Huérfanos ucranianos en el limbo: "Nos piden que los saquemos de allí, que luchemos por ellos, estamos destrozados"

María Ángeles Fumanal, de Monzón, es la 'madre' de acogida de Maksym, uno de los nueve menores que el Gobierno no ha dejado salir de su país después de una semana bloqueados en la frontera.

María Ángeles Fumanal y Antonio Ruz con Masym durante las pasadas navidades
María Ángeles Fumanal y Antonio Ruz con Maksym durante las pasadas navidades
Heraldo.es

Después del parón que supuso la pandemia, los montisonenses María Ángeles Fumanal y Antonio Ruz volvieron a abrazar las pasadas navidades a su 'hijo' ucraniano de acogida Maksym, de 15 años, que desde que tiene 8 viene a pasar con ellos sus vacaciones a través de la Asociación Asistencia a la Infancia. Estuvo con ellos algo más de un mes, desde el 13 de diciembre hasta el 22 de enero, y regresó feliz a su país con la idea de repetir en el verano. Su hermana melliza, Yana, pasa las mismas temporadas, a pocos kilómetros, con una familia de Fonz. Son huérfanos y están a cargo de una tía abuela. El afán imperialista de Putin se cruzó en sus caminos y ahora se encuentran en Leópolis, junto a otros siete menores ligados a esta entidad aragonesa de acogimiento vacacional, sin poder cruzar la frontera, a la que llegaron el miércoles de la semana pasada, porque el Gobierno no les permite hacerlo solos y tienen que ir acompañados de sus tutores. 

"Nos piden que los saquemos de allí, que luchemos por ellos, estamos destrozados porque lo hemos intentado de todas las formas posible. Es muy duro cuando te dice que piensa que no vale la pena vivir, que nadie se preocupa por ellos y que tiene realmente miedo de lo que le pueda ocurrir. Sentimos que los estamos abandonando y ellos nos consideran sus padres", cuenta María Ángeles, que pone voz a la lucha que estos progenitores de acogida han emprendido para dar a conocer la "injusta" situación en que se encuentran estos chicos.

"Sentimos que los estamos abandonando y ellos nos consideran sus padres"

María Ángeles asegura que comprende "el afán" del Gobierno de Zelenski por protegerles ante "el riesgo exponencial de tráfico de menores" que ya se ha detectadco en las fronteras, pero no entiende los "impedimentos" legales que les han puesto cuando Asistencia a la Infancia como entidad  lleva 25 años trabajando con Ucrania. Insiste en que en la mayoría de los casos se trata de chavales que "vienen de una infancia muy dura, de malos tratos y abandonos y ahora les ha tocado otro golpe duro en sus vidas". 

Las familias afectadas están volcadas en que sus casos se den a conocer y les queda la "única esperanza" de que el Gobierno español tome cartas en el asunto y medie con el de Ucrania. "Nadie pretende adoptarlos, que es uno de los temores del Gobierno ucraniano, y así se refleja en toda la documentación. Somos familias de acogida que hemos recibido una formación y tenemos la idoneidad del Gobierno aragonés", explica con amargura.

La tutora legal de Maksym y Yana es una tía abuela, que no puede salir del país porque está a cargo de  parientes mayores, y que este fin de semana acudirá a recogerlos para regresar con ellos a la localidad en la que viven, Bila Tsekvan en la zona de Kiev, en el centro de los bombardeos. "Nos han preguntado si vamos a seguir intentándolo y si iremos a buscarlos allí si al final se soluciona. Es desolador", relata María Ángeles. No tira la toalla y ha contactado con una abogada especialista en derecho internacional "porque quiero agotar todas las vías que pueda".

Este matrimonio montisonense, que tiene una hija de 25 años, lleva 17 años compartiendo su vida con niños ucranianos. De hecho, en su casa viven en estos momentos dos hermanas de 33 y 17 años que llegaron el pasado sábado en el autobús fletado por la Fundación Sesé para niños de acogida de la agrupación aragonesa además de parientes de sus trabajadores. La relación con ellos es que una tercera hermana de 25 años convivió con la pareja montisonense. 

Es la joven que se quedó en territorio ucraniano acompañando al grupo de 20 menores que no pudo pasar a Polonia hace una semana. Finalmente, diez niños, entre ellos ocho hermanos a cargo de la mayor de 18 años, cruzaron a territorio polaco la noche del martes junto a ella y  a una madre que acudió cuando se enteró del bloqueo.

Es un final "agridulce" que deja "una herida profunda"que tardará mucho tiempo en cicatrizar, asegura María José García, vicepresidenta de la Asociación Asistencia a la Infancia embargada por un "sentimiento de impotencia y frustración". "Es una injusticia, son los menores más vulnerables los que no han podido salir, huérfanos o de los que tienen la custodia sus abuelos u otros parientes. El Gobierno los va a trasladar a una zona segura, ¿pero cuál es ahora? ¿Cómo van a volver a la zona de Kiev donde viven? Van a sufrir todas las calamidades de la guerra. Hasta que esto no pase y los volvamos a ver sanos y salvos no vamos a poder descansar tranquilos", lamenta. 

"Hasta que esto no pase y los volvamos a ver sanos y salvos no vamos a poder descansar tranquilos"

Durante más de una semana han intentando presentar toda la documentación y cumplir los requisitos que les pedían las autoridades ucranianas, pero al final no ha funcionado. "Ucrania ha endurecido los criterios para permitir la salida de menores solos y nos ha tocado. Pero no es lógico que la misma persona que para diciembre firmó la documentación para que viajaran ahora no lo hace. Llevamos 25 años trabajando con ellos como entidad", concluye.

Los que escaparon del horror pasaron la jornada de este jueves en la localidad polaca de Gliwice y este viernes tienen previsto subirse a un autobús fletado desde Cracovia por un empresario de Zaragoza rumbo a la capital aragonesa. Con ellos vendrán más mujeres jóvenes, en su día niñas de acogida en Aragón, y sus hijos que conforman una expedición de 43 refugiados. Se sumarán desplazados en tránsito que esperan llegar a tiempo y otras personas hasta completar las 64 plazas del autocar. Tras más de una semana de angustia, lamentablemente, no llegarán todos. Faltarán, entre otros, Maxim y Yana.

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