Aragoneses en una residencia de mayores: "Vine porque no quería dar trabajo a nadie y no me arrepiento"

Emilio Bruna y María Pilar Villagrasa, de 96 y 79 años, respectivamente, hablan de su día a día en el centro Romareda de Zaragoza, uno de los geriátricos públicos de la Comunidad.

Pilar Villagrasa y Emilio Bruna en uno de los pasillos de la residencia Romareda de Zaragoza en la que viven
Pilar Villagrasa y Emilio Bruna en uno de los pasillos de la residencia Romareda de Zaragoza en la que viven
Guillermo Mestre

María Pilar Villagrasa, de 79 años y de Bujaraloz, vive en la residencia Romareda de Zaragoza, una de las nueve de carácter público que existen en la Comunidad dependientes del Instituto Aragonés de Servicios (IASS) y que será de las primeras en estrenar unas dependencias que respondan al nuevo modelo de cuidados con módulos de convivencia para pocas personas que compartirán zonas comunes . Emilio Bruna, de 96 años y de Berrueco, llegó el pasado 22 de octubre, pero asegura que se está adaptando perfectamente al horario y a la rutina del que ahora es su hogar y ya forma parte de un grupo de cuatro amigos que comen juntos cada día. 

"Vine porque no quería dar trabajo a nadie, lo decidimos con mi mujer que, desgraciadamente, ha podido disfrutar muy poco de este sitio, y no me arrepiento. Estoy muy bien, comida, bebida y todo parejo" explica sobre cómo se siente en unas instalaciones por las que, asegura, pasea con su andador "todo lo que puedo". Cada mañana, después de desayunar, sobre las 11.00 acude a la capilla que está abierta en todo momento para los usuarios. Echa la vista atrás y recuerda que estudiaba para cura y cuando le faltaban dos años lo dejó porque estalló la guerra civil, murió su padre y decidió llevar adelante la finca de la familia como agricultor y ganadero.

"Vine porque no quería dar trabajo a nadie, lo decidimos con mi mujer que, desgraciadamente, ha podido disfrutar muy poco de este sitio, y no me arrepiento. Estoy muy bien, comida, bebida y todo parejo"

Lo único que echa de menos es no poder escribir poesía, sus recuerdos y los textos que le gustan porque la vista "ya no me acompaña". Tiene "por lo menos" 200 folios escritos a máquina en su habitación, una afición en la que se volcó cuando tras jubilarse. Afirma que si volviera "a ser más joven la máquina echaría fuego". La directora de la residencia, Cristina Serrano, le propone una posible alternativa para que pueda continuar con este pasatiempo, grabar sus textos y todo lo que se le ocurra. No tarde ni un segundo en recitar una poesía dedicada a su Berrueco natal. Tampoco descartan que emplee parte de su tiempo en cuidar un huerto. Emilio habla orgulloso de su hija, sus tres nietos y sus seis bisnietos "muy espabiladicos".

María Pilar, que va en silla de ruedas y estos días se recupera de una operación, asegura que le gustan "todas las actividades" que diariamente hace con la terapeuta ocupacional y con el fisioterapeuta, aunque se queda con los juegos para formar palabras y las sesiones de cine de los jueves. Una preferencia que tiene que ver con su condición de gran lectora. La artrosis le impide utilizar las manos como le gustaría, pero disfruta igual con los talleres de cocina y de música y, sobre todo, con las partidas de dominó que echa por la tardes con una de las amigas del centro.

Lo que más echa de menos es a los suyos, porque tres de sus hermanos están en Puerto Rico, "gracias a ello he podido viajar a ese país y a Nueva York", y a su hermana que vive en Mequinenza la ve muy a menudo.  Solo le pone un pequeño 'pero' a la residencia relacionado con la comida. "En casa no íbamos a comer mejor, por supuesto, saludable y muy variado, pero no me gusta el pescado de las noches, aunque me encanta todo el que ponen al mediodía", explica.

María Pilar y Emilio Bruna coinciden a la hora de comer, ya que residen en módulos diferentes, y se han reunido para contar cómo se sienten en la residencia. El encuentro les permite darse cuenta que tienen algún en común y pueden ayudarse entre sí. Emilio padece una bronquitis crónica y desde hace más de 20 años duerme con "una careta" que le ayuda a respirar. A María Pilar se la acaban de prescribir y le resulta demasiado incómoda para conciliar el sueño. Enseguida se ofrece Emilio: "Ya te diré cómo te la tienes que colocar bien, a mí al principio también me pasó, pero ahora duermo de maravilla. Cuando quieras te lo enseño". La directora se apunta en su agenda la cita para esta misma semana para que algún profesional les acompañe. 

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