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Mariano Mérida: "Es un pecado manosear la palabra ecología"

El docente y activista social acaba de ser distinguido como Zaragozano ejemplar.

Entre las hojas del otoño que no llega, Mariano Mérida.
Entre las hojas del otoño que no llega, Mariano Mérida.
Toni Galán

Está fenomenal eso de ser premiado como Zaragozano ejemplar. ¡Felicidades!

Muchas gracias. Extensible a todos los colectivos que me han acompañado, el título lo entiendo como el reconocimiento a mi actividad social a lo largo de más de 50 años con la finalidad de conseguir una ciudad más justa y solidaria. Eso sí, hay personas que sí que son ejemplares de verdad, como los padres y madres de las personas con alguna discapacidad.

Lleva medio siglo dando la cara...

Fue ya en la Universidad, a principios de los años setenta. Era una época donde todo el trabajo social tenía que organizarse en la clandestinidad. Ello me acarreó ser expulsado cuando realizaba el segundo año de la tesis doctoral en Ciencias Físicas.

Eso era jugarse el pellejo.

Así es. Mejor dicho, así fue. Pertenecí después a las asociaciones vecinales de Delicias, Bombarda-Monsalud y a la coordinadora de Venecia-Torrero-La Paz. Hubo muchos logros: el parque de Delicias, el parque de Sedetania, la alternativa al Cuarto Cinturón salvando el Soto de Cantalobos y la huerta de Las Fuentes.

Y siempre en defensa del medio ambiente.

Desde luego. Mi preocupación por el medio ambiente hizo que forme parte de la Asociación Naturalista de Aragón (ANSAR) desde hace más de cuarenta años.

También coordinó el singular proyecto ‘Volunta Ríos’, un precioso juego de palabras.

Supuso que miles de zaragozanos se acercaran a conocer y a defender los ríos de la ciudad. También he sido profesor en los colegios de Dominicos y Lestonnac de Torrero. En especial en este último, siempre tuve claro el trabajo con el barrio, utilizando el mismo como espacio educativo. Ello mereció diferentes premios, como el Ramón Pignatelli, por los trabajos con los alumnos de secundaria en torno al Canal Imperial.

Pertenece a la Plataforma Red de Agua Publica de Aragón (RAPA).

Sí. En todos estos colectivos, me he encontrado personas entusiastas y generosas. También esencial, el apoyo de mi familia. En especial, de mi compañera, Olga.

Con un ecologista como usted, es obligado hablar de ecología.

Perfecto. Estamos en una situación de crisis climática grave. El modelo de crecimiento ilimitado con la continua quema de combustibles fósiles y la destrucción de los ecosistemas debe cesar.

¿Qué hacer?

Hay que favorecer el autoconsumo y las comunidades energéticas. Las zonas de cero emisiones que el Ayuntamiento tiene que aprobar deberían abarcar un espacio más amplio. Hay que recuperar la huerta de Zaragoza y el consumo de productos ecológicos de cercanía. Solamente con espíritu solidario y colaborativo podremos caminar hacia un mundo mejor.

¿Estoy ante un apocalíptico malthusiano o ante un cornucopiano que cree que la tecnología siempre solucionará los problemas?

Malthusiano, aunque mantengo la esperanza en el futuro. Ese mensaje he trasladado siempre a mis alumnos. Eso sí, tengo clarísimo que el cambio climático no es una suposición, es una evidencia. Un problema gravísimo.

Y trae consigo neologismos como ‘veroño’. La palabra ya está en el observatorio de la RAE.

¿El periodo inicial del otoño con temperaturas propias del verano? Ahi está: estamos en noviembre y todavía no hace frío.

¿Qué le parece el anglicismo ‘greenwashing’?

Me duele el lavado de imagen ecológico de determinadas entidades. La ecología es algo muy serio. Simple y llanamente, es nuestro futuro. Es un pecado manosear la palabra ecología. Dar una imagen ilusoria de responsabilidad ecológica es lamentable. No podemos jugar con nuestro planeta: es el único lugar en que podemos vivir.

¿Cree que el hombre llegará a Marte o antes colapsará nuestro precioso planeta azul?

En vez de pensar en Marte, más nos valdría ocuparnos del planeta Tierra.

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