Dos residencias de Grañén y Fraga levantan sus cuarentenas voluntarias libres de coronavirus
Las trabajadoras volverán este lunes a sus casas "orgullosas" de la labor realizada para proteger a los internos.
Isabel Gutiérrez, vecina de la localidad de Orillena, y Pilar Salazar, de Torrente de Cinca, son dos mujeres con vidas casi paralelas. Ambas están casadas y tienen dos hijas y desde hace varios años, están entregadas a su pasión: el cuidado de las personas mayores. La primera trabaja en la residencia Monegros de Grañén y la segunda, en la del Cinca de Fraga, donde han permanecido confinadas durante las últimas semanas con un mismo objetivo: mantener sendos centros libres de coronavirus. Y, de momento, lo han conseguido. Tras este largo encierro, las dos mujeres harán este próximo lunes las maletas y volverán a casa.
Isabel ha estado confinada cuatro semanas, junto a 18 trabajadoras más, y Pilar, cinco, con otras 9. En Grañén, han atendido unidas a 99 internos y en Fraga, a 42. Ambas trabajadoras estuvieron entre las promotoras de este aislamiento voluntario, del que dicen sentirse "muy orgullosas". "Me voy satisfecha del trabajo realizado por proteger a nuestros mayores, pero también con miedo, ya que volver a abrir la puerta del centro siempre conlleva sus riesgos", señala Gutiérrez, que, al igual que el resto de sus compañeras, volverá a trabajar por turnos. Finalmente, Salud ha accedido a la petición del centro y realizará PCR a aquellas empleadas que estuvieron fuera durante el confinamiento y deben volver a su puesto el próximo martes.
En la residencia Monegros de Grañén, el confinamiento se inició con 31 trabajadoras, de las que han resistido 19. El resto han ido abandonando por diferentes motivos, en su mayoría por causas familiares. También por agotamiento, físico y emocional. Y es que los días pesan en las piernas y en la cabeza. "No es una situación fácil, estamos cansadas, pero hemos aguantado muy bien, gracias al apoyo recibido desde el exterior y al cariño de los residentes", señala Gutiérrez. Además, a lo largo de este tiempo, su mayor motivación ha sido ver los resultados de su encierro, ya que "cada día sin contagios ha sido una pequeña victoria", añade.
En Fraga, han aguantado hasta el final las 10 trabajadoras que aceptaron de forma voluntaria el confinamiento, con el fin de «proteger a los usuarios, que merecen todo nuestro esfuerzo y dedicación, así como a nuestras familias y a nosotras mismas», indica Salazar. En este caso, después de cinco semanas, los días también hacen mella entre el personal. De hecho, las jornadas han sido largas y agotadoras. Para sobrellevarlas, «hemos trabajado unidas, apoyándonos unas a otras, sin establecer competencias exclusivas. Aquí nadie era solamente auxiliar, cocinera o directora», explica.
A nivel personal, ambas mujeres describen una experiencia muy similar, en la que reconocen haber llegado a conocer a sus compañeras "a otro nivel, ya que hemos compartido momentos muy intensos y gratificantes", explica Gutiérrez. Para esta trabajadora, el balance es muy positivo. "Me voy muy satisfecha, con la alegría de haber mantenido el virus alejado y con el ánimo de continuar trabajando por nuestros residentes, que merecen toda nuestra atención y cuidado", añade.
A partir del fin del confinamiento, los dos centros seguirán extremando las medidas de higiene y seguridad con el fin de conseguir su objetivo soñado: evitar la entrada del virus. Para ello, las empleadas tendrán que volver a utilizar material de protección, del que se habían olvidado durante este tiempo, ya que se sabían libres de coronavirus y por lo tanto, podían tener un estrecho contacto con los usuarios, a los que han «achuchado mucho» durante estos días, ya que "ellos también están pasando una situación difícil y necesitan de nuestro cariño", concluye Gutiérrez.
