barreras arquitectónicas

Discapacidad: “Me mudé de casa tras quedarme parapléjico porque vivía en un segundo sin ascensor"

La vida de las personas que se quedan en silla de ruedas trae consigo un cambio de 180 grados. Tienen que adaptarse a su nueva realidad física y adecuar toda su vida a ella, empezando por su vivienda.

Miguel Tena, presidente de ASADICC, en su casa de Caspe.
Miguel Tena, presidente de ASADICC, en su casa de Caspe.
M.T.

La vida de Miguel Tena cambió de la noche a la mañana hace ya 25 años. Este ferroviario de 63 años, ahora jubilado y residente en Caspe, trabajaba en la estación de tren de esta localidad zaragozana cuando tuvo que someterse a una intervención quirúrgica para extraerle un tumor en la zona lumbar

Sin embargo, la operación no fue bien y la médula espinal resultó dañada. “Me quedé parapléjico tras la operación y estuve ingresado 8 meses y medio en el Hospital Miguel Servet de Zaragoza hasta que pude volver a mi domicilio en Caspe”, dice Tena.

Me daba miedo volver a mi casa, salir al exterior y pensar en las dificultades con las que me iba a encontrar a partir de entonces”, recuerda. Y es que los primeros años fueron difíciles. La vida de este ferroviario dio un giro de 180 grados. “Fue un palo pero tuve la suerte de tener el gran apoyo de mi familia y amigos”, añade. 

Además de adaptarse a su nueva realidad física, Tena se vio obligado a afrontar las consecuencias del día a día de ir en silla de ruedas. “Tuve que volver a empezar con mi vida. Fue como volver a nacer. Empezando por mi trabajo, ya que me jubilaron como ferroviario, y aunque en ese momento no me gustó, me adapté. Ahora lo agradezco porque he podido dedicar mi vida a ayudar a las personas con discapacidad de mi entorno”, explica Tena, que es el presidente de la Asociación de Ayuda a las Personas con Discapacidad en Caspe y comarca (ASADICC).

"Me jubilaron en mi trabajo y tuve que volver a empezar con mi vida. Fue como volver a nacer".

Una casa adaptada desde cero

Pero su vida laboral no fue lo único que tuvo que cambiar. “Al volver a casa después del hospital me di cuenta de lo complicado que iba a ser vivir allí. Era un 2º sin ascensor y, al ser pocos vecinos la obra era costosa por lo que algunos no estaban dispuestos a asumir ese gasto”, lamenta Tena. “Además, en el piso no tenía nada adaptado, por lo que debía de reformar toda la vivienda”, afirma. 

“Ante lo complicado que era, mi mujer y yo vimos que era más factible hacernos una casa unifamiliar nueva, ya que vivimos en un pueblo”, matiza Tena. “Fue duro para nosotros pero es lo que tocó hacer. Construimos una casa de una sola planta, sin barreras arquitectónicas, puertas amplias, mucho espacio para moverme con la silla y cocina y baño totalmente adaptado”, señala el caspolino.

"Era como estar encerrado en tu casa dependiendo de la ayuda y de la buena voluntad de la gente".

Sin embargo, hasta que pudo mudarse pasaron tres años en los que “tuve que contar con la ayuda constante de dos personas para salir y entrar a mi casa. Tenía que programar mis salidas para que coincidiesen con los horarios de quienes me ayudaban”, recuerda Tena. “Era como estar encerrado en tu casa dependiendo de la ayuda y de la buena voluntad de la gente”, señala el presidente de ASADICC. Aún así, reconoce que tuvo suerte porque “pude cambiarme de casa y adaptarla desde el principio. Esto en una ciudad es inviable ya que los precios de una casa unifamiliar son muy altos”, asevera Tena.

Miles de euros para adaptar la vivienda

“Las personas con silla de ruedas en entornos urbanos tienen que acometer la adaptación de la vivienda sí o sí y eso puede conllevar un desembolso de más de 30.000 euros”, calcula el presidente de ASADICC. A eso hay que sumar la instalación de un ascensor si la comunidad no tiene, o la eliminación de barreras arquitectónicas en las zonas comunes. “La media por vecino para instalar un ascensor está en unos 25.000 euros porque hay que hacer una obra importante, tirar escaleras o modificarlas e instalar toda la máquina”, continua Tena. 

“Y eso si se puede, a veces el coste es demasiado alto para que lo puedan asumir los vecinos, o existen problemas técnicos que impiden su instalación debido a la antigüedad del inmueble”, añade el presidente de ASADICC. “Al final, muchos de ellos acaban vendiendo el piso para cambiarse a otro que, al menos, tenga ascensor. Es duro, pero es lo que toca hacer”, señala Tena, y recuerda que existen ayudas por parte de las administraciones para la adecuación de las viviendas para personas con sillas de ruedas, pero “no llegan a cubrir más del 50% de los gastos”, informa Tena.

"Muchas de las personas en sillas de ruedas que no disponen de ascensor acaban vendiendo su piso".

A pesar de ello, confiesa que él mismo estuvo tentado de mudarse a la capital aragonesa “porque entonces el entorno era más amable comparado con el medio rural para las sillas de ruedas”, dice. “En Zaragoza era más fácil desplazarse por la calle, en el Caspe de finales de los años 90 no había ningún paso de cebra rebajado y en muchos establecimientos y administraciones había barreras arquitectónicas”, recuerda. Sin embargo, reconoce que en la actualidad “Caspe es muchísimo más accesible y amable con las sillas de ruedas. Ahora los pasos de cebra están rebajados y la mayoría de los establecimientos han eliminado sus barreras”, asegura Tena.

Desde el portal hasta el baño

Hay diferentes adaptaciones que las personas que se ven, de repente, en una silla de ruedas deben hacer en sus viviendas y en el edificio en el que viven. Una de las principales es la entrada al portal. “El patio de vecinos debe estar adaptado. Si tiene escalones, hay que cambiarlos por una rampa o elevador para poder subir el desnivel”, dice Gema Usieto, técnico de accesibilidad de DFA.

“Hay veces que no hay ni ascensor y tienes que meterte en reuniones de vecinos, votaciones, derramas y trámites que se alargan mucho, por lo que mucha gente en esta situación opta por cambiarse de casa”, explica Usieto. “Pero no todo el mundo puede hacer esto. Hay quien se va de alquiler y quien se queda en su domicilio. Esas personas tienen que esperar meses hasta que se hacen las obras para instalar el ascensor y en ese tiempo no pueden salir de sus casas sin ayuda”, confirma. Esta situación “les afecta a nivel psicológico porque, además de haberte quedado en silla de ruedas, te tienes que cambiar de vivienda.”, afirma Usieto.

Dentro de la vivienda, “lo principal es el baño y las puertas”, señala la técnico de DFA. “Las puertas tienen que ser suficientemente anchas, de entre 75 y 80 centímetros, para que te permitan poder girar y maniobrar”, añade. En el baño, “lo principal es cambiar la bañera por la ducha. Hay quien quita el bidé porque molesta y modifica también los elementos sanitarios”, continua Usieto. En cuanto a la puerta del baño,. “lo mejor es que se ponga una corredera para facilitar el movimiento y que no quite espacio”, apunta.

Otros elementos que también pueden adaptarse son la cocina, “poniendo los armarios, los fuegos y el grifo a la altura de la persona que va en silla de ruedas para que pueda ser autónoma. También se pueden cambiar las manillas de ventanas y puertas, instalar persianas automatizadas o bajar los interruptores y la mirilla de la puerta”, enumera Usieto. “Recomendamos la mínima reforma posible en costes, porque es un gasto grande, de miles de euros”, dice la técnico de DFA.

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