reportaje

De Gambia y Marruecos a trabajar en restaurantes zaragozanos y convivir con personas con discapacidad

La Fundación Picarral cuenta con un programa en el que conviven jóvenes migrantes que llegaron solos con usuarios con inteligencia límite.

Mamadou Jallow, de pie, y Cristina Yagüe. Ángel Montorio y Alexia Cruz. Oussama Ameur con Pablo de Castro y Ángel Montorio en el sofá.
Mamadou Jallow, de pie, y Cristina Yagüe. Ángel Montorio y Alexia Cruz. Oussama Ameur con Pablo de Castro y Ángel Montorio en el sofá.
Guillermo Mestre

Mamadou Jallow llegó a Zaragoza en diciembre de 2018 más de dos años después de salir de su Gambia natal con 15 años, cruzar el desierto de Libia, ser rescatado en una patera con destino a Sicilia y pasar un par de años en la ciudad italiana de Ancona. Ahora, a sus 21 años cerca ya de 22, lleva varios meses independizado compartiendo vivienda con un compañero, trabaja a jornada completa en un restaurante zaragozano tras su paso por la escuela de hostelería Topi y saca tiempo para estudiar 4º de la ESO en la escuela de adultos.

"Doy gracias por cada día, no pienso mucho en el futuro, es mejor ir consiguiendo las cosas poco a poco. Intento ser positivo y aceptar las cosas que me vienen", cuenta Mamadou. No le gusta hablar de su ruta por el desierto de Libia, una de las más peligrosas, pero sí relata cómo durmió en la calle la primera noche que recaló por casualidad en Zaragoza tras pasar tres meses en Barcelona y unos senegales que al día siguiente le invitaron a comer le condujeron al albergue municipal.

Mamadou Jallow, de pie, y Cristina Yagüe. Ángel Montorio y Alexia Cruz.
Mamadou Jallow, de pie, y Cristina Yagüe. Ángel Montorio y Alexia Cruz.
Guillermo Mestre

Consiguió el permiso de trabajo y residencia durante la pandemia para dos años, renovables por otros dos, cuando se empleó en el campo en Belchite. Ahora está renovando su documentación. Ha tenido problemas para encontrar piso. Pese a contar con un contrato indefinido y poder presentar nóminas, algunos propietarios eran reacios a alquilárselo, pero no habla de "racismo".

Su historia de menor migrante sin referentes familiares es un ejemplo de inserción social con un elemento añadido. Durante cerca de un año convivió con dos personas con discapacidad intelectual en un piso gestionado por la Fundación Picarral dentro del programa 17 plus destinado a acompañarles en su proceso de emancipación.

La entidad puso en marcha este proyecto novedoso hace dos años aprovechando la cercanía de su piso del programa 17 plus y la vivienda tutelada de la que son auténticos veteranos Ángel Montorio y Pablo de Castro, de 47 años ambos. Un rato de conversación con ellos tres, Oussama Ameur, un marroquí de 20 años de Casablanca que lleva tres años y medio en la capital aragonesa, y los tres educadores sociales que les acompañan en ambos domicilios da una idea de la camaradería que les une.

Descubrir costumbres y platos

Ángel y Pablo destacan que, aunque tenían "dudas" al principio, han aprendido "nuevas costumbres", como el Ramadán, han descubierto platos como el tajin y Pablo comparte su pasión por el fútbol y su corazón del Real Madrid además de zaragocista. Con ellos vive ahora Yousseff, "un chaval bastante valioso y muy estricto en sus cosas", lo describe Pablo.

"Al tener las viviendas más próximas, dependiendo de las necesidades educativas y de apoyo de cada chico podemos valorar si es más adecuado para algunos de ellos estar juntos o en el piso de Ángel y Pablo. La experiencia es enriquecedora para todos, también para nosotros", explica Cristina Yagüe, educadora social y coordinadora de ambos dispositivos.

Ella, Alexia Cruz y Eduardo Solanas se turnan para atenderles, ayudarles en lo que haga falta y pasarse por los domicilios de lunes a sábado desde las nueve de la mañana hasta las nueve de la noche, aunque a cualquier hora siembre está alguno de ellos al otro lado del teléfono. Se organizan turnos de limpieza, de comida, para ir a comprar y excursiones, aunque cada uno tiene sus obligaciones particulares y cada vez son más autónomos.

Oussama Ameur, un marroquí de 20 años de Casablanca que lleva tres años y medio en la capital aragonesa.
Oussama Ameur, un marroquí de 20 años de Casablanca que lleva tres años y medio en la capital aragonesa.
Guillermo Mestre

Oussama eligió Zaragoza porque aquí tenía un primo y viajó en barco con su hermano mayor que prefirió seguir a Ámsterdam. Habla con orgullo y algo de tristeza de sus logros en atletismo. Su hermano estaba en el equipo nacional y él cosechó la segunda mejor marca de su país en 3.000 metros. La pandemia truncó los entrenamientos que empezó en la capital aragonesa. Está terminando sus estudios de cocina en Topi y trabaja los fines de semana en un restaurante, como ya hacía con su padre en su país. Solo lamenta que la policía le pare demasiadas veces para pedirle la documentación y cachearle, "aunque también hay policías muy majos", afirma.

Sus historias y su experiencia de convivencia aparecen reflejadas en el documental 'Migración positiva', un trabajo llevado a cabo por la Fundación Picarral, que el año pasado cumplió tres décadas demostrando el talento de la diversidad.

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