Pilar Baldellou: "A mi marido le duró toda la vida el disgusto por una talla"

Las 23 primeras piezas devueltas por el Museo de Lérida proceden de la Baja Ribagorza, donde todavía recuerdan con dolor el saqueo de los bienes de sus parroquias.

Pilar Baldellou, en su casa, mira la foto del retablo de Portaspana.
Pilar Baldellou, en su casa, mira la foto del retablo de Portaspana.
Ángel Gayúbar

La Baja Ribagorza asiste expectante a la devolución de los bienes religiosos que está haciendo por entregas el Museo de Lérida a requerimiento judicial. Las 23 piezas devueltas en el primer lote tienen en común tanto su modestia como su procedencia bajorribagorzana ya que, salvo tres de ellas que salieron en su día de Capella, originalmente se encontraban en distintas localidades integradas en el municipio vecino de Graus.

Hace ya más de medio siglo que los núcleos de Erdao y Bafaluy perdieron la batalla contra la despoblación. Las escasas pertenencias de sus parroquias (románica y muy interesante -a pesar de su actual ruina- la primera, y con trazas renacentistas la segunda) no destacaron por su riqueza. Pero ello no fue óbice para que fueran consideradas dignas de incrementar los fondos del museo que el obispo Messeguer estaba impulsando en Lérida. Cinco décadas después de su abandono, con sus pobladores originales y sus descendientes dispersos por toda España, no queda siquiera en la zona memoria de lo que marchó en su día pero la relación de lo que ha regresado nos habla de objetos de culto modestos.

Similar circunstancia debió de ocurrir en la vecina Abenozas, que quedó despoblada en los años 70. De allí salieron una pequeña campana de bronce del siglo XVI o XVII y un cáliz de plata, también del XVII, procedentes no se sabe si de la iglesia románica del pueblo o de la vecina ermita de la Virgen de los Baños.

Al otro lado de la sierra se encuentran los caseríos, disperso el uno y compacto el otro, de Güell y El Soler que -con muchos avatares y problemas- han conseguido mantener hasta hoy una población permanente pero desde donde también salieron sendas piezas de metal. Y algo más al sur, cada vez con menos vecinos pero todavía habitada, se alza La Puebla del Mon, de cuya modestísima iglesia marchó un pequeño píxide plata del siglo XVII, posiblemente la obra más singular de las hasta ahora retornadas.

Mención aparte merecen las dos piezas de Portaspana, otro de los despoblados de Graus, porque los descendientes del pueblo tienen constancia fehaciente y muy dolorosa de la salida de otras obras de más valor artístico y sentimental cuya pista se ha perdido. Recientemente fallecido, Andrés Salinas, de casa Montanuy, comentaba la bronca que él y su padre habían tenido con unos representantes del obispado ilerdense que arramblaron con varias piezas de gran devoción. "Mi marido -recuerda su viuda, Pilar Baldellou- contaba cómo se llevaron una preciosa talla de la Virgen del XVI que coronaba un pilaret -peirón- a la entrada del pueblo y el disgusto que tuvieron, que le duró toda su vida". También salieron hacia Lérida desde Portaspana otras muchas piezas, entre ellas un juego de candelabros de notable valor donados en su día a la iglesia por los de casa Montanuy y un retablo de traza gótica "muy bonito" cuya fotografía conserva Pilar en el patio de su hogar grausino.

Completan el primero de los lotes tres piezas, también menores, procedentes de Capella donde, como recuerda el cuidador de la iglesia parroquial de San Martín, José Gascón, se vive "con la misma expectación que en el resto de la diócesis" este demorado y accidentado retorno de los bienes. Este pequeño pueblo padeció varios saqueos de su patrimonio religioso, como un pequeño retablo gótico que pasó de manos del político e historiador catalán Salvador Sempere a la neoyorquina Marie Sterner Gallery. El propio Gascón se acuerda de ver cuando era crío un "extraordinario" misal "del que luego ya nunca se ha sabido nada".

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