeza alguna vez, como si estuviera en una réplica del seísmo, pero por fin puedo dormir tranquila bajo un techo", reconoce la madre.

Cemal Sivici es el cabeza de una familia con cuatro hijos que ha llegado a Zaragoza
Cemal Sivici es el cabeza de una familia con cuatro hijos que ha llegado a Zaragoza
Francisco Jiménez

Les sobran ganas para reconstruir sus vidas. Remi siente que le han "robado su niñez" y en cuanto empiece a dominar el español quiere trabajar, si es posible en el sector textil del que viene. Reme está decidida a convalidar su título de técnico de laboratorio. Sus padres solo desean que "vivan en paz y tengan una estabilidad".

"No queremos vivir de ayudas"

La máxima aspiración de Idris Mohammed, que lleva ganándose un sueldo como puede desde los 14 años, es conseguir un empleo. Hace una década dejó su hogar en Siria junto a sus padres y dos hermanos, todos kurdos. "No queremos vivir de ayudas, no hemos venido aquí para dormir. Queremos empezar a trabajar y alquilar un piso, porque mi madre lo necesita. Necesitamos un hogar", dice aferrado a las cuentas de un masbaha que acaricia para controlar los nervios. "Quiero contribuir con Calatayud. Poder montar una empresa y quedarme a vivir", apunta con determinación.

"La acogida que hemos tenido nos ha hecho sentirnos cómodos. Es la primera vez que nos podemos sentir como seres humanos" (Idris Mohammed)

La salida de Siria no fue una opción: "Tanto el ejército como los rebeldes querían que nos alistásemos con ellos y si no nos mataban. Y yo ni quería matar ni quería morir". Caminaron más de nueve horas para evitar los controles y pagaron para cruzar la frontera. En Turquía, tuvo que trabajar, en algunos casos, "de tres de la madrugada a diez de la noche". Ha sido repartidor, camarero, albañil, panadero, limpiador o guía turístico.

El terremoto tumbó el edificio donde se refugiaban, un "piso sin condiciones para vivir", y pasaron 23 días en la calle. Tras el seísmo se quedaron sin nada, lo que no impidió que ayudaran en los rescates: "Pudimos sacar a una mujer que estaba abrazada a su hija. La niña estaba viva, pero ella no". A pesar de todo, esboza una sonrisa y, a través de una traductora que colabora con la organización Accem, no se corta en explicar sus ilusiones y proyectos.

De la ciudad bilbilitana, Idris confiesa sentirse "enamorado" y la define como "el paraíso": "La gente es buena. La acogida que hemos tenido nos ha hecho sentirnos cómodos. Es la primera vez que nos podemos sentir como seres humanos". En Zaragoza, Remi está encantado con la "amabilidad" de la gente y con un clima "agradable" que estos días les ayuda a llevar bien el Ramadán, aunque le han alertado del cierzo. Tratan así de asimilar las inmensas pérdidas de todo tipo y el trauma sumado al trauma que les retrotrae al pasado.

Refugiados reconocidos en España

Los 89 ciudadanos sirios que llegaron al aeropuerto militar de Torrejón en España el pasado 4 de marzo tienen reconocida en España la condición de refugiados. En el mismo aeropuerto recibieron una resolución favorable con protección subsidiaria que ahora deben completar en los servicios de extranjería de las comisarías de la Policía Nacional de su lugar de residencia. Cemal Sivici mostraba orgulloso hace unos días que ya tenían pasaporte y estaban a la espera de recibir el NIE (Número de Indentidad de Extranjero). Cuentan con permiso de trabajo y residencia para cinco años.

Su viaje forma parte del Programa Nacional de Reasentamiento de Refugiados. España ya ha acogido a más de 200 desplazados desde principios de este año a traves de él. Una vez en el país, durante año y medio las organizaciones sociales les atienden en el marco del programa de protección internacional. Su lucha ahora es empezar una nueva vida y en estos 18 meses lograr una autonomía económica y social y echar raíces.

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