ENTREVISTA

Raquel Povar: "La peor de las limitaciones es la falta de curiosidad"

La fotógrafa zaragozana ultima la edición de un ‘breviario de historias mínimas’ acompañado de imágenes que verá la luz en otoño.

La artista zaragozana, fotografiada esta semana en Zaragoza.
La artista zaragozana, fotografiada esta semana en Zaragoza.
Toni Galán

Imagino que será de las que no sueltan la cámara ni en vacaciones...

Así es. Para dulce tortura de quien me acompaña, le diré que no la suelto ni en casa. Los que me conocen lo saben.

¿Le interesa la fotografía de viajes, la costumbrista, el retrato…?

Me interesa la belleza que encierra lo cotidiano. La esencia atemporal de las cosas y lo que algo efímero tiene de eterno. Ahí entran objetos, escenas y personas. Me interesa la luz y también el humor. Hacer fotos me divierte y me conecta conmigo y con el mundo.

Entre sus últimos trabajos están las fotos para artistas aragoneses como Copiloto y Santoral.

Hablamos el mismo idioma, aunque parezca que podemos emplear lenguajes diferentes.

Antes de hacer fotos escribía cuentos, ¿eso es que cuenta historias con las imágenes?

Empecé a hacer fotos para apagar la sed que tenía de escribir. Me gusta escribir sin prisa y hubo un tiempo en que no me lo podía permitir. La fotografía me ayudó a contar historias de otra manera. Las fotografías son una forma de relato.

El ser autodidacta, ¿le ha supuesto alguna limitación?

La mayor y peor limitación es la falta de curiosidad. Y no la padece quien la sufre. La imaginación ayuda a combatir la falta de medios, que sí puede llegar a serlo.

¿Cuáles son sus referentes?

Vivian Maier, Harry Gruyaert, Joné Reed, Cristina Cañedo-Argüelles, David Van Der Leeuw... Hay referencias de Nueva York, Berlín, Londres, pero también de la calle San Blas, donde me resulta muy sencillo hablar con los artistas. No hay nada más inspirador que una conversación.

¿Y qué me dice del zaragozano Emilio Morenatti, flamante premio Pulitzer?

Su trabajo es emocionante. No lo conozco en persona, pero quién sabe, quizá algún día...

Nos hemos habituado a tirar mil fotos con el móvil, ¿prestamos atención al acto fotográfico?

Eso es un riesgo, pero para quien quiere mirar, también un privilegio. A mí me sirvió de acicate.

¿Qué importancia tienen las redes sociales como escaparate?

Cualquier medio que permita conectar con otras personas es una ventana de oportunidad. Las redes son una fuente infinita de complicidades. Hace unos años, por ejemplo, pude trabajar en un proyecto fotográfico España- México, que de otro modo no se habría materializado. Eso me mostró que hay una misma expresión gráfica a ambos lados del charco: rincones, sombras, portales, calles... No somos diferentes. Ni en lo que observamos ni en lo que pensamos.

Durante el confinamiento ideó una ‘galería virtual’, ¿cómo fue la experiencia?

Muy enriquecedora. La suma de artistas, la cooperación, la necesidad de aunar esfuerzos desde lo local para mostrar talento, el interés del público, la acogida... Fue una aventura intensa y estimulante. De su rentabilidad hablamos mejor otro día.

¿Le puede seducir una foto desenfocada, movida o mal compuesta?

Sí, si lo hace la cabeza de quien dispara y está en armonía con lo que pretende expresar. Aunque para justificar un horizonte torcido se tiene que ser muy hábil y explicármelo mucho.

¿Qué encuentra de fascinante en las paredes?

Las historias que encierran. Las formas y dibujos que revelan. Las paredes son lienzos que pinta el tiempo.

Sus imágenes son muy coloristas y luminosas...

La luz provee si es el estado anímico acompaña. Los mejores colores están en todas partes; sólo hay que saber mirar. Muchas veces dentro de uno.

¿Usted se hace muchos selfis?

En las redes están los que cuentan y los que muestran. Yo soy más de interiores que de exterior. Compartir lo que observamos, o lo que pensamos cuando miramos, me parece más interesante que mostrar cómo nos vemos.

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