ciencia

La vacuna de Pfizer, la estación Delicias y un cero absoluto a -273 grados

Uno de los antídotos contra el coronavirus necesita trasladarse a temperaturas por debajo de los -70 grados. En distintos puntos de Aragón hay cámaras frigoríficas, súpercongeladores y criogeneradores que superan en mucho ese gélido registro.

Uno de los congeladores de la Unidad de Investigación Traslacional del Servet.
Uno de los congeladores de la Unidad de Investigación Traslacional del Servet.
Guillermo Mestre

Casi tan viral como el propio virus se ha hecho el chiste de que las vacunas de Pfizer podrían conservarse en la Estación Intermodal de Delicias en perfecto estado. Sabido es que el antídoto debe trasladarse a -70 grados y casi mundialmente conocido es también el frío que hace en la estación zaragozana por más estufas y calefactores que pongan. Bromas aparte, el hecho de lograr una temperatura tan gélida no se antoja especialmente complicado, según los científicos aragoneses, que en pruebas de laboratorio han llegado, incluso, a acercarse al cero absoluto, esto es, -273 grados. Habida cuenta de que la vacuna de la gripe se guarda a entre 2 y 8 grados, sí parece que el problema sería una distribución masiva de la vacuna en esas condiciones de -70 grados, aunque los expertos tampoco lo consideran un desafío insalvable. ¿En qué lugares de Aragón se trabaja con temperaturas extremadamente bajas? ¿Qué sensación térmica se tiene en las cámaras frigoríficas de Mercazaragoza? ¿En qué tipo de súpercongeladores se conserva la información genética?

Es difícil hacerse una idea del frío que pasaría Roald Amundsen y los expedicionarios posteriores al enfrentarse en la Antártida -con su parte de misión aragonesa- a desiertos helados de 35 grados bajo cero. Esta viene a ser la temperatura que se consigue en algunas de las cámaras de Mercazaragoza o, incluso, de los arcones subterráneos que dan servicio al Mercado Central. Son casi 20 grados más, para hacerse una idea, de las cámaras en las que se conservan los cadáveres en el Instituto de Medicina Legal de Aragón una vez que ya se les ha hecho la autopsia.

“Conservar a -100 grados es relativamente fácil, a nivel científico, pues se consigue con nitrógeno líquido, que hierve a 77 grados Kelvin, esto es, a -196 ºC”, explica Elías Palacios. “Para la vacuna quizá también sirviera la nieve carbónica (CO2 sólido) que sublima (se evapora directamente de sólido sin pasar por líquido) a -78,5 grados”, continúa el profesor del Instituto de Ciencia de Materiales de Aragón (ICMA).

En este centro los investigadores revolucionaron las técnicas de enfriamiento y hace unos pocos años lograron por primera vez bajar la temperatura por debajo de -272,15 grados (muy cerca del cero absoluto) utilizando moléculas magnéticas. El cero absoluto es como se denomina al 00 en la escala Kelvin. Equivale a -273,15 grados Celsius y es la temperatura más baja posible. En realidad lo es en teoría, ya que no se ha conseguido llegar hasta ella. Solo ha habido acercamientos. Cuando se alcanzan a esas temperaturas, los materiales dejan de comportarse del modo habitual y pueden observarse en ellos fenómenos como la superconductividad o la superfluidez, que es lo que consiguieron los profesores Elías Palacios y Marco Evangelisti, en el instituto mixto de la Universidad de Zaragoza y el CSIC.

Facultad de Ciencias. Investigadores aragoneses logran acercarse a la temperatura de cero absoluto /22-10-2014/ Foto: Asier Alcorta[[[HA ARCHIVO]]]
Marco Evangelisti y Elías Palacios, en los laboratorios del ICMA.
Heraldo

Explican los científicos que desde que Estados Unidos sufrió los atentados de 2001, la seguridad nacional ha pasado a ser su prioridad y esto está haciendo que el helio3 escasee para la ciencia. El aumento de dispositivos de detección de armas nucleares que utilizan helio 3 ha acaparado las reservas de este gas y ha disparado los precios, con lo que los investigadores ya lo consideran un bien escaso. En el caso del ICMA se ha conseguido rebajar las temperaturas con un ‘enfriamiento sub-kelvin’ en el que echan mano de un método basado en el magnetismo y moléculas imanes en lugar del citado gas refrigerante, que no existe en la naturaleza y producirlo artificialmente es carísimo.

Al margen de los laboratorios y las universidades, donde puede haber criogeneradores que producen helio líquido (-268.95 grados), también en otros espacios como las salas de taxidermia o los observatorios astrofísicos trabajan con elementos ajenos completamente al calor. También en los centros hospitalarios: en la Unidad de Investigación Traslacional del Miguel Servet conservan muestras de sangre a -80 grados, por ejemplo, del trabajo de seguimiento que se lleva años haciendo con empleados de diferentes factorías. En los centros de salud existen los tanques con nitrógeno líquido que sirven, por ejemplo, para eliminar verrugas suelen rondar esos mínimos, pero si se busca aún más y más frío hay que acudir hasta aquellos bancos genéticos de células y cordones umbilicales, donde logran el milagro de que la vida surja del frío. En el hospital barcelonés de Duran i Reynals conservan miles de cordones umbilicales, muchos llegados de hospitales aragoneses, a 196 grados bajo cero. Su objetivo es hacer trasplantes de médula ósea en pacientes con enfermedades tales como la leucemia. Un complejo sistema informático se ocupa de que no haya variaciones de temperatura y, en el caso de que estas células tengan que viajar para un trasplante, lo harían siempre en lo que los sanitarios llaman ‘champiñones’, esto es, cámaras frigoríficas a -135 grados.

Otro escenario completamente distinto en el que también se rozan mínimas cuya sola mención hacen tiritar a cualquiera es en el Observatorio Astrofísico de Javalambre. La tecnología necesario para el mantenimiento de los espejos integrados en los dos telescopios que se hallan instalados en el Pico del Buitre. Desde Boston llegó hace cuatro años una ‘campana de aluminizado’, que cuenta con dispositivos como bombas criogénicas (tecnología utilizada para enfriar materiales), capaces de alcanzar temperaturas extremas de hasta 250 grados bajo cero. Es una suerte de recipiente para limpiar los espejos y supuso una inversión, ni más ni menos, que de 1,2 millones de euros.

Con la esperanzadora vacuna del coronavirus a la vuelta de la esquina, cuentan que en Estados Unidos ya se ha iniciado la carrera para comprar los congeladores de ultrafrío que permitan su almacenaje, aunque estos productos se fabrican en escasas unidades y sólo bajo demanda. Tampoco han faltado quienes ven una oportunidad de negocio y, de hecho, en España, las empresas pioneras en almacenamiento de muestra biológicas ya se están dejando querer. La guipuzcoana Bexen Medical, por ejemplo, ha anunciado que cuenta con capacidad en sus instalaciones del País Vasco, Madrid y Galicia para almacenar en sus equipos "ultracongeladores" cerca de 30 millones de dosis de la vacuna contra la covid.

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