Moncho Ferrer: "Al final de una guerra lo que queda son familias destrozadas"

El director de programas de la Fundación Vicente Ferrer (Anantapur, 1971) trata de recuperar la conexión con los padrinos y donantes después de más de dos años de pandemia sin poder viajar desde la India. 

Moncho Ferrer, fotografiado hace unos días en el centro de Zaragoza.
Moncho Ferrer, fotografiado hace unos días en el centro de Zaragoza.
Oliver Duch

Su padre decía que "ninguna acción buena se pierde". ¿En una guerra se pierden todas?

Una guerra siempre es un fracaso para la humanidad. Todos pensaron que con la salida del ejército de Estados Unidos de Irak y Afganistán habría una oportunidad de paz, pero ahora llega otro conflicto que concierne más a los europeos. La ONU tienen la responsabilidad de evitar las guerras y aquí no ha cumplido su deber. Espero que la diplomacia pueda parar los combates y hacer que vuelva un escenario de paz.

¿Le sorprende que en el tecnológico siglo XXI la guerra siga siendo tan destructiva, cruel, salvaje y primaria?

Sea como sea, al final de una guerra lo que queda son familias destrozadas. Lo único bueno e interesante es que hay mucha reacción en el ámbito público, que nadie se ha quedado en silencio. Todo el mundo está en contra no sólo de la invasión rusa sino de las guerras en general. Quizá este episodio sirva para despertar conciencias.

¿Una guerra internacional o una pandemia pueden hacer aumentar las desigualdades sociales en la India?

Un estudio de Oxfam Intermón evidencia que en los dos últimos años los millonarios se han multiplicado y la pobreza y las desigualdades han crecido también.

¿Cómo se vive la crisis sanitaria en un país tan, en apariencia, ingobernable e híperpoblado?

En la India pensaron que si toda la pandemia evolucionaba como en la primera ola se podrían manejar, pero la segunda tuvo un impacto brutal. Hubo muchísimos muertos, es cierto, pero también la repercusión económica que tuvo cerrar el país también resultó muy dañina para millones de familias.

¿Cómo se hace un confinamiento con gente que vive en la calle?

Ese es el problema. No se puede. Cientos de millones de personas viven en la calle, ¿cómo cierras? Se puede sobrevivir unos días con la ayuda de las oenegés, pero la gente quiere trabajar, ganar dinero y vivir sus vidas.

¿Cómo está ahora la situación?

Un poco más tranquila. Tras la segunda ola hubo mucho miedo, pero las posteriores, incluso con ómicron, han sido más suaves.

¿Occidente ha sido solidario? ¿Se han enviado vacunas y tratamientos?

Yo creo que la mayoría de los indios hemos pasado la covid. Yo en la India estuve en los hospitales y con los pacientes cerca y no lo cogí. Después, hice una visita a España y aquí di positivo.

¿En qué está trabajando ahora la Fundación Vicente Ferrer? ¿En qué centra sus esfuerzos?

Tenemos que recuperar estos dos años en los que no hemos podido tener mucho contacto con los padrinos, los colaboradores, los donantes... No hemos podido viajar y, antes de la pandemia, recibíamos cada año en Anantapur más de dos mil personas entre colaboradores, padrinos y voluntarios. En la India el trabajo no ha parado: las escuelas no han dejado de funcionar, se han construido nuevos embalses y, por ejemplo, nuestro hospital ha sido una referencia en el distrito y ha tratado a más de 9.000 pacientes con covid.

Algunos dicen que la covid ha servido para invitar a la reflexión...

Mi madre tiene muy claro cuáles tienen que ser las tres prioridades de nuestro trabajo: el medio ambiente, el tema de género y la solidaridad entre países y culturas.

Usted tiene dos hijas. No debe ser fácil ser mujer en la India...

Son mujeres fuertes y saben que cada uno tiene que buscar su camino y su forma de participar en este mundo. Se hacen muchas preguntas casi filosóficas y tienen mucha sensibilidad y sentido de la responsabilidad colectiva.

Y usted... ¿Es fácil ser el hijo de Vicente Ferrer? ¿Impresiona el tener que recoger tanto legado?

Tener a Vicente Ferrer como padre nunca ha sido un peso ni una carga. Todo lo contrario, a mí me guio muchísimo y me enseñó lo que es importante. Tanto él como mi madre, desde pequeño, me transmitieron lo que es tener empatía con los demás.

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