CULTURA

La noche en la que Mariano de Cavia prendió fuego al Museo del Prado

Se cumplen 130 años de la escandalosa ‘fake news’ creada por el periodista aragonés, que inventó una catástrofe para denunciar las pobres medidas de seguridad de la pinacoteca.

Retrato de Mariano de Cavia con uno de sus artículos y el museo de fondo.
Retrato de Mariano de Cavia con uno de sus artículos y el museo de fondo.
Heraldo.es

"A las dos de la madrugada, cuando ya no nos faltaban para cerrar la presente edición más que las noticias de última hora que suelen recogerse en las oficinas del Gobierno Civil, nos telefoneaban desde el centro oficial las palabras siniestras y aterradoras: el Museo del Prado está ardiendo".

El 25 de noviembre de 1891 el periodista zaragozano Mariano de Cavia publicaba en ‘El Liberal’ la crónica del incendio del Museo del Prado. Se cumplen 130 años de aquel artículo que no fue sino el relato de una catástrofe inventada con la intención de denunciar las pobres medidas de seguridad de la pinacoteca. El artículo cuenta con detalle cómo suenan las campanas de las iglesias y cómo arden numerosos lienzos, pero cuando los madrileños se echaron a la calle a tratar de proteger el museo se descubrió que todo era una invención. Periódicos internacionales como 'Il Secolo' o 'The Daily Chronicle' se hicieron eco de la falsa noticia y Cavia, al día siguiente, explicó en otro artículo que su intención era que las autoridades, ante el revuelo, tomaran medidas de mantenimiento.

Artículo original sobre el supuesto y ficticio incendio del Prado.
Artículo original sobre el supuesto y ficticio incendio del Prado.
Heraldo

Mariano Francisco de Cavia y Lac (Zaragoza, 1855) es probablemente el periodista más popular que ha dado Aragón y la crónica del falso incendio del Prado es uno de sus textos más destacados. Lo que hizo hace 130 años no se llamaba entonces ‘fake news’ (más bien se acercaba a los mentideros, que tanto se mentaban entonces) y recuerda a lo que sucedió muchos años después con ‘La guerra de los mundos’ de Orson Welles y su invasión extraterrestre y radiofónica. En el caso del fuego provocado por Cavia, el artículo provocó tal impacto social que el ministro de Fomento, Linares Rivas, tuvo que acercarse a revisar los métodos contra el fuego y los protocolos de mantenimiento de las instalaciones. 

Ese mismo año, según las crónicas de la época, el Prado había sorteado dos conatos de incendio en el mes de julio, los días 18 y 21. Se trató de pequeños accidentes a los que las autoridades no dieron importancia, pero que pusieron en alerta a buena parte de la intelectualidad. De hecho, muchos artistas denunciaron la peligrosa situación que se producía por el hecho de los que trabajadores de la pinacoteca vivían en malas condiciones en el último piso del edificio, con sus cocinas, fogones y estufas a pocos metros de obras de arte de incalculable valor. Buena parte de la estructura del Prado era de madera y el temor a una catástrofe como la que describió Cavia era patente.

“Ardía el Museo del Prado. En aquel mismo instante daban comienzo las campanas de las parroquias a sus tétricos toques. Nos echamos a la calle y al llegar a la Puerta del Sol advertimos desusado movimiento de gentes, en las cuatro calles era imponente la masa que se dirigía por la carrera abajo, de los cafés, de los círculos y del casino salían en revuelto tropel los trasnochadores y el vocerío era tal que apenas había ventana ni balcón del que no se asomaran los pacíficos vecinos turbado el sueño por el estruendo de la calle. Qué desdicha, qué catástrofe, pobre España”.

“Hemos inventado una catástrofe para evitarla”

Estas palabras, que incluso más de un siglo después ponen los pelos de punta, fueron una cruda llamada de atención que el articulista justificó el día después aludiendo a que otros edificios singulares (El Escorial, la catedral de Sevilla, el Alcázar de Toledo y la Armería Real) habían sufrido incendios semejantes y que la inacción de las autoridades había sido denunciable. "¿No es esto mejor, y más sano para la patria, que llorar por lo irremediable? Hemos inventado una catástrofe para evitarla", justificada el zaragozano al día siguiente en el artículo con el que se resarcía de su mentira piadosa, que reconocía cómo “ayer hubo gentes que lloraron”.

El texto de ‘Por qué he incendiado el Museo de Pinturas’ tampoco tiene desperdicio y en él expone los motivos por los que la cultura en España, aún con el Museo del Prado indemne, tenía motivos para estar de luto. La falsa noticia de Cavia corrió como la pólvora -poco agraciada expresión en este caso- e, incluso, semanas más tarde había madrileños que creían que la pinacoteca se había perdido. Aún hoy mantiene cierta vigencia la denuncia, pues los expertos apuntan que el presupuesto de mantenimiento del Prado es ridículo comparado con otros centros culturales del extranjero. No obstante, con el paso de los años y sobre todos tras las gran y polémica reforma del de Rafael Moneo ya entrados los años 2000 (el cubo que amplió el patio de los Jerónimos), el museo fue ganando en medidas de protección y hoy se antoja imposible que pueda suceder ninguna desgracia de orden mayor. El Prado, que además está construido junto a un río y eso ha hecho que durante décadas hubiera que batallar también contra las humedades, vivió sus momentos más oscuros en el traslado masivo de las obras más importantes a Valencia durante la Guerra Civil. Entonces el presidente Manuel Azaña llegó a decir que el Museo del Prado era más importante que la república o la monarquía, lo que da idea del cambio de mentalidad en la sociedad y el valor simbólico que se le fue dando a este auténtico tesoro mundial.

Una vista de las salas interiores del Prado en 1889.
Una vista de las salas interiores del Prado en 1889.
Museo del Prado

De vuelta a Cavia, hay que apuntar que el periodista era muy dado a las provocaciones, como demostró en sus muchas chanzas y en su dominio de la crónica taurina (uno de sus pseudónimos fue Sobaquillo) y la crítica teatral. Publicó artículos en ‘El Liberal’, ‘El Imparcial’ y ‘El Sol’, donde demostró su pasión por Zaragoza y Aragón: hay continuas citas a Gracián, Goya, Costa, el Pilar... Una de las obras en las que se descubre como amante de la buena prosa es ‘Chácharas’, donde analiza y ahonda sobre la pureza del lenguaje y, de hecho, Cavia fue miembro de la Real Academia de la Lengua desde 1916. Cavia era un enamorado del Prado y, según cuenta el historiador del Arte Wifredo Rincón, en más de una ocasión escribió que Pradilla -cuya exposición en la Lonja puede verse hasta el 9 de enero- era el mejor pintor aragonés después de Goya.

Según ha podido investigarse, Cavia nació en la calle de Manifestación (donde hoy está el hotel Catalonia) y estudió en Carrión de los Condes (Palencia), antes de matricularse en Derecho en la Universidad de Zaragoza y de descubrir que el mundo de las leyes no le llamaba y sí el del periodismo. Unamuno, Clarín o Blasco Ibáñez, de quien fue gran amigo “y maestro”, se rindieron a su prosa, a su ingenio y a la sutileza con la que defendía sus ideas. Cuando falleció Mariano de Cavia en 1920, el alcalde Ricardo Horno Alcorta trajo su cadáver y lo expuso en la Facultad de Medicina para que se le rindiera un último homenaje antes de ser enterrado en Torrero. Al año siguiente, por iniciativa de HERALDO, como consta en su monumento en la plaza de Aragón, se le erigió un busto de José Bueno.

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