Andadores para adultos: “Somos las dueñas de la calle”

Autonomía, comodidad y, sobre todo, la posibilidad de moverse solos por la ciudad. La venta de estos elementos ortopédicos ha aumentado en España un 600% en tan solo seis años.

'Las chicas de oro', de paseo.
'Las chicas de oro', de paseo.
C.I.

Cada vez son más habituales en nuestras calles y plazas aunque la realidad es que, en un mundo marcado por las prisas y los ritmos vertiginosos los andadores para adultos siguen pasando inadvertidos. Una imagen que nada tiene que ver con el concepto que se tenía acerca de estos elementos ortopédicos de apoyo hace tan solo unos años cuando, como explican los expertos, su uso despertaba todo tipo de sentimientos contrarios a ellos.

“A mí me ha dado la vida. Desde que lo uso estoy genial. Puedo ir donde quiero sin depender de nadie”, asegura Margarita Echávarri, zaragozana de 81 años, operada cinco veces de la cadera. “Antes tenía que depender de las muletas, y era un desastre”, añade. Por eso, hace tan solo un año, decidió darle una oportunidad al andador para adultos. Hoy coincide que dos de las integrantes de este grupo de tres amigas lo llevan. “Somos las dueñas de la calle”, aseguran.

Echávarri reconoce que hace unos años llevar uno de estos elementos podría suponer una alteración. Sin embargo, ahora que lo ha probado afirma que “la vergüenza hay que dejarla en casa”. “Nuestros padres se veían obligados a quedarse sentados en la puerta de casa en una silla. Hoy las cosas son diferentes”, añade.

Y es que cada día, las “chicas de oro”, como conocen a este grupo de amigas octogenarias en la calle Cinco de Marzo, salen a dar una vuelta por el centro para tomar un café y ponerse al día. “Ahora puedo salir a hacer la compra y dejarlo todo aquí -indica Isabel Ramis, natural de Mallorca pero vecina de Zaragoza de toda la vida, señalando el compartimento que hace las veces de asiento y de cesta-. A sus 82 años, hace dos que adquirió su propio andador. “Es muy cómodo y útil. Ahora me canso mucho menos cuando salgo de casa”, reivindica.

María Luisa Múgica y Enrique Huertos, en su ortopedia.
María Luisa Múgica y Enrique Huertos, en su ortopedia.
C.I.

Hoy falta el tercer andador en discordia, el de su amiga Araceli, que este jueves tenía cita con el médico. Completa el equipo María Pilar Llorente que, aunque no lleva andador, se encarga de abrirles paso: “La verdad es que la gente siempre lo respeta mucho y se apartan enseguida”.

Aunque hoy los hay muy modernos y actualizados, la realidad es que se trata de un invento bastante antiguo cuyos orígenes datan de los siglos XIV y XV como viene recogido en algunas obras de arte. También conocidos como ‘tacatás’, los hay para niños -para aprender a andar-, para adultos y mayores o personas con discapacidad. Pueden ser plegables, regulables o fijos, con asiento incorporado, con ruedas e incluso con frenos, así como un amplio etcétera. En cuanto a su precio en el mercado oscila entre los 100 y los 150 euros.

Sin embargo, en los últimos años estamos asistiendo a un auténtico ‘boom’ en la venta de este producto que no deja de suponer una ayuda técnica que permite caminar de manera estable y erguida a aquellos usuarios que han visto mermada su capacidad de equilibrio. Así lo explica Enrique Huertos, ortopédico zaragozano y vicepresidente del Colegio Profesional de Ortopédicos de Aragón que regenta su propio centro desde hace más de 40 años y que recuerda que al tratarse de un producto recogido en el catálogo de prestaciones es necesaria su adquisición en un establecimiento sanitario autorizado.

“Desde el pequeño observatorio que es la ortopedia podemos analizar las necesidades de la ciudadanía con el paso del tiempo, y la evolución del andador ha sido una de las más sorprendentes en los últimos años”, asegura el profesional. Y es que cuando en España este elemento no se vendía más que para las residencias de personas mayores, en el resto de Europa estaban completamente normalizado. “La venta de andadores ortopédicos ha aumentado en un 600% en los últimos años en España, una realidad que se replica en Aragón”, confirma Huertos.

Humilde y revolucionario

Y es que aunque hoy es completamente normal verlos por la calle, asegura que hace una década su venta era mucho más difícil, sobre todo por los prejuicios que lo rodeaban. “Me parece un artículo tan humilde como maravilloso, y creo que ha supuesto una revolución para las personas mayores”, reivindica.

Maca Fernández, psicóloga experta en envejecimiento.
Maca Fernández, psicóloga experta en envejecimiento.
C.I.

Algo que también confirma Maca Fernández, psicóloga que coordina el grupo de Envejecimiento del Colegio Profesional de Psicología de Aragón (COPPA). “Con el paso del tiempo, hacerse mayor seguirá siendo una etapa evolutiva que, como un buen menú; necesita cocinarse con especiales ingredientes de selección, compensación y optimización de tareas, así como salpimentarse con amplias dosis de plasticidad y reserva cognitiva”, explica la experta, que recuerda que, en ciertos casos, aparecen déficits que, en ocasiones, requieren de ayuda externa como ocurre con los andadores.

Y es que, aunque hace unos años se consideraba mayor a cualquier personas a partir de los 65 años, hoy la realidad es bien distinta. “En Aragón son más de 78.000 personas mayores”, indica. Cifra que va en aumento debido a una mayor longevidad y a la mejora de nuestras condiciones de vida. Eso sí, asegura que el comportamiento de la ciudadanía juega un papel fundamental también a la hora de introducir y normalizar estos nuevos elementos: “Un mayor usando un andador por la calle nunca debería despertar ni en sí mismo (autoimagen), ni en los demás (construcción social) prejuicio ni comportamiento inhibido alguno”.

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