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La capilla secreta que se esconde en la iglesia de San Miguel de Zaragoza

La iglesia de San Miguel de los Navarros alberga una pequeña capilla del s. XVI tras el retablo de Forment que estuvo sellada durante 30 años.

José Luis Febas, sacerdote de la iglesia de San Miguel de los Navarros, en la puerta de la capilla eucarística.
José Luis Febas, sacerdote de la iglesia de San Miguel de los Navarros, en la puerta de la capilla eucarística.
M.O.

La iglesia de San Miguel de los Navarros, en Zaragoza, alberga un espacio único que no se da en otras iglesias de la ciudad, del que solo hay otros tres como él en todo Aragón, que es desconocido para el gran público y que ha estado aislado del mundo durante 50 años.

Se trata de una pequeña capilla de finales del siglo XVI, situada tras el retablo mayor de Damián Forment, que es inaccesible desde la iglesia. “Es un trasagrario, es decir, una capilla situada detrás del sagrario”, dice José Luis Febas, sacerdote de San Miguel. Pero, ¿Qué hace ahí esa capilla y por qué es tan desconocida?

La iglesia de San Miguel de los Navarros de Zaragoza alberga una pequeña capilla del siglo XVI situada tras el retablo renacentista de Damián Forment que estuvo sellada durante 50 años y que solo se visita en ocasiones especiales como el día del patrón de la parroquia, el 29 de septiembre.

“La iglesia de San Miguel se construyó en el siglo XIV, en estilo mudéjar, con un ábside poligonal y no fue hasta el siglo XVI cuando decidieron hacerle un retablo que ocupara la parte frontal de la nave principal", explica Febas. Al colocarlo, “quedó una parte del ábside mudéjar oculto detrás, un espacio libre en el que se podía poner poner algo”, añade el sacerdote.

“En aquel momento tuvo lugar el Concilio de Trento, la respuesta de la iglesia a la reforma protestante de Lutero en el siglo XVI en Alemania”, contextualiza Febas. “Dado que los protestantes minimizaron la importancia de la eucaristía y la veneración del sacramento, hubo una campaña por parte de la iglesia católica para ponerla en valor y surgieron diferentes capillas eucarísticas”, continua. Es en este contexto cuando la capilla de San Miguel se destina a esta veneración.

Entrada a la capilla eucarística de la iglesia de San Miguel de Zaragoza.
Entrada a la capilla eucarística de la iglesia de San Miguel de Zaragoza.
M.O.

En otras iglesias aragonesas también se creó un espacio libre similar al instalar un retablo renacentista que cortaba la nave principal. Sin embargo, el caso de San Miguel es único en Zaragoza. "Que nosotros sepamos, es la única parroquia de la ciudad que decidió darle un uso a este espacio cerrado y oculto tras el retablo mayor", apunta el sacerdote. 

"Es la única parroquia de la ciudad que le dio un uso a este especio cerrado y oculto tras el retablo mayor".

"En algunas grandes catedrales se dejó abierto creando deambulatorios llenos de capillas por los que los fieles pueden caminar y están integrados en la iglesia", señala Febas. Pero en la iglesia de San Miguel, el acceso se hacía desde el altar, por los laterales del retablo mayor, por lo que no era accesible a los fieles.

En Aragón solo se conservan tres capillas más similares a la de San Miguel y pertenecen a la orden de los Cartujos. “La primera que hubo en nuestra comunidad fue la de la Cartuja de Aula Dei donde, detrás del retablo mayor, habilitaron un espacio pero añadiendo un edificio anexo al ábside principal”, señala Febas. Además de esta, encontramos sendas capillas en las otras dos cartujas que hay en nuestro territorio, la Cartuja Baja y la Cartuja de Las Fuentes, en los Monegros.

Altar de la capilla eucarística de la iglesia de San Miguel de Zaragoza.
Altar de la capilla eucarística de la iglesia de San Miguel de Zaragoza.
M.O.

En el trasagrario de San Miguel hay un altar y, sobre él, una especie de ventana que se podía abrir y comunicar con el retablo de Forment "para colocar la custodia -pieza donde se coloca la hostia después de ser consagrada- y que fuese visible desde la nave principal", explica Febas. 

Más adelante, "era habitual que el expositorio de la custodia estuviese en lo alto del retablo, a través de un óculo donde se mostraba el Santísimo, algo muy propio de las iglesias de Aragón”, afirma el sacerdote. Para ello, en 1853 “tuvieron que cortar una parte del retablo de Forment y modificarlo para colocar el óculo, mientras que en la capilla posterior se hizo un segundo piso para poder acceder a él”, explica.

"Al estar aislada del exterior, no ha entrado el barroco y es la capilla original que se creó en el siglo XVI"

Como la capilla ha estado aislada del exterior por ese acceso tan limitado su decoración “no ha tenido añadidos, no entró el barroco y es la original de finales del siglo XVI”, matiza Febas. Las pinturas, al óleo y al fresco, son de Felices de Cáceres y los azulejos y baldosas son los originales mudéjares del siglo XVI. “Fue financiada por los Climent, una familia rica de comerciantes zaragozanos y queda constancia de ello en sus paredes donde puede verse su escudo familiar”, asevera el sacerdote.

Cerrada durante 30 años

Durante siglos solo los sacerdotes accedieron a este espacio a través del retablo principal del altar, pero en los años 70 del pasado siglo la iglesia acometió unas obras de mejora en la que se cambió gran parte del altar y se cerraron los accesos a esta capilla. Desde entonces, y aunque se conocía su existencia porque estaba documentada, estuvo cerrada y aislada del exterior hasta el año 2.000 en el que, durante las obras de restauración del retablo, se volvió a abrir creando para ello una entrada diferente, a través de la nueva sacristía. 

“La redescubrimos cuando hicimos el arreglo de la iglesia con el cambio de milenio, habilitamos un nuevo acceso para poderla visitarla por la antigua sacristía, que se convirtió en un pequeño museo con las piezas más relevantes que posee la parroquia y se acondicionó un poquito, aunque estaba muy bien conservada”, señala Febas.

“Es una capilla muy original y te transporta al siglo XVI por su aislamiento, su recogimiento y porque ha estado cerrada tantos años. Es muy evocadora”, sostiene el sacerdote. “Como el acceso es difícil y la capilla pequeñita, solo se abre al público en determinadas ocasiones como el día de San Miguel, nuestro patrón, el 29 de septiembre, y también para visitas guiadas de grupos, pero no está abierta al publico de manera directa”, informa Febas.

Piezas de museo

Esta capilla oculta no es la única sorpresa que puede encontrarse en esta parroquia. El pequeño museo que alberga la antigua sacristía muestra piezas de gran valor y antigüedad como un relicario gótico del siglo XVI con un trozo de Veracruz, la cruz de Cristo. Es el objeto más antiguo que guarda la parroquia.

Museo de la iglesia de San Miguel de los Navarros, en Zaragoza.
Museo de la iglesia de San Miguel de los Navarros, en Zaragoza.
M.O.

Otro elemento singular es un cáliz de plata hecho 25 años antes de la revolución francesa. “Cuando celebramos algún acto religioso relacionado con la conmemoración de los Sitios de Zaragoza, usamos ese cáliz, porque es el que se usaría en la parroquia esa época”, apunta Febas.

Destaca también un icono bizantino de la Virgen María con el Niño en madera policromada del siglo XVI, que vino desde el convento de San Lázaro, en la margen izquierda del Ebro, “tras su destrucción durante la guerra de la Independencia”, dice el sacerdote. 

No es el único objeto que se trasladó desde este convento destruido para que no cayese en manos francesas. “La imagen en mármol de la Inmaculada Concepción y el retablo de Nuestra Señora de la Merced que preside la nave lateral de la iglesia también proviene de ese convento”, afirma, y añade, “además, las piezas más relevantes del ajuar litúrgico de la parroquia se exponen en la actualidad en el Museo Alma Mater”, concluye Febas.

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