Heraldo del Campo

Vitivinicultura

Con raíces en Calatayud y mucha pasión belga

Enamorado de la D. O. Calatayud, el distribuidor belga Mark Schiettekat es el propietario de Raíces Ibéricas, la nueva bodega que vuelve a impulsar la viticultura en Maluenda.

Mark Schiettekat, propietario de Raíces Ibéricas (dcha) y el enólogo Rubén Magallanes, en la bodega.
Mark Schiettekat, propietario de Raíces Ibéricas (dcha) y el enólogo Rubén Magallanes, en la bodega.
R. I.

Mark Schiettekat compró la entonces bodega cooperativa Bodegas y Viñedos del Jalón en 2020 y la convirtió en Raíces Ibéricas. Pero su pasión por la Denominación de Origen Calatayud había comenzado muchos años antes. Corría el año 1996 cuando Schiettekat, uno de los distribuidores más importantes de vino en Bélgica, llegó a territorio aragonés para realizar un proyecto con la bodega San Alejandro de Miedes, con la que estuvo trabajando durante más de 20 años. El flechazo con el viñedo extremo de la denominación zaragozana fue inmediato. "Desde entonces, Mark Schiettekat siempre decía que si había un sitio en el que quería invertir un día sería Calatayud", explica Sébastien Richard, responsable de la bodega.

Ese momento llegó en 2020. Dos años antes, el grupo familiar belga había llegado a la cooperativa de Maluenda para comenzar un proyecto con la garnacha de la mano del enólogo Carlos Magallanes. Pero la bodega no vivía precisamente su mejor situación, explica Richard, con lo que en el complicado momento de la pandemia se planteó la posibilidad de un cierre. "Entonces el presidente le preguntó a Mark si le interesaba comprar la bodega y él entendió que había llegado ese momento de invertir en Calatayud", matiza.

Raíces Ibéricas es la primera bodega con la que cuenta este distribuidor belga en España, donde, a pesar de no contar con instalaciones, realiza diferentes vinificaciones en distintos zonas productoras (y poco conocidas) del país.

"Nosotros siempre hemos puesto el enfoque en esos territorios en los que, como Aragón, tienen un producto genial, al que le falta ser conocido para tener mejor posicionamiento en el mercado, como le sucede a los productos de las denominación de origen Manchuela o la de León", explica el responsable de la bodega, con la que quieren intentar que la D. O. aragonesa "se transforme poco a poco en una zona más premium de España" y que sus vinos se posicionen en los segmentos más caros. "Calatayud es el mejor ejemplo de terroir, una zona muy pequeña, pero muy alta, con viñedos muy frescos, con vinos que tienen acidez y mucha fruta. Creemos que tiene un potencial enorme y vamos a impulsarlo", insiste.

Para empezar, han comenzado por poner a punto la bodega, que debido a la situación económica, no se había actualizado "casi nada" en los últimos diez años y ahora están centrando sus esfuerzos en la obtención de las certificaciones necesarias para la producción, incluida la ecológica, porque es cada vez más demandada por los grandes clientes.

"Durante estos años marcados por la covid hemos estado pintando, limpiando, implantando normas de seguridad... y a partir de ahora queremos ampliar la producción y para ello necesitamos una nueva línea de embotellado", detalla Richard. Asegura además que Raíces Ibéricas también ha puesto el foco en el enoturismo. "Es un aspecto que nos importa muchísimo y con el que queremos convertirnos en un centro de atracción importante de la D. O. Calatayud".

Estrategia de inversión

Para todo ello han diseñado una estrategia de inversión de unos tres millones de euros que quieren ir desarrollando en los próximos seis años, una cantidad y un plazo que dependerá, reconoce el responsable de la bodega de Maluenda, del comportamiento de las ventas y de los posibles apoyos públicos.

La puesta en marcha de Raíces Ibéricas ha devuelto la vida a la cooperativa de esta localidad zaragozana, que aunque no ha parado su actividad en estos años, lo cierto es que la producción de uva se ha visto reducida drásticamente. "Hace 25 años la cooperativa cogía hasta 12 millones de kilos de uva y cuando llegamos nosotros había bajado a 200.000 kilos", señala Richard. Este año el nuevo propietario ha adquirido casi 500.000 kilos y ha vuelto a trabajar con los viticultores de la zona porque el acuerdo de compra incluida el compromiso de adquirir la uva de los antiguos socios de la bodega. "Es importante porque supone dar posibilidades a la gente que vive alrededor para que pueda vivir de la agricultura. Nuestro trabajo es también transformar y vender lo más posible para que haya una vida económica en el pueblo y en entorno", añade Richard.

Aunque este año han embotellado en Maluenda un millón de botellas de vino, serán 250.000 las unidades que salgan al mercado con el marchamo de la D. O. Calatayud en la que ya se inscrito esta nueva empresa. Sus perspectivas son de crecimiento y confían en alcanzar en unos dos o tres años las 500.000 botellas con denominación. Y en todas ellas el objetivo es "hacer unos vinos de muy alta gama con gran reconocimiento en el mercado".

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