despoblación

"Esto se quedará como un pueblo de fines de semana y verano"

Santa Cruz de Grío empezó el siglo con 232 empadronados. Ahora son 102, aunque realmente viven 70. Lo peor es que sus habitantes no ven freno a esta cuesta abajo.

Mariano Rodríguez abre a las 11.00 el bar de Santa Cruz de Grío. Unos pocos parroquianos se acercan lentamente a echar el café de la mañana. Hasta esa hora es difícil detectar el más mínimo movimiento en el pueblo, más allá de los gatos que callejean por esta localidad de la comarca de Valdejalón. Mariano hará hoy “unos 40 euros de caja”, lo que dan los seis o siete cafés de la mañana, otros tanto del mediodía y la partida de guiñote de la tarde.

Santa Cruz de Grío empezó el siglo con 232 vecinos empadronados. Ahora tiene 102, aunque “de dormir” son solo 70. Con esa expresión habla Angelines Cubero de los que viven fijos en el pueblo. “A este paso, esto se quedará como un pueblo de fines de semana y verano. De julio a septiembre puede haber 300 personas, pero cuando llega el invierno es un desastre”, apunta. Ella lleva una pequeña tienda con la que suministra de productos a los vecinos, pero ve un futuro “muy complicado”.

Jesús Castillo es vecino de toda la vida, y trabaja como alguacil desde hace menos tres años. “En este tiempo ya he enterrado a 15 personas. A la marcha que llevamos, no quedaremos ninguno”, asume. “Además, muchas veces muere uno y su mujer o su marido se van a Zaragoza con los hijos”, añade Angelines. Hay que tener en cuenta que más del 70% de los que viven superan los 70 años, y que solo hay cuatro menores de edad que estudian en La Almunia de Doña Godina. José Carlos Jimeno, nacido en Santa Cruz de Grío hace 64 años, recuerda que cuando empezó en párvulos eran “35 o 40 niños” y que los chavales más mayores iban “a una escuela de chicas y otra de chicos”.

Todos estos vecinos recuerdan un pueblo que hace no tanto, apenas dos décadas, tenía cuatro bares, médico todos los días -ahora viene tres veces a la semana-, un molino de aceite, cultivos de olivos, viñas, judías blancas, manzanas, cereal… Lo malo es que ahora no ven un posible freno a esta cuesta abajo. “Ayudaría que pusieran ayudas fiscales y buenos servicios, pero es cierto que es muy complicado porque la rentabilidad de los campos es mínima, y si no hay empresas...”, apunta Jimeno, que estuvo muchos años como representante sindical en la Opel de Figueruelas.

Estefanía Lascau lleva 14 años viviendo en el pueblo. Es rumana, pero sus suegros son de aquí. “Aquí estoy como si fuera mi país, muy tranquila y muy a gusto con la gente”, señala. Vive con su hija Julia (15 años) y con su marido, que trabaja de camionero en La Almunia. Desde que llegó, ha observado que el pueblo “ha perdido mucha gente”, por lo que “el futuro es bastante negro”. “Quedamos pocos, yo soy de las más jóvenes… Si aquí se cae alguien al suelo no sé cuándo nos enteraríamos”, apunta Estefanía.

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