meteorología

Los cazatormentas aragoneses: carretera y radar en busca de la mejor supercélula

Aficionados a la meteorología y a la fotografía aúnan sus pasiones persiguiendo tormentas por Aragón, un paraíso para salir ‘de caza’.

Hay quienes se esconden de las tormentas, quienes rezan para que se alejen… y quienes se dedican a perseguirlas. En Aragón, un buen grupo de aficionados a la meteorología recorren la Comunidad y parte de España en busca de los mejores cumulonimbus, células, supercélulas y hasta tornados. Son los conocidos como cazatormentas, apasionados de estos fenómenos meteorológicos que no dudan en llenar el coche de combustible para llegar hasta un buen ángulo desde el que captar la imagen.

Los cazatornados son todo un fenómeno en Estados Unidos. Equipados con estaciones meteorológicas y hasta con coches con protecciones especiales, estas personas recorren el país y hasta protagonizan programas de televisión. En Aragón, la mayoría de los cazatormentas son personas que simplemente tratan de aunar dos aficiones: la meteorología y la fotografía.

Con más o menos medios y conocimientos, estudian las previsiones meteorológicas para planificar sus salidas. Algunos de ellos llegan a mover sus agendas de trabajo si ven que la tormenta va a merecer la pena. Cargan el coche con material fotográfico, trípodes y algo de comida y bebida y salen "de caza", como ellos mismos dicen. Todos coinciden en que Aragón es una especie de paraíso, ya que es una de las regiones de Europa en la que más concentración de este tipo de fenómenos hay: “Somos la envidia de los cazatormentas de otros lugares de España”, coinciden.

Gerardo Abío, zaragozano de 38 años, empezó a salir en busca de tormentas hace unos cuatro años, aunque desde siempre le ha llamado la atención la observación de los fenómenos meteorológicos. Ha aprendido mucho leyendo por su cuenta, aunque también ha hecho cursos de la universidad a distancia y de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Consulta varias páginas web para ver la evolución de las previsiones, y “dos o tres días antes ya se ve que se están generando las condiciones necesarias para que haya tormentas”, señala.

Si cree que merece la pena, se adelanta el trabajo, se planifica y sale en busca de la tormenta: “Lleno el depósito y me llevo una mochila, la cámara de fotos, el trípode, algo de comida por si se alarga la cosa, agua, batería extra para el móvil y un detector de rayos que los capta hasta a 30 kilómetros”, enumera. Recuerda que en una ocasión, en Sariñena, salió a las 15.30 y volvió a las 23.00.

Gerardo Abío, a la 'caza' de una tormenta la semana pasada.
Gerardo Abío, a la 'caza' de una tormenta la semana pasada.
Gerardo Abío

Lo más habitual es captar tormentas ‘normales’, aunque lo más buscado son las supercélulas, que son fenoménos que giran sobre sí mismos y que tienen una evolución propia. “Aragón es una tierra propicia para que se formen, y son las más buscadas”, señala Abío. Según su experiencia, son las tormentas más fuertes, porque pueden llevar granizo y lluvias más torrenciales, e incluso pueden estar asociadas a un tornado”. Eso, el tornado -como el detectado recientemente cerca de Teruel-, para ellos ya es directamente “como la búsqueda del unicornio”.

Nacho Miguel, zaragozano de 43 años, recuerda que con 14 años “cogía la lista de temperaturas que salían en HERALDO y hacía mis propias gráficas”. Estudió Físicas por esta afición, y aunque el destino profesional no le ha llevado por este camino, sigue siendo un gran aficionado. Hace una década entró en la asociación Cierzo, de aficionados del valle del Ebro, y ahora está en contacto con otros ‘colegas’ a través de grupos de Whatsapp.

Según apunta, Teruel es “la más tormentosa de España y Europa, porque está cerca del Mediterráneo, tiene montañas, vientos de bochornos, inestabilidad… es como un paraíso para nosotros”. Coincide en que las supercélulas son “lo más buscado”, y que no son infrecuentes en Aragón, aunque lo habitual es toparse con “cumulonimbus o líneas turbonadas”.

La mayoría de los cazatormentas buscan puntos altos desde donde ‘disparar’, lugares donde se puede apreciar la formación de la tormenta con perspectiva. “Si te metes justo debajo, aparte de que es más peligroso, no vas a poder ver la tormenta de verdad, es mejor estar a un kilómetro”, señala Miguel. Abío coincide en esta ‘técnica’ porque “la seguridad es lo primero”, aunque reconoce que en ocasiones se ha llegado a asustar: “La tormenta de mayo de 2018 que arrasó Zaragoza la cogí en el mirador de Juslibol, y me asusté porque vino con mucha piedra, yo estaba cerca de árboles...”. Así vivió el momento desde su coche:

A Víctor Torrecilla, de solo 21 años, también le ha enganchado esta afición. A los 5 años, se hacía sus propios mapas del tiempo. “Con 10 o 12 años veía los programas de cazatornados de Estados Unidos. En cuanto me saqué el carnet de conducir empecé a salir, y cada año que pasa salgo más que el anterior”, señala.

De momento solo hace las fotos con el móvil, pero disfruta como el que más mirando los modelos meteorológicos, siguiendo la evolución de la tormenta con el radar y buscando los miradores desde donde cree que podrá observar mejor el fenómeno. “Luego allí toca esperar y el destino dirá, porque las supercélulas, por ejemplo, tienen un comportamiento propio y son un poco impredecibles”.

Su recuerdo más fuerte es el de una tormenta que cazó en Atienza, en la provincia de Guadalajara: “Empezó a granizar y pensé que perdía el coche. Fue espectacular porque a un kilómetro no caía nada, pero avancé y por allí ya bajaban ríos de granizo”.

¿A qué distancia está una tormenta?
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