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Fernando Bartolomé: "Einstein nos revolucionó la vida"

El prestigioso investigador CSIC forma parte del comité organizador de las XI Jornadas de Divulgación Científica de la Universidad de Zaragoza.

Fernando Bartolomé, rodeado de razones sobre una pizarra.
Fernando Bartolomé, rodeado de razones sobre una pizarra.
Oliver Duch

Me mola Einstein. Un montón, además. "Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo; y no estoy seguro de lo segundo", dijo. Me gusta esa frase.

A mí también me encanta, pero no está claro que la dijera él.

Empezamos bien... Vamos con otra: "Lo importante es no dejar de hacerse preguntas".

Esta segunda frase también está muy bien. Además, ésta sí la dijo Einstein.

A mí me encanta hacerme preguntas, pero hoy se las voy a hacer a usted.

Vamos con ellas.

¿Un siglo de la visita de Einstein a Zaragoza merecía este reconocimiento?

Usted sabe que sí.

Se lo tenía que preguntar…

Formo parte del comité organizador de las XI Jornadas de Divulgación Científica de la Universidad de Zaragoza, del vicerrectorado de Política Científica. Las jornadas las hemos hecho en el Paraninfo y en la Caja Rural de Aragón.

Pero Einstein apenas estuvo 50 horas en Zaragoza…

Concretamente, del 12 al 14 de marzo de 1923. Estuvo comiendo en el Casino Mercantil. Durmió en el Hotel Universo.

Muy propio el nombre del hotel.

Estaba en la calle de Don Jaime, esquina con la plaza de Ariño.

También se está desarrollando una exposición sobre Einstein.

Así es. Pedro J. Miana y su equipo han hecho un gran trabajo.

¿Tan grande le parece la figura de Einstein?

Sí. Con apenas 26 años, revolucionó la Física del siglo XX. Además, sin tener puesto académico.

Era un alumno rebelde.

Ningún profesor quería incorporarlo a su cátedra. Acabó trabajando en la oficina de patentes de Berna. Allí revisaba inventos, decía si las patentes eran correctas para ser consideradas como tales.

¡Vaya lata!

Ese trabajo le hizo reflexionar sobre cuestiones técnicas básicas: la sincronización de los relojes.

¡Bingo! La relatividad va de sincronizar relojes…

Exacto. El trabajo le dejaba mucho tiempo libre, tiempo que dedicó a investigar. Así, apenas con cinco artículos que publicó en 1905 en la revista ‘Annalen der Physik’ revolucionó la Física por completo.

Genial, genial y otra vez genial.

Estuvo treinta años haciendo contribuciones fundamentales. La mayor, entre 1915 y 1916.

En plena I Guerra Mundial.

Efectivamente. Su Teoría de la Relatividad General cambió la concepción del universo.

Las dimensiones de espacio y tiempo por fin se abrazan.

Pasan a estar unidos, dejan de ser independientes. Einstein ya era catedrático en Berlín. En ese tiempo, fue asesinado el ministro de Exteriores de la Alemania de la República de Weimar, Walter Rathenau. Por cierto, también judío y también físico. Einstein apareció en una lista de objetivos. Max Planck le dijo que lo mejor era que desapareciera.

¡Qué locura, Hitler!

Hitler, como él se autodefinía, solo era un tambor...

¡Porompompón, porompompón! ¡Qué buena definición!

Tocaba y los demás obedecían y desfilaban.

De dar mítines en los antros de Múnich, a incendiar el mundo…

Cuando Hitler se hace con el poder en 1933, Einstein ya había recibido el Premio Nobel. Se fue a Estados Unidos, como tantos otros científicos huidos desde Europa. Un día le llamó Leo Szilard: los alemanes manejaban información sobre la fisión del átomo. La cantidad de energía que se libera es enorme al romper el núcleo.

Eso lo explica también Einstein con su fórmula E=mc2.

Claro. Szilard le dijo que se lo comunicara al presidente Roosevelt, que solo a Einstein le haría caso.

Por eso los norteamericanos consiguieron la bomba atómica antes que los nazis.

Einstein era un pacifista acérrimo, pero ante Hitler no podías abstenerte y tomó partido.

Partido decisivo.

No quiero pensar en lo contrario. Además, nos revolucionó la vida.

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