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El día a día con dos hijos con TDAH: "Han sufrido el acoso de compañeros, padres y profesores"

Araceli Constante, una madre zaragozana, ha unido fuerzas con otras familias a nivel nacional para poner el foco en un trastorno que "no resulta visible para nadie".

Araceli, con uno de sus hijos en un parque de Zaragoza.
Los dos hijos de Araceli juegan en un parque de Zaragoza. Los ojos tapados simbolizan la enfermedad "invisible" que supone el TDAH.
Guillermo Mestre

“La época escolar, que debería ser bonita y placentera, se convierte en una montaña rusa en la que nuestros hijos no son ni aceptados, ni comprendidos ni valorados”. Este es el resumen del día a día de Araceli Constante, madre de dos hijos con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Esta zaragozana reivindica que esta enfermedad es “una discapacidad como cualquier otra”, pero que “no resulta visible para nadie”.

Los estudios hablan de que entre el 5% y el 7% de los niños pueden sufrir este trastorno, y que un alto porcentaje de ellos lo arrastran hasta la vida adulta. “Hay muchos afectados, más de los que pensamos”, apunta esta zaragozana, que se ha alineado a nivel nacional con una veintena de madres que se han bautizado como “guerreras de corazón naranja” -el color del TDAH-. “Ahora los padres son más conscientes de lo que les ocurre a sus hijos y buscan un diagnóstico, por eso se conocen cada vez más casos”, señala Bárbara Sánchez-Oropesa, presidenta de la Asociación Aragonesa del Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad.

Esta entidad lleva 22 años trabajando con las familias, y reivindican que los colegios acepten a sus hijos “como son”. “Tienen un trastorno de aprendizaje, pero todos pueden acabar aprendiendo si se les lleva adecuadamente”, asegura. Para ello, piden que se les preste “un poco más de atención”, lo que en ocasiones se traduce en acciones tan simples como puede ser sentarlos en la primera fila de clase.

Síntomas básicos del TDAH.
Síntomas básicos del TDAH.
Kristina Urresti

En el caso de Araceli Constante, tiene una hija de 14 años y un hijo de 9 con este trastorno que, además, viene acompañado de otras patologías que complican aún más la situación. Recientemente tuvo que cambiarlos del colegio al que iban por el “acoso” que sufrían por parte de “compañeros, padres y algunos profesores”, según denuncia.

El reciente caso vivido en León -en el que todas las familias de una clase denunciaron el acoso al que un niño con TDAH supuestamente sometía a todos sus compañeros- “es de lo más habitual”, asegura Constante. “La gente acepta a personas con otras discapacidades, pero a estos, no. Son niños que son un amor, son maravillosos, pero tienen una enfermedad que no les deja ser como son. No se les acepta como lo que son”, cuenta esta madre, quien cree que “en muchos colegios no entienden a nuestros hijos por falta de formación”.

“Los profesores te llaman y te dicen que los críos no respetan nada, que no prestan atención, que no llevan bien preparadas las materias, que no tienen normas, que si no se controla será expulsado... Esto es todos los días, cuando son niños que lo que necesitan son refuerzos positivos”, señala. Por eso, pide “visibilidad” para la enfermedad, “comprensión” por parte de la sociedad y “ayuda” a las instituciones, para medios y formación para los profesores en los colegios.

Fuera del colegio, a nivel social, la vida no es más sencilla para estos niños y sus familias. “No saben mantener las amistades, porque hacen y deshacen y porque son muy impulsivos”, señala. “En casa, tan pronto te dan un abrazo tremendo como un empujón”, ejemplifica Constante, quien también relata su día a día con sus hijos a través de las redes sociales. 

Insiste en que son niños “impulsivos” pero también “muy nobles”. “Cuando han hecho algo mal, si se lo dices con paciencia y cariño, ves que ellos lo saben, aunque no no entienden por qué lo han hecho. Se arrepienten, pero luego lo vuelven a hacer. En realidad no lo hacen ellos, lo hace el TDAH y su impulsividad”, explica.

Esta madre también tiene una hija de 10 años sin patologías, que “es el paraguas de sus hermanos”. Según cuenta, en algunos casos es difícil encontrar consuelo incluso a nivel familiar, ya que “nadie te entiende” y “nadie te acepta”. "Te dicen que tu hijo no parece que esté enfermo, que es un problema de que tiene mala conducta”, señala. “Ellos -los niños- se dan cuenta de estas cosas y se sienten juzgados y etiquetados, con muy poca empatía a su alrededor. No se les acepta como son”, explica.

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