entrevista

Agustín Ubieto: "Las redes sociales no suplen el darse un buen abrazo"

El historiador (Castejón de Ebro, 1938) ejerce desde hoy como anfitrión en Zaragoza del 25º encuentro Alumni España, que reúne a exuniversitarios de todo el país. Ubieto preside actualmente la Agrupación de Antiguos Alumnos de la Universidad de Zaragoza.

El profesor Ubieto, fotografiado esta semana con la basílica de Santa Engracia de fondo.
El profesor Ubieto, fotografiado esta semana con la basílica de Santa Engracia de fondo.
Toni Galán

Ha publicado medio centenar de libros, ha dirigido el Instituto de Ciencias de la Educación, ha presidido el Consejo Escolar y ahora ejerce de Cicerone por las calles de Zaragoza...

Tengo que enseñar el palacio de la Aljafería y otros rincones de Zaragoza a quienes han venido a participar en el 25º encuentro Alumni España, entidad que preside Antonio José Redondo y que reúne a los antiguos alumnos de las universidades españolas. También visitarán Tarazona y Veruela, pero ahí ya no me toca hacer de guía.

¿Tenemos idealizada la época universitaria? ¿Son realmente los mejores años de la vida?

Son unos años preciosos, yo estudié como un loco, pero los recuerdo como un momento personal de una riqueza tremenda. Cuando terminas la Universidad tienes que empezar a luchar para vivir y eso es un cambio radical.

¿Agustín Ubieto fue mejor alumno o mejor profesor?

Confieso que no aprobé las matemáticas de cuarto de bachiller. Parte de la culpa fue mía, pero la otra mitad, del profesor. Era un gran matemático, pero no sabía transmitir esa pasión. Hay que saber llegar y tenemos que demostrar que nos importa quien nos escucha. Eso es ser didácticos.

Lo dice alguien que dedicó 47 años a la docencia...

A los 14 o 15 años las personas cambian mucho y me volví muy aplicado. Yo iba para literato, pero no había recursos económicos en casa para ir a Salamanca y estudié filología e historia, donde tuve grandes maestros como Blecua.

¿Qué otras personalidades le dejaron huella?

En lo personal mi hermano Antonio, que era profesor también y me exigió muchísimo. Después, en el Cerbuna, aprendía sobre lo que es la vida, el trato, la tolerancia y la consideración de los demás gracias a Pascual López Lorenzo, que era director del colegio mayor.

¿Los encuentros de antiguos alumnos solo sirven para alimentar la nostalgia?

Algunos dirán que nos dedicamos a contar batallitas, que también es cierto, pero sorprende ver que la edad media de los participantes está en torno a los 40 años. Las nuevas tecnologías y las redes sociales sirven para mantener el contacto, pero el encuentro, el abrazo y compartir ideas con una cerveza no lo suplen las máquinas.

Tienen suerte de hacer el encuentro presencial. ¿Cómo ha vivido la crisis de la covid?

Hace unas semanas di una conferencia sobre otras pandemias en la Historia y nos remontamos al siglo V antes de Cristo. La del coronavirus ha sido dramática, pero creo que hay que relativizar. Antiguamente una peste podía acabar con el 50% de la población de un país, así que supongo que con tiempo y perspectiva la actual parecerá una nadería.

Gracias a las vacunas, la ciencia, la investigación... ¿Se le dedica suficiente dinero a este ámbito?

La capacidad de compartir el conocimiento, por la citada tecnología, ha permitido reaccionar muy rápido. Yo creo que ahora falta financiación para que puedan aparecer ideas más locas, para incentivar y reclutar a gente espabilada con propuestas más arriesgadas.

Arriesgado es no colgar las botas a los 63 años...

He sido un buen deportista. He jugado mucho al fútbol y también he practicado atletismo. ¡No todo el mundo tiene 48 pulsaciones!

¿Dominaba alguna disciplina?

Mi primer salto de longitud en unos juegos escolares alcanzó los 6,10 metros. Recuerdo que se acercó un militar a felicitarme, que luego resultó ser el príncipe Juan Carlos. Con entrenamiento logré los 6,70 metros y corrí los 100 metros lisos en 11,2 segundos.

Ahora tiene aficiones –digamos– más sosegadas.

Estoy analizando los bienes patrimoniales de los pueblos de Aragón (neveras, ermitas, palacios...) para calcular cuánto vale en patrimonio cada población. Estoy cansado de que me digan qué pueblos son los más bonitos con ránquines de concurso privados, en los que pagan para participar. Es comprometido y sé que los alcaldes me matarán, pero así me entretengo.

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