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Miguel Ángel Lahoz: "Vestir la indumentaria tradicional es sentirse aragonés"

Lahoz es referente indiscutible en indumentaria tradicional aragonesa. Zaragozano ejemplar.

Miguel Ángel Lahoz.
Miguel Ángel Lahoz.
José Miguel Marco

Procede felicitar al señor Lahoz. Y, desde luego, no es a mí...

Se lo agradezco. Igual que agradezco el detalle que ha tenido para conmigo el Ayuntamiento.

¿De quién fue la idea de subrayar su trayectoria?

De una clienta de la tienda y amiga. Quería que me pusieran una calle en Zaragoza y todo…

Si Súper Mario Bros tiene una avenida…

El caso es que me eligieron de forma unánime después de proponerme el alcalde, Jorge Azcón.

No es el primer reconocimiento en su carrera.

Así es. La Asociación de Diseñadores Españoles me dieron el título honorífico en 2017.

¿Cómo le dio por entregar su vida a la indumentaria aragonesa?

La historia es muy larga. Cuando tenía 20 años, vi bailar un reinado de Villarluengo al grupo Somerondón. Vi que eran los mismos pasos que nos había enseñado mi abuela Manuela, y me dio por meterme a bailar. Estuve once años con ellos. Desarrolló una gran labor Somerondón.

Pues anda que usted…

Yo trabajaba y no podía acompañarles. Llevaba el ropero de Somerondón. Comencé a hacer investigaciones y trabajo de campo por mí mismo por los pueblos de Aragón: por Gistaín, por Ansó, por Hecho, por Fraga, por el Matarraña, por todas las comarcas que mantenían la pureza en el traje.

¿Siempre hubo moda?

Claro. Pero el contexto era diferente. Siglos atrás, cuando no había medios de comunicación, la moda no la traía la televisión ni las revistas. Eran los reyes los que definían las modas. Los cortesanos les imitaban. Y a los cortesanos les imitaban los burgueses, y a estos los artesanos y el pueblo. El siglo XVIII es muy afrancesado. Con la Guerra de la Independencia nos pasamos a la moda inglesa.

En el siglo XIX, el Romanticismo trajo cambios.

La época victoriana también influyó: se cierran los escotes, se oscurecen los tejidos. El único amago de color aparece en el mantón de Manila, que admite colorido.

El siglo XX globalizó la moda.

Sí. Desde hace un siglo, en Zaragoza se viste como en París o en Londres. Solo se han mantenido las tradiciones muy arraigadas en pequeños núcleos de población. Hasta allí fui para rescatar la indumentaria aragonesa.

Una indumentaria que va mucho más allá que un cachirulo…

Por supuesto. Un cachirulo es un pañuelo. En el siglo XVIII, los hombres llevaban el pelo largo. Se podía recoger anudado en la nuca. La gente de postín se recogía el pelo en la nuca con una lazada. Incluso había quien llevaba pelucas. Pero sí, mi objetivo iba mucho más allá que al cachirulo. Quería que los grupos de folklore y, por supuesto, la gente de la calle vistieran con rigor el traje.

Por eso montó El Bancal.

Sí. Me pasé por la escuela de moda, aprendí a cortar, a patronar, a coser. También aprendí a manejar el telar manual y lo instalé en El Bancal, en la calle de San Andrés. Allí hacía sayales. También empecé a reproducir percales (algodón estampado) para las faldetes y delantales de Fraga.

Decían que estaba loco…

¡Ja, ja, ja! Abrí en 1987. Los principios fueron duros. Con el telar, comenzaron a venir colegios. Y la televisión. Y el Heraldo. Se hacían desfiles, conferencias, charlas. El personal acogió bien la idea.

La gente guapa de Zaragoza iba a su tienda para vestir de verdad el traje típico aragonés...

Ya cerramos el establecimiento. Por allí pasaron joteros de alta alcurnia, políticos, actores… Solo puedo decir gracias.

Yo creo que habría que darle gracias a usted.

Solo pretendía que la gente fuera adecuadamente vestida en la Ofrenda, que los grupos tuvieran cuidado al vestir el traje aragonés, que se sintieran orgullosos del traje que lucían. Algo esencial, porque cada vez que lo vestimos, le hacemos un homenaje a nuestros antepasados. Porque vestir la indumentaria tradicional es sentirse aragonés.

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